Hace unas semanas, en una entrevista publicada en El Mundo con el nada alarmista titular "Rossend Doménech: La mayoría de los alimentos están envenenados y provocan una muerte lenta", el citado periodista afirmaba lo siguiente:

Pregunta: En su libro asegura que los médicos están observando que los cadáveres humanos ahora tardan mucho en descomponerse. ¿A qué se debe?

Respuesta: Es un fenómeno nuevo que me han comentado varios médicos y que aún están estudiando. Están analizando cadáveres y lo que encuentran es que están llenos de antibióticos, de conservantes... ¿De dónde sale todo eso? La conclusión es que todo eso viene de la cantidad de antibióticos y conservantes que ingerimos a través de los alimentos que comemos.

La idea que defiende Doménech no es, ni mucho menos, reciente. Desde hace más de una década, circulan por Internet declaraciones similares en las que se asegura que ahora los cadáveres humanos se descomponen a una velocidad mucho menor en las morgues y que los forenses están siendo testigos de este peculiar fenómeno. La supuesta causa que explicaría esta lenta descomposición sería el consumo de conservantes y antibióticos a través de los alimentos que permanecen en el cuerpo humano. ¿Qué hay de cierto en esta llamativa idea? Absolutamente nada.

Mentira 1: Los cadáveres humanos ahora tardan mucho en descomponerse

No hay ningún estudio médico o forense que haya detectado este fenómeno. Para empezar, porque no es cierto que esté ocurriendo. El proceso de descomposición de un cuerpo humano es extremadamente variable y su velocidad depende tanto de las condiciones del lugar (humedad, temperatura, si está enterrado o no...) como de ciertas características del sujeto (causa de la muerte, tipo de ropa, tamaño corporal...).

Los dos principales procesos que intervienen en el proceso de descomposición son la autolisis y la putrefacción. La autolisis consiste en la fragmentación y destrucción de los tejidos y las células debido a la liberación de enzimas y otras moléculas (ácido clorhídrico en el estómago, por ejemplo) que están presentes en el interior de nuestras células o en compartimentos especiales, pero que al morir van quedando libres. La putrefacción, por otra parte, consiste en la degradación de los tejidos por bacterias que vienen tanto del exterior como del interior (la mal llamada "flora", que consiste en la microbiota intestinal, la microbiota vaginal...).

Si tomáramos como cierta la delirante tesis de que los cuerpos humanos están llenos de antibióticos y conservantes, ¿qué efecto tendrían estos compuestos sobre la velocidad de la descomposición humana? Prácticamente ninguna. Por un lado, porque estas sustancias no van a proteger al cuerpo humano de la masiva liberación de enzimas y otras moléculas provocadas por la muerte y que producen la degradación de los tejidos a través de multitud de mecanismos muy diferentes. Sencillamente, los conservantes de los alimentos no están diseñados para evitar estas reacciones en un cadáver humano y conservarlo.

Por otro lado, las bacterias presentes tanto en nuestra piel, como en el intestino y en otros lugares empiezan a multiplicarse descontroladamente y alimentarse de los tejidos a su alrededor. Sencillamente, la muerte lleva a una "avalancha" de enzimas, moléculas varias y bacterias a la que los conservantes y antibióticos no podrían hacer frente por muy atiborradas que estuvieran de ellos las personas fallecidas.

Mentira 2: Los cadáveres humanos están llenos de conservantes y antibióticos

No es cierto que los seres humanos vayan acumulando conservantes y antibióticos en sus cuerpos a través de los alimentos. Las razones son múltiples y variadas. Para empezar, está prohibida la presencia de antibióticos en los alimentos (incluyendo la carne) en la Unión Europea y en otros muchos países. Simplemente es algo que no se tolera.

De todas formas, pongámonos en el extremadamente improbable supuesto de que alguien no cumple la ley y algún consumidor ingiere en alguna ocasión antibióticos. ¿Tendría ello algún efecto cuando esta persona falleciera? Rotundamente no. Los antibióticos no se quedan en el cuerpo permanentemente tras su administración, sino que persisten durante horas hasta que se metabolizan y se eliminan, ya sea por la orina o por las heces. Así que, en circunstancias normales, una persona que fallece no tiene antibióticos en su cuerpo salvo que esté en tratamiento con ellos.

En cuanto a los conservantes, estos se encuentran presentes en los alimentos en cantidades pequeñas y seguras. Que nosotros los consumamos con los alimentos no significa directamente que vayan a tener efectos conservantes en el cuerpo humano ni que los vayamos a absorber tal cual ni retener en el cuerpo indefinidamente como si se tratase de un almacén. Durante el proceso de digestión pueden ocurrir tres procesos.

  • Los conservantes se eliminan conforme pasan por el tubo digestivo
  • Los conservantes se degradan a moléculas más pequeñas que son las que finalmente se absorben y metabolizan en el cuerpo y no tienen ya, por sí mismas, efectos conservantes en el cuerpo humano.
  • Los conservantes se absorben, pero su cantidad es tan pequeña que no tiene efectos conservantes en el organismo humano. Por ejemplo, la sal común (cloruro sódico) es un conservante muy común en los alimentos y su ingesta no lleva a efectos conservantes en nuestro cuerpo por la sencilla razón de que la dosis que ingerimos es insuficiente para ello.

En conclusión, la afirmación de que ahora los cadáveres humanos tardan más en descomponerse por la gran cantidad de antibióticos y conservantes que se ingieren por los alimentos es una leyenda urbana que se asienta en una gran incultura científica y que fomenta el alarmismo injustificado frente a los alimentos.