El gran éxito de Disney+, The Mandalorian ha sido más extraño de lo que los fans suponían: no solo ha incluido entre sus personajes al célebre director Werner Herzog, sino además incluye uno de los más enigmas más curiosos — y vamos, tenemos que reconocerlo — tiernos, de un argumento cada vez más complejo y apegado de forma muy fiel al canon más conocido de las películas: un bebé de la misma especie de Yoda, cuya mera existencia ha provocado todo tipo de especulaciones sobre su sensibilidad a la fuerza, sus poderes y trascendencias.

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Después de todo, este bebé es el activo que buena parte de los cazadores del argumento han buscado por una buena cantidad de tiempo y que ahora, es el principal activo de nuestro misterioso protagonista.

Sobre todo, el segundo capítulo ha dejado algo muy claro: el llamado “Baby Yoda” es poderoso y es consciente — y sabe utilizar — de sus habilidades, o al menos todo lo que podría hacerlo un bebé. Cualquiera sea la respuesta, la diminuta criatura se ha convertido en el foco de atención porque confirma algunas de las teorías del canon original literario y en cómic de la saga interagalactica: la posibilidad que la fuerza se manifieste de manera muy marcada desde la más tierna infancia.

Después de encontrar al objetivo de buena parte de los caza recompensas de la serie, el mandaloriano en compañía de IG-11 (Taika Waititi) cruzan el paisaje implacable con el bebé a cuestas, solo para ser atacados de nuevo. Esta vez por tres cazarrecompensas trandoshanos, que intenta disputarse al bebé y, por supuesto, lo que supone una criatura de semejante valor. Pero en esta ocasión, el silencioso personaje interpretado por Pedro Pascal resulta herido de gravedad y es entonces, cuando el pequeño en su cápsula de Moisés intenta curarle, demostrando que posee poderes — explicaría la persecución y disputa a su alrededor — y también que sabe usarlos y puede hacerlo de manera voluntaria.

Al final, el pequeño interviene para salvar la vida del mandaloriano, con lo demuestra que la Fuerza es poderosa en él y lo convierte en un objetivo tentador para buena parte de los personajes en disputa de la serie.

Por supuesto, el llamado “Baby Yoda” es una forma por completo nueva de manifestar el uso de uno de los atributos Jedi más misteriosos y además, analizar el impacto que podría tener o no en la serie: las habilidades del bebé son lo suficientemente fuertes como para compararse a las del frustrado Luke Skywalker, que durante Star Wars: Episode V — The Empire Strikes Back (Irvin Kershner -1980), tuvo verdaderas dificultades para levantar del pantano Dagobah su X-wing; a pesar de recibir entrenamiento del mismísimo Yoga y llevar una considerable cantidad de tiempo haciendo intentos ímprobos por comprender la cualidad de la Fuerza que puede y necesita comprobar.

¿El bebé portentoso es la prueba que la Fuerza se manifiesta de manera muy temprana y además, puede ser utilizada de manera consciente por quién la posee desde la más tierna infancia? Tal vez se trate de un guiño de los productores de la serie a las variadas críticas que ha recibido el personaje de Rey (Daisy Ridle) por lograr asombrosos progresos en el uso de la Fuerza sin apenas entrenamientos.

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El pequeño Baby Yoda abre la puerta a todo tipo de especulaciones sobre la forma en que el misterioso poder actúa y puede manifiestarse y sobre todo, en cómo puede influir en su entorno.

Por lo pronto, es evidente que The Mandalorian brindará una especial importancia al concepto y mostrará una dimensión por completo original sobre un aspecto que pocas veces se analizó en las películas: la naturaleza y dimensiones de la Fuerza.

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