Después de la muy pública disputa entre Sony y Marvel por los derechos sobre Spider-Man en el cine algo quedó muy claro: las colaboraciones a medias entre compañías basadas en el derecho de autor no siempre son sencillas, mucho más cuando los productos sobre los que se basan las negociaciones tiene el potencial de convertirse en un éxito. La experiencia deja a su paso una nueva interpretación sobre las negociaciones en trastienda, pero además la certeza que se trata de terreno movedizo en la que cualquier acuerdo corre el riesgo de naufragar con facilidad.

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Ya Marvel había pasado por una situación semejante, aunque en condiciones radicalmente distintas, después de que la llegada de Disney+ obligara a Netflix a cancelar las series protagonizadas por los personajes de la casa de las ideas que formaban parte de su plataforma. Se trató de una decisión que implicó para Netflix perder parte de su material más popular en catálogo, pero también un reflejo de lo que está ocurriendo detrás de la guerra entre compañías basadas en el derecho de autor y para Marvel/Disney, absorber personajes y experimentos televisivos exitosos con suma facilidad.

Hasta ahora, las colaboraciones entre estudios y productoras resultaban viables bajo el esquema de ganancias y beneficios compartidos de manera más o menos equitativas. No siempre se trató de procesos del todo sencillos, como demostró la forma abrupta en que terminaron las relaciones entre Netflix y Marvel. Tal pareciera que una vez que las distintas opciones en cable y streaming comenzaron a enfrentarse entre sí en una disputa directa, el mapa de uso y explotación de los distintos personajes e historias, cambió de manera radical y dejó claro que la forma en que se comprende la utilización de marcas alternas puede convertirse en un nudo contra el que debe luchar cualquier producción a futuro.

¿Cuánto afectará un panorama semejante la forma en que disfrutamos de los productos en la pantalla grande y chica? Aún está por verse.

Una ruptura anunciada

Disney

Para cuando se anunció la llegada del canal de suscripción streaming de Disney fue evidente que se avecinaban todo tipo de cambios con respecto a varios de los personajes de Marvel en la televisión, la mayoría de ellos en el catálogo de Netflix. Por supuesto que la cadena llevaba todas las de perder apenas comenzó la reestructuración que llevaría a analizar el posible contenido del nuevo canal de la casa de Mike Mouse: Netflix pagaba una considerable suma de dinero en derechos por producir los programas de Marvel, sin ser dueños —ni optar a serlos— de sus derechos de distribución y explotación. En resumidas cuentas, Netflix actuaba como un intermediario de Disney para explorar el Universo Cinematográfico de Marvel más allá de los cómics y comprobar la efectividad de personajes poco conocidos, en contraposición a los que los que formaban parte de sus historias más emblemáticas.

Para el canal de suscripción se trató de un riesgo calculado: llevar a la televisión historias que no le pertenecían implicó una limitación creativa lo suficientemente dura como para tener que reelaborar los argumentos a la medida de las posibles peticiones —o restricciones— de terceros. Pero de alguna forma, el acuerdo funcionó y DareDevil, Jessica Jones y Luke Cage entre otros se convirtieron en éxitos instantáneos de la cadena, sobre todo, al construir un estilo particular que se diferenciaba por completo del Universo cinematográfico de Marvel y sus aventuras en la pantalla grande.

Se trató de una negociación en la que Disney/Marvel obtuvo los mejores beneficios: logró convertir en fenómenos de crítica historias con un fandom reducido y asegurarse de que personajes desconocidos para las grandes audiencias, encontraran un lugar y un público cautivo. Al final, los shows marvelitas era márketing gratuito para Disney y para cualquier proyecto asociado a la posible utilización de las historias en el catálogo del futuro canal streaming.

Es evidente que Disney tuvo en cuenta el fenómeno al momento de decidir recuperar su contenido en Netflix. Aunque aún no existen planes reales o concretos sobre el futuro de los personajes que formaron parte del catálogo del canal, diversos rumores aseguran que Kevin Feige se está planteando la posibilidad real de incluir el universo televisivo de la casa de las ideas en el cinematográfico. Semanas atrás, se habló que era probable que el Daredevil interpretado por el actor Charlie Cox podría formar parte del elenco de la futura tercera parte de Spiderman en un pequeño cameo. Sea cierta o no la posibilidad, el hecho que ambos universos puedan integrarse –algo que por otra parte los fans han esperado por más de una década— demuestra que la maniobra de Disney de recuperar a sus personajes de terceras plataformas es algo más que una decisión sobre licencias y contenido.

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Claro está, para Netflix es también un cambio en la forma en que hasta ahora había producido contenido original en colaboración con terceros: sin competencia a la vista, el canal no tenía inconvenientes en hacer publicidad expeditiva e involuntaria a otras compañías. Pero una vez que Disney Plus se convirtió no sólo en su más cercano contendiente — y el que tiene más posibilidades de posicionarse en la misma franja de audiencia que el suyo — las cosas dejaron de ser tan sencillas. De modo que es posible suponer que la ruptura entre Marvel y Netflix, no fue un movimiento únicamente de la casa de las Ideas, sino también una decisión de la plataforma para salvaguardar sus propios intereses.

Desde ese punto de vista se trata de una transformación evidente en la forma en que se analizan las relaciones financieras entre cableras, producciones y estudios: después del público enfrentamiento entre Marvel y Netflix, a la que le siguió una situación semejante con Sony, la gran pregunta es cómo afecta a futuro las relaciones entre empresas que comparten contenido o incluso, colaboraciones de producción. ¿Será el precedente de las tensas negociaciones entre Sony y Marvel sobre Spiderman un peso en específico en contractos futuros que impliquen material intelectual? ¿Qué ocurrirá con producciones como Watchmen y otros tantos, que funcionan a dos bandas dentro de la negociación entre los canales de cable y la editorial de origen?

Todavía se trata de un proceso incierto: el impacto que podría tener en los contenidos de Netflix la ausencia de los principales productos Marvel aún no es muy claro. El canal de streaming mantiene estadísticas complejas y detalladas sobre la forma en que funciona los hábitos de sus suscriptores, pero no los publica, lo que hace difícil predecir el peso y la importancia que pudiera tener perder material o añadir alguno original.

¿Eran realmente tan exitosos los shows de Marvel a nivel de audiencia como lo eran a nivel de crítica? ¿El costo de producción equipara su rentabilidad como producto destinado a atraer el mayor número de suscriptores? Sin estadísticas semejantes, solo queda suponer que la ruptura entre la casa de las ideas y Netflix fue una decisión meditada incluyó una reestructuración de los espacios en la cultura pop como contenido que ambas productoras manejan, algo de capital importancia en el ámbito del entretenimiento actual.

¿Qué ocurrirá a partir de noviembre, cuando Disney+ llegue para medir fuerzas directamente con Netflix? Quizás será el momento de calcular el impacto — y la trascendencia — de los movimientos estratégicos que las productoras han llevado a cabo hasta ahora, en toda su profundidad y envergadura.

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