Es un hecho que muy pocos pueden refutar: a medida que envejecemos, dejamos de seguir el ritmo de la música popular, lo que muestra que los gustos musicales cambian a según avanza el tiempo.

Son comunes las expresiones de personas mayores que catalogan la música nueva como “ruido sin sentido”, “todas suenan iguales” o “ya no hacen música como la de antes”. Pero esa misma percepción musical la tuvieron nuestros padres y es un fenómeno que se ha venido repitiendo en cada generación.

Nostalgia musical

Es sabido que los gustos musicales comienzan a solidificarse a los 13 o 14 años, y que se afianzan con bastante firmeza en los primeros 20 años. Estudios indican que la mayoría de las personas dejamos de explorar nueva música alrededor de los 33 años, por lo que es probable que la música que “marcó” nuestra juventud siga siendo bastante popular entre nuestros contemporáneas.

En los últimos años, psicólogos y neurocientíficos han confirmado que estas canciones tienen un poder desproporcionado sobre nuestras emociones, y han descubierto evidencia que sugiere que nuestros cerebros nos unen a la música que escuchamos en la adolescencia con más fuerza que cualquier cosa que escucharemos en la adultez, una conexión que no se debilita a medida que envejecemos.

La nostalgia musical, por así decirlo, no es solo un fenómeno cultural: es un comando neuronal. Sin importa cuán sofisticados sean nuestros gustos, nuestros cerebros pueden quedarse atascados en esas canciones que nos obsesionaron durante el drama de la adolescencia.

Para entender por qué nos apegamos a ciertas canciones, es útil comenzar con la relación del cerebro con la música en general. Cuando escuchamos una canción por primera vez, estimula nuestra corteza auditiva y convertimos los ritmos, melodías y armonías en un todo coherente. A partir de ahí, nuestra reacción a la música depende de cómo interactuamos con ella.

Reacción emocional

Aparte del amor y las drogas, nada provoca una reacción emocional tan fuerte como la música. Los estudios de imágenes cerebrales muestran que nuestras canciones favoritas estimulan el circuito de placer del cerebro, que libera una afluencia de dopamina, serotonina, oxitocina y otros neuroquímicos que nos hacen sentir bien. Cuanto más nos gusta una canción, más se activa dicha neuroquímica, inundando nuestros cerebros con algunos de los mismos neurotransmisores que activa la cocaína.

No obstante, para muchas personas mayores de 30 años, las obligaciones laborales y familiares aumentan, por lo que hay menos tiempo para descubrir música nueva, lo que fomenta que muchos simplemente escuchemos las canciones de ese período memorable de nuestras vidas, cuando todo era más divertido.

Pero, aunque nuestro compromiso con la música puede disminuir a medida que envejecemos, la música sigue siendo importante para nosotros, es solo que nuestros gustos se adaptan a los “desafíos” particulares que enfrentamos en las diferentes etapas de nuestras vidas.

En cierto modo, todo es parte del orden natural de las cosas. No hay nada malo en el hecho de que a tus padres no les gusta tu música, a nuestros padres tampoco les gustaba la música de nuestra generación.

Referencias:


- Losing the Music: Aging Affects the Perception and Subcortical Neural Representation of Musical Harmony. Journal of Neuroscience, 2015.

- Music through the ages: Trends in musical engagement and preferences from adolescence through middle adulthood. Journal of Personality and Social Psychology, 2013.

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