Para ser un artista de los que pasan a la historia a veces hay que dominar las leyes de la física, incluso sin ser consciente de que las dominas. O quizás sí. Si tenía conocimientos sobre ellas es un misterio, pero lo que parece claro es que las obras de Jackson Pollock alcanzaron la genialidad gracias a la forma concreta en que el pintor estadounidense aprovechaba la mecánica de fluidos para derramar la pintura sobre el lienzo.

Es la conclusión de un estudio publicado hoy en PLOS ONE por un equipo de científicos de la Escuela de Ingeniería de Brown y la Universidad Autónoma de México. Se muestra cómo una técnica muy depurada permitía al artista evitar un fenómeno, denominado inestabilidad en espiral.

Emulando al genio

Los autores del estudio sabían que, al contrario que otros pintores, Pollock no utilizaba pinceles, sino que directamente vertía la pintura desde latas y otros recipientes.

Esto fácilmente podría dar lugar a la formación de rizos y bobinas, que se da cuando un líquido viscoso se deja caer sobre una superficie. La inestabilidad en espiral es algo que todos podemos ver en nuestro día a día, por ejemplo, cuando dejamos caer un poco de miel en una tostada y vemos cómo se enrolla sobre ella. Sin embargo, y aunque hubiese sido lo más probable, no se observa que ocurriera en los cuadros del pintor.

En busca de una explicación, estos investigadores analizaron a fondo un vídeo en el que se ve al estadounidense trabajando. Se centraron sobre todo en determinar la velocidad de sus movimientos y la distancia del lienzo a la que derramaba la pintura. Una vez recogidos estos y otros datos, pasaron a recrear experimentalmente el procedimiento. Lógicamente, sin la destreza del pintor no fue posible hacerlo tan bien como él, pero sí reproducir la técnica. Además, no solo emularon los parámetros de Pollock, sino que también hicieron lo propio variando la velocidad y la altura. Así, pudieron concluir que las cifras utilizadas por el artista estaban destinadas a evitar el enrollamiento, de modo que el líquido cayera formando líneas bien definidas.

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Según ha explicado en un comunicado el autor principal del estudio, Roberto Zenit, tradicionalmente el mecanismo usado por el pintor estadounidense se conoce como “técnica de goteo”, pero desde el punto de vista de la mecánica de fluidos sería un término inadecuado, puesto que en ese ámbito gotear supone dispensar el líquido de modo que genere pequeñas gotas y lo que él hacía no era eso, puesto que tendía a formar filamentos ininterrumpidos, extendidos por el lienzo.

Estos científicos desconocen si Pollock tendría conocimientos sobre física. Más bien, es posible que llegara a depurar su técnica a través de “ensayo y error”. De cualquier modo, fuese o no consciente, su dominio de la mecánica de fluidos lo convirtió en uno de los mejores pintores abstractos del siglo XX.

Este estudio ha permitido desentrañar un dato muy curioso sobre el pintor, pero también tiene una aplicación muy interesante, de cara a la detección de falsificaciones, ya que la presencia de rizos en la pintura, por desapercibidos que pasen en un principio, indicaría que no es una obra suya. ¿Quién dijo que la ciencia y el arte no tienen nada que ver?

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