La historia del cómic moderno debe mucho al Watchmen de Alan Moore. La novela gráfica que cambió no solo la forma de contar historias en el mundo de las historietas, sino además la específica visión del bien y el mal maniqueo; el cual, hasta entonces había sido parte esencial de cualquier narración en viñetas. La obra de Moore —poderosa, polémica, violenta y profundamente desconcertante— abrió la posibilidad de meditar sobre la naturaleza supe heroica desde lo humano, lo que la convirtió en un audaz punto de vista sobre la responsabilidad y las implicaciones del poder.

Con sus matices en grises, su agresiva propuesta sobre la naturaleza del hombre, pero en particular de la necesidad del autor de hacerse preguntas incisivas sobre la posibilidad del deber moral relacionado con lo extraordinario, Watchmen marcó un antes y un después en la concepción del cómic como lenguaje narrativo.

Por supuesto, con una obra de semejante envergadura entre manos, la relación de Moore con su historia más conocida no ha sido la más sencilla: en más de una ocasión, el autor renegó de la historia por considerar que nació gracias a un contexto y como tal perdió sentido a medida que el mundo a su alrededor cambió y erosionó los puntos más polémicos e incómodos del argumento.

De hecho, en una entrevista para el periódico británico de The Guardian que ofreció poco después que la versión de Zack Snyder llegara a la pantalla grande, Moore confesó el poco respeto que le despertaba su crítica social solapada bajo máscaras y los estereotipos más comunes del género de superhéroes. “Las cosas que hicimos en Watchmen podrían ser francamente horribles, sensacionalistas o desagradable si los interpretaras literalmente a través del cine”, explicó. Fue una admisión tácita producto de su época y, sobre todo, de cuestionamientos intelectuales que perdieron vigencia con las décadas.

Pero no todo es tan sencillo: las disputas del autor con la editorial DC, además de la insistencia del autor por conservar la integridad artística que caracteriza su obra, provocó que su mirada sobre lo que fuera un manifiesto sobre la hipocresía cultural. El desarraigo, la soledad moderna y otros tantos temas meditados a través de personajes imperfectos y rotos cambiaría por completo. Para el final de la década de los noventa, el conflicto de Moore con su obra más emblemática se convirtió en rechazo, y por último en una severa crítica a la motivación que le llevó a crear la historia.

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Más allá de eso, el escritor dejó claro más de una vez su profundo rechazo a cualquier adaptación de la novela gráfica, considerando que el verdadero sentido de su valor era la capacidad de la historia del cómic para convertirse en un discurso concreto. Con una política hacia los grandes estudios que incluye no aceptar dinero por regalías y negarse a que su nombre aparezca en los créditos, para Moore resulta una cuestión de honor la posibilidad que su obra sea adaptada a cualquier otro lenguaje más allá del papel. Después de la película de Snyder —respetuosa del material original, ingeniosa en su manera de trasladar los complicados hilos argumentales de la historia al lenguaje cinematográfico— la posibilidad de una nueva versión en cualquier plataforma, quedó en entredicho, mucho más por el boicot que el autor comenzó contra el resultado final en la pantalla grande.

“Creo que el cine en su forma moderna es prácticamente un abuso. Nos da todo en bandeja, lo que provoca una disminución en nuestra imaginación cultural colectiva. Es como si fuéramos aves recién nacidas en el nido que miran hacia arriba con el pico abierto a que venga Hollywood con sus gusanos regurgitados”, declaró por entonces, lo que pareció zanjar el tema de una adaptación sobre su obra seminal. Hasta ahora.

HBO y un reloj de manecillas amarillas

Con una agresiva campaña de marketing y, además, la promesa de “expandir y profundizar” la historia original, la serie Watchmen llega a HBO con toda la intención de brindar una nueva dimensión a una historia que quizás no lo necesita. O al menos, de la forma como sugieren los escasos detalles que el canal por cable ha difundido sobre la que espera sea su próxima serie emblema: la adaptación que llegará el 20 de octubre de este año, no sóoo es un spin off en toda regla, sino además una versión “remezclada” del material de origen, en la que los arcos argumentales están relacionados de forma marginal con la novela gráfica de Moore. Para bien o para mal, HBO tomó la arriesgada decisión de dar un salto considerable de lo que hasta ahora conocemos sobre Watchmen y comenzar un hilo narrativo propio, lo que puede ser tanto una audacia como un error de cálculo sobre el valor de la obra de Moore en la cultura pop.

Los avances y clips difundidos por HBO muestran, además, que esta nueva versión —que no adaptación— de Watchmen juega con la idea de mostrar el actual clima social, cultural e intelectual de un mundo violento y tecnificado. Lo que coloca al argumento en la incómoda situación de hacerse preguntas y cuestionamientos sobre la posibilidad que la noción del superhéroe deba evolucionar de la forma en que le conocimos en la novela gráfica original.

Después de todo, la reflexiones morales y filosóficas de Adrian Veidt tienen poco o ningún valor, si se despojan de su atemporalidad y se reconstruyen bajo la condición de formar parte de un discurso concreto que intente reflejar una sociedad en concreto. ¿Intentará la serie de HBO hacerlo? Todo indica que sí.

Por supuesto, la serie conserva —o eso parece sugerir el material disponible— que la capas, crímenes y conspiraciones que forman parte de la historia de Moore tendrán su versión en la televisión, aunque no con la suficiente efectividad que podrían tener descontextualizadas o en el peor de los casos, relacionadas de manera directa con algo más elaborado.

De modo que la gran pregunta que queda en el aire, tanto para seguidores del género como los seguidores de la obra de Moore, es que tan válido resulta utilizar personajes y el nombre de una obra fundacional de la cultura Pop, si su identidad quedará solapada y aplastada bajo el peso incómodo de una adaptación incompleta.

Watchmen y el peso del legado

Hay una razón por la que los spin off y material relacionado con Watchmen jamás llevan el nombre de la obra: una muestra de respeto. Doomsday Clock de Gary Frank y Brad Anderson, es una secuela directa de la obra de Moore que renunció a llevar el título, a pesar que sus líneas argumentales están directamente relacionadas con la novela gráfica del autor. ¿Tiene HBO la intención de hacer algo parecido? Sería lo más conveniente, a juzgar por el hecho que el enfoque de la historia en pantalla está dirigido en apariencia a una generación mucho más joven y que es probable, analice la historia desde criterios distintos a los que hasta ahora se había hecho.

De modo que es evidente que la Watchmen televisiva tendrá un tono independiente y podrá sostener sin necesidad de versionar la obra original. Por tanto, la pregunta inmediata es el motivo por el que el canal por cable decidió llamar a la serie de la misma forma que la novela gráfica.

¿Se trata del hecho de dejar claro que es una revisión inmediata del mundo después de los eventos finales de la obra? Después de todo, en algunas escenas se ha podido ver al Dr. Manhattan —o el anuncio de una posible aparición del personaje— y a un envejecido Adrian Veidt, interpretado por un magnífico Jeremy Irons. Toda una declaración de intenciones sobre la forma en que el canal por cable desea que se perciba la serie: una sucesora inmediata del material original. ¿Pero es suficiente de ambos personajes para lo que sea?

HBO debe manejar el inconveniente básico de su versión: si es como indica la información difundida, los eventos ocurrirán luego de los narrados en la obra original, lo que significa que dos miembros del grupo original estarán muertos y desaparecidos, además de otros, fuera del radar del argumento.

¿Cómo manejará la serie semejante ausencia? ¿Cómo logrará empalmar una situación política y cultural diametralmente distinta a la de la novela gráfica, para mantener el discurso original? ¿Intenta hacerlo siquiera? De no ser así, ¿entonces por qué insistir en llamar a la serie como la obra? ¿Se trata de un mero llamamiento publicitario?

Por supuesto, la serie Watchmen quizás busque crear su propio impacto cultural y jugar con la manera en que se perciben los superhéroes, después de la larga sucesión de películas y material relacionado que llena la cultura pop en la actualidad. Con el éxito de The Boys de Amazon Prime Video es evidente que la percepción de un tipo de super heroísmo mezclado con los peores rasgos morales del hombre actual puede tener un resultado explosivo a nivel de audiencia y crítica.

Pero, de nuevo, la gran incógnita recae sobre el hecho de utilizar la noción sobre lo que significa Watchmen a nivel general. ¿La serie desea capitalizar el fenómeno? ¿O intentará algo más arriesgado?

Sin duda, el gran cuestionamiento sobre el uso expeditivo de la fama que rodea a Watchmen como símbolo pop, solo tendrá relevancia una vez que la serie llegue y se analice como un producto por separado. En ese momento será posible juzgar que desea mostrar el canal y cuál será el discurso que utilice para hacer llegar su mensaje, un tránsito complicado al que programa deberá enfrentarse desde sus primeros capítulos.

Watchmen llegará a la pantalla de HBO el 20 de octubre y estará protagonizada por por Jeremy Irons, Regina King, Don Johnson, Tim Blake Nelson, Louis Gossett Jr., Yahya Abdul-Mateen II, Tom Mison, James Wolk, Adelaide Clemens, Andrew Howard, Frances Fisher, Jacob Ming- Trent, Sara Vickers, Dylan Schombing, Lily Rose Smith y Adelynn Spoon, bajo la dirección del showrunner Damon Lindelof.