En octubre, la Editorial DC lanzará una línea de historietas al estilo de los Elseworlds (historias independientes sin relación con el canon original) en formato “One shots” o de un único número para coleccionistas. ¿La propuesta? Llevar a la pantalla varias de las historias más emblemáticas de la casa editorial al multiverso Oscuro, que ya conocimos por la línea Dark Nights: Metal (junio de 2017 — marzo de 2018) de Scott Snyder y Greg Capullo y cuya influencia sigue teniendo especial importancia en varias líneas argumentales como en Batman: The Man Who Laugh de Ed Brubaker. La colección incluirá historias célebres como The Death of Superman (1992) de Dan Jurgens, Batman: Knightfall (1993) de Doug Moench y también, la trascendental obra de Alan Moore del 1988, The Killing Joke.
La importancia de la obra de Moore dentro del mundo del cómic es capital. Aún sin fecha de lanzamiento y sin que se sepa cuál equipo creativo llevará a cabo semejante encargo, la mera posibilidad de que una de las historias fundamentales de DC sufra un cambio mayor en una de sus líneas argumentales resulta en especial sorprendente. La descripción del futuro proyecto deja muy claro que, para la editorial, es de considerable importancia brindar un giro insólito a la que quizás es la historia que muestra la evolución más profunda de sus personajes.
“Con los mejores autores y artistas, Tales from the DC Dark Multiverse va más allá del Multiverso y se sumerge en la oscuridad con nuevas líneas de tiempo y modifica los momentos decisivos de la historia de DC”, insistió DC en la presentación de las venideras publicaciones. “¿Cuáles serían las consecuencias si el disparo de The Joker hubiera golpeado a James Gordon en lugar de a Barbara? ¿Cómo sería el Universo DC?”, añadieron.
Por supuesto, se trata de una pregunta válida: gracias al Jocker de Moore —y sus acciones— el Universo DC tomó una nueva dimensión que de hecho, marcó una etapa brillante para la editorial. Ganadora del premio Eisner en 1989, la novela gráfica redimensiona la figura del héroe y del villano como símbolos modernos. Para Moore además, se trató de una oportunidad única de brindar contexto y una historia de origen al clásico Guasón, que en la obra toma la proporción de un antihéroe trágico. Ahora, su peso fundamental podría enfrentarse a la necesidad de hacer calzar el argumento en una versión del cómic menos oscura y mucho más ligera que el material original. ¿Podría ocurrir algo semejante?
La locura está a la distancia de un mal día
Alan Moore elaboró para The Killing Joke una trama retorcida que transformó para siempre la tradicional historia de Batman. No solo analiza la historia del héroe de Gotham y el Jocker de forma paralela —dotándolos de una dimensión argumental inédita—, sino que plantea la idea novedosa que ambos sufren de un tipo de locura —en la medida que la transgresión anárquica sea considerada como tal—, pero canalizada de manera distinta y contradictoria. Mientras el Jocker usa la violencia como expresión, Batman decide hacerlo a través de un estereotipo distorsionado del héroe. Una y otra vez, Moore reflexiona sobre la naturaleza humana y, sobre todo, acerca de los elementos que hacen al hombre moralmente complejo.
Pero la obra tiene un reverso oscuro. Aunque se le sigue considerando técnicamente excelente en términos de escritura y arte, The Killing Joke fue, y sigue siendo, criticada por su violencia explícita, la cruel sexualización de sus personajes y la notoria intención de Moore de crear un contexto agresivo en que las acciones de los personajes queden más que justificadas. ¿Podría esta nueva revisión suavizar una historia creada para la provocación y cuyo centro motor es un controversial uso de la violencia?
Se trata de una posibilidad cierta: en 2015, el artista Rafael Alburquerque homenajeó a la obra con motivo del 77 aniversario de DC cómic con una portada de colección reinventando una de las escenas que suele producir mayor incomodidad dentro de la historia: la tortura de Barbara Gordon/Batgirl. Moore plantea la agresión de una manera espeluznante: es un acto de vejación de profundas implicaciones psicológicas que no sólo afecta a la víctima sino a la estructura fundacional de la historieta.
La portada no deja lugar a dudas sobre su intención. En ella, Bárbara Gordon —llevando su icónico traje como Batgirl— aparece maniatada, con el rostro cubierto de lágrimas y, además, con una sonrisa demencial pintada sobre la piel —símbolo del personaje— con lo que parece ser sangre. El Jocker la sostiene apuntando a la cabeza con una arma de fuego. La imagen es perturbadora pero solo es el reflejo del argumento que analiza al detalle la novela gráfica en la que se basa. El escándalo no se hizo esperar y la portada fue retirada, aunque solo reflejaba lo esencial del cómic de Moore.
Además, el cómic crea opiniones polarizadas que provocan que la discusión sobre el uso de sus símbolos y lenguaje narrativo sea del todo apropiado para una historieta como Batman, que hasta entonces había analizado de manera más o menos superficial las motivaciones del bien y el mal. Incluso Alan Moore no parece del todo feliz con el resultado final de su trabajo. Hace un par de años, el guionista dejó claro que no estaba del todo satisfecho con el argumento. “Pensé que era un tratamiento demasiado violento y sexualizado para un personaje de cómic simplista como Batman y un paso en falso lamentable de mi parte”, respondió en una sesión de preguntas y respuestas de Goodreads.
¿Puede ser esta nueva versión de la historia una oportunidad de hacerla más consumible pero, sobre todo, adecuada a los modernos cánones de lo políticamente correcto? La experiencia con Alburqueque demostró que el tono de la obra de Moore no podría ser del todo aceptable para una época en la que la cultura pop se encuentra bajo un insistente escrutinio moral. Un idea preocupante al momento de analizar la importancia de The Killing Joke en el futuro del mundo del cómic.