La versión original de este artículo fue publicada en julio de 2019, actualizado en mayo de 2021 debido a la nueva aparición de Sophia en el conteo de las Elecciones a la Comunidad de Madrid.
Sophia cuenta con una cara hecha con una silicona especial patentada. Bajo ella, varios motores de muy pequeño tamaño mueven sus facciones para intentar expresar gestos humanos. Sus ojos son capaces de seguir la mirada de una persona gracias a reconocimiento facial, y puede responder a conversaciones más o menos avanzadas con humanos gracias a su Inteligencia Artificial.
Todo en el anunciado como el o la robot más avanzado del mundo ronda lo que hemos visto en cientos de relatos de ciencia-ficción: una mente artificial capaz de interactuar con humanos e incluso llegar a imitar sensaciones y empatía. Sophia lleva saliendo en diversos medios desde que fuera presentada al público en febrero de 2016, y estas días se ha hecho noticia con motivo de las Elecciones de a la Comunidad de Madrid: la humanoide (¿es necesario el género en robots?) estará en el Centro de Datos en el que se seguirán las elecciones e irá dando información a los medios sobre el estado de los conteos.
Antes su imagen robótica había sido ya especialmente pródiga en España, donde protagoniza un spot sobre una marca de agua y también se ha pasado por el plató del programa El Hormiguero, al igual que ha hecho por tantos otros, incluyendo el show de Jimmy Fallon.
Su fama no se detiene en el asombro televisivo de un robot que responde con bastante acierto a interacciones de famosos, se ha convertido casi en un icono del futuro, de todo lo que la Inteligencia Artificial va a traer. Apareció en la portada de la revista ELLE, fue nombrada la primera "campeona de innovación" no humana de la ONU. E incluso Arabia Saudí le otorgó la nacionalidad en 2017 durante una de sus conferencias: una decisión un tanto paradójica dados los limitados derechos con los que cuentan las mujeres sauditas.
Por hacer, Sophia hasta se ha convertido en un meme cuando en una entrevista soltó -entendemos que a modo de broma, aunque tampoco es que su capacidad de expresar ironía esté muy perfeccionada- que quería “destruir a los humanos”. ¿Pero hasta qué punto es profunda su inteligencia artificial? ¿Es tan inteligente como parece o tiene más de producto de marketing? Hablemos de ello.
Sus creadores: un artista de animatronics de Disney y un científico de IA
Sophia ha sido desarrollada por Hanson Robotics, empresa de ingeniería robótica con sede en Hong Kong fundada por el norteamericano David Hanson. Suya no ha sido sola la creación de Sophia, sino también de otros de los humanoides más inquietantes y realistas del mundo.
En 2005, durante un evento organizado por la revista Wire, fue expuesto por primera vez el conocido 'replicante' de Philip K. Dick. El androide no era más que una base de datos con patas que podía recitar y replicar con frases de los textos del escritor, y que servía como homenaje a su memoria. Sin embargo, su aspecto, tétricamente realista, impresionaba.
Después llegarían robots similares inspirados en Albert Einstein, en primer lugar el HUBO, que era un robot con la cabeza de silicona del físico, y después el modelo Profesor, ideado para labores de enseñanza en clase. Todo había salido de la mente de Hanson, pero él en realidad no era ingeniero; sino más bien un artista con mucha imaginación.
David Hanson se tituló en Bellas Artes e hizo un Doctorado en la Universidad de Texas sobre artes interactivas. Desde la Universidad se interesó por la creación de esculturas hiperrealistas, y por la figuración humana de robots. Así, acabó trabajando para Disney en la creación de los animatronics que la compañía dispone por sus parques de atracciones: unas obras de arte en sí mismas por su extraordinario realismo.
Hanson coescribió en 2005 un artículo de investigación que exponía su visión del futuro de la robótica. En él defendía una tesis se parece mucho a lo que está pasando ahora con el robot Sophia. Bajo el título, Trascendiendo el valle inquietante, Hanson se oponía a esta conocida teoría, que dice que cuando un humanoide se asemeja demasiado a la figura de un ser humano este comienza a causar rechazo, asegurando que estos prototipos pueden ayudar a entender mejor la idea sobre “lo humano” y animaba a experimentar con ellos.
El creador intelectual de Sophia y de su parte anatómica es por lo tanto más un excelso artista de los animatronics que se ha volcado en la robótica, llegando a patentar la piel de goma flexible basada en silicona que cubre la cara de sus robots y que lo hacen tan realistas.
La segunda mente tras Sophia sí que aporta ahora todo el componente científico. Ben Goertzel es el jefe científico de robótica de Hanson y quien ha configurado a la androide desde la parte de su software. Goertzel es uno de los cerebros de referencia en materia de IA. Además de su trabajo en Hanson, ha formado una startup que intenta implementar los beneficios del blockchain al aprendizaje automático, otra de predicción financiera, y también es presidente de la fundación OpenCog, el que pretende ser el referente en código abierto en materia de inteligencia artificial, y en el que se basa en gran parte Sophia.
Cómo funciona Sophia
Según contó el propio Goertzel en una entrevista con The Verge, las capacidades de la androide para interactuar con humanos, almacenar y aprender de las conversaciones que tiene, y dirigir la mirada y gesticular intentando ser expresiva se basa en tres componentes: un sistema de dicción de textos en directo inteligente para incluir variaciones sobre la marcha, un sistema de chat sofisticado, y la tecnología de OpenCog que comentábamos para que vaya mejorando poco a poco.
Desglosándolo un poco, la primera característica permite que Sophia precargue un texto que va a decir por ejemplo en una presentación y luego usar el aprendizaje automático para hacer coincidir las expresiones faciales y pausas en la dicción. Con respecto a su sistema de diálogo, ella puede mirar a las personas, escuchar lo que dicen, pasarla de audio a texto para procesarlo usando como base tecnología de Google, y ahí elegir una respuesta escrita previamente basada en lo que dijo esa misma persona, además de ampliar la conversación comentando cualquier dato recogido de internet, como un resultado deportivo o el precio del bitcoin. Además, su sistema de reconocimiento facial está entrenado para intentar entender expresiones y así comprender el estado anímico o los sentimientos de su interlocutor.
Por último, la parte de IA hace que Sophia vaya poco a poco procesando esa información y mejorarando sus respuestas y gestos cada vez más. Pero no, obviamente no tiene una conversación natural con nadie, ni lee un discurso que ha escrito ella misma cuando se expone ante centenares de personas. Es para lo que da ahora mismo la inteligencia artificial, que aún no es muy 'lista' en contextos diversos. Sophia sigue siendo, en palabras del propio Goertzel, “una interfaz con varios software y tecnología de Inteligencia artificial”, que él mismo define aún en “estado embrionario”, pero que confía que a futuro se pueda convertir en una Inteligencia Artificial General o Dura, como se define a la posibilidad de que pueda resultar tan natural y potente como la inteligencia humana biológica.
Un chatbot con cara: expertos en Inteligencia Artificial han atacado a Sophia
Por ello, han sido varias las voces críticas que se han lanzado contra Sophia, acusando su componente de producto de marketing por encima de verdadera representación de la innovación.
Yan Lecunn, jefe de inteligencia artificial en Twitter, salió hace unos meses en Twitter reaccionando a un vídeo de Sophia en el que decía que la androide era a la IA lo que un prestidigitador frente a magia real. A su vez, otros expertos se han sumado para definir a Sophia más bien como “un chatbot con cara”.
Por su parte, Goertzel como decimos nunca ha negado que el robot que diseñó tenga sus limitaciones, aunque también defiende "que está a la vanguardia en términos de integración dinámica de percepción, acción y diálogo".