Parecía que nunca iba a llegar, pero el 5G, la eterna promesa de los operadores y las tecnológicas, ya “circula” por las calles de quince ciudades españolas. Tras años de conversación –en muchos casos, vacía– sobre esta revolucionaria conectividad, operadores como Vodafone han presionado el botón de encendido de su nueva infraestructura, la cual promete velocidades inalámbricas de hasta 1 Gbps y latencias de menos de 10 milisegundos.

Sobre el papel, la llegada del 5G abre un mundo de posibilidades casi inimaginable. Pero, ¿ocurre lo mismo en la práctica? Para comprobarlo, en Hipertextual hemos deambulado por Madrid con uno de los primeros smartphones compatibles (LG V50 ThinQ) conectado a la red de Vodafone.

Spoiler: lo que ya anticipamos en noviembre de 2018, se confirma en esta primera toma de contacto con el 5G “real”.

No te emociones por la llegada del 5G

Cómo se comporta la red 5G

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Los datos recopilados durante los últimos días arrojan una conclusión muy clara: el 5G, tecnológicamente, es un logro mayúsculo. Caminar por la Puerta del Sol (Madrid) y recibir, en la palma de la mano, entre 600 y 900 Mbps es algo increíblemente futurista que abre todo un mundo de posibilidades. Estamos hablando de un ancho de banda superior al disponible en la mayoría de hogares españoles, el cual ronda entre los 300 y los 600 Mpbs (mediante fibra óptica).

Para conseguir esta experiencia, Vodafone hace uso de la banda de 3,7 GHz, que forma parte de la franja comprendida entre los 3,4 y los 3,8 GHz –el único segmento licitado por el Gobierno de España–. Se espera que, en los próximos meses, los operadores pujen por la banda de 700 MHz, que complementará a la red de 3,7 GHz y facilitará el despliegue de red 5G –aunque, para ello, el Ministerio tendrá que acometer primero el Segundo Dividendo Digital–.

Dicho esto: la red 5G de Vodafone está, al menos en Madrid, muy verde. En la Puerta del Sol resulta sencillo obtener entre 600 y 900 Mbps, pero, en movimiento, la experiencia con la red es bastante inconsistente. Caminando por las calles que conectan Sol y Callao, el V50 ThinQ alterna con frecuencia entre 4G y 5G, en lugar de permanecer en esta última de forma continuada. Y lo mismo sucede en la plaza de Lavapiés, Plaza de España y otros tantos sitios de la geografía madrileña.

En algunos escenarios, la experiencia con el 5G de Vodafone ha llegado a ser aún más inestable. Con el V50 conectado a la red 5G, algunos test de velocidad llegaron a reflejar 7 Mbps de descarga –un ancho de banda inferior, incluso, al promedio servido sobre 4G–. Bastaba con caminar 20 metros, eso sí, para que los 600 Mbps volvieran a la palma de la mano.

Esta inestabilidad en la infraestructura 5G actual es algo que Vodafone reconoce –de hecho, aseguran estar trabajando día tras día en la optimización y mejora del servicio–. No obstante, no hay una ventana temporal exacta a partir de la cual se espere que el 5G opere de forma estable; puede ser cuestión de días, semanas o incluso meses. Por lo tanto, los primeros usuarios que hagan uso de la infraestructura 5G de Vodafone deben tener en cuenta que, al menos durante un tiempo, la experiencia no va a ser tan homogénea y continua como con 4G.

Imagen: David Ortiz.

Más allá de la inestabilidad, hay que mencionar dos cosas muy importantes respecto al funcionamiento de esta primera red 5G:

  • La señal en interiores es mejorable. En centros comerciales, tiendas u hogares, la señal 5G suele ser escasa o inexistente. La razón es muy simple: la banda de 3,7 GHz con la que se está sirviendo esta conectividad no penetra con facilidad en el interior de los edificios. Los operadores necesitan una banda inferior –como la de 700 MHz– para ofrecer un buen servicio en este tipo de escenarios. Por lo tanto, hasta que el Gobierno licite esta franja del espectro radioeléctrico, ningún operador de telecomunicaciones podrá ofrecer un servicio estable y veloz en el interior de los edificios.
  • La cobertura es limitada. Durante el lanzamiento de la red 5G, Vodafone aseguró que, en las ciudades en las que se ha procedido con el encendido de la infraestructura –quince, en total–, la señal 5G cubre el 50% del territorio, aproximadamente. En Madrid, las zonas más turísticas y concurridas están cubiertas con antenas 5G (Sol, Gran Vía, el Paseo de la Castellana…).

Una tecnología del futuro con un impacto mínimo en el presente

Imagen: David Ortiz.

Pese al tremendo avance tecnológico que representa el 5G, su impacto en el uso diario es, por el momento, muy reducido. Sí, puedes descargar una temporada entera de American Gods en cuestión de segundos. Y sí, gracias a su baja latencia puedes jugar a servicios como Google Stadia o Hatch –cloud gaming– sin ningún tipo de inconvenientes. Sin embargo, más allá de esos casos aislados en los que el ancho de banda y la latencia de la fibra óptica marcan la diferencia, no he encontrado ningún escenario cotidiano en el que haya agradecido la presencia de 5G.

Según los datos recogidos por OpenSignal, las redes 4G de Vodafone y Movistar ofrecen, de media, entre 26,1 y 27,9 Mbps de ancho de banda, una velocidad más que suficiente para acometer con soltura el streaming de vídeo en HD desde Netflix –lo cual requiere 5 Mbps, según la plataforma–. De hecho, la conectividad actual es capaz de satisfacer incluso casos extremos como el streaming de vídeo en 4K –algo que, en realidad, casi ningún smartphone realiza, pues la mayoría de las pantallas oscilan entre 2K y Full HD–.

Esta misma dinámica también se reproduce en el resto de usos comunes de un smartphone, como la mensajería, el correo electrónico, las redes sociales, la navegación web, los servicios de geoposicionamiento y los videojuegos. De todos ellos, el 5G solo aporta una mejora importante en uno: el gaming. Y dentro de ese nicho, el 5G solo marca la diferencia en aquellos títulos online que requieren un alto ancho de banda (como Google Stadia, cuando se expanda) o una latencia muy baja (como Fortnite).

Una transición diferente a la del 4G en la que se ha de mirar más allá del smartphone

Imagen: David Ortiz.

La llegada del 4G, hace más de un lustro, desbloqueó por completo el potencial del smartphone. Las capacidades de estos pequeños ordenadores de bolsillo estaban limitadas por la conectividad de la época, que raramente superaba los 5 Mbps. Hacer streaming de una canción era un reto; ver un vídeo en la calle era casi imposible; y el timeline de Twitter –o cualquier otra red social– tardaba años en cargar.

Con el 5G, sin embargo, la situación es diferente. La conectividad 4G actual es tan avanzada que, generalmente, no limita el potencial de los smartphones. De hecho, son muy pocos los casos de uso en los que un usuario puede necesitar un ancho de banda superior al ya disponible. Debido a esto, la llegada del 5G al smartphone no va a suponer –al menos durante los primeros años– la revolución que en su día sí trajo consigo el 4G.

No obstante, hay que considerar que esta nueva conectividad va más allá del smartphone. Su baja latencia y la mayor capacidad de las redes va a resultar vital para tendencias como el coche autónomo, las smart cities y el IoT, entre otros; y ahí, en esos casos de uso más ambiciosos, es donde está el mayor potencial del 5G. El smartphone, aunque haya sido el primer beneficiado, es solo la punta de la lanza de esta nueva generación.

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