Esta secuela directa de Godzilla (2014) nos sumerge en un mundo oscuro y caótico en el que los monstruos son, de nuevo, los protagonistas indiscutibles. Godzilla: Rey de los monstruos retoma la historia cinco años después de los sucesos de San Francisco, en los que la Humanidad descubrió la existencia del gigante marino.
La película cuenta con la incorporación de Millie Bobby Brown, conocida por su papel protagónico en Stranger Things. Aquí, la joven actriz es Maddie, la hija del matrimonio de científicos que aparecía en la primera entrega, interpretados por Kyle Chandler y Vera Farmiga. Durante estos años, la investigación de la organización Monarca ha dado sus frutos: han encontrado más de una decena de nuevos “Titantes”. La mayoría de estas asombrosas criaturas están hibernando, pero no durarán en ese estado mucho tiempo.
Esta secuela nos propone un escenario en el que Godzilla ha desaparecido en las profundidades del océano, pero sigue muy presente en las vidas y en el recuerdo de las personas que deja atrás. El mundo ha cambiado completamente desde el desastre que asoló la costa este de Estados Unidos. Ahora, **el Gobierno del país quiere tomar control sobre Monarca para poder exterminar a los monstruos** y acabar así con la amenaza. Sin embargo, el equipo de científicos e investigadores no está por la labor y harán lo imposible para proteger a los Titanes.
Esta nueva franquicia que comenzó en 2014 tiene como objetivo poner el foco directamente sobre los monstruos y dejar a un lado las historias humanas, algo que están logrando con creces. Se trata de una perspectiva interesante al nivel de rodaje, ya que tomar distancia con respecto a las personas nos hace ver la situación con otros ojos en muchas escenas. Durante gran parte de la película, tenemos la sensación de que los protagonistas de nuestra especie no son más que pequeños puntos vagando de un lado a otro de la pantalla. Desde luego, sus acciones tienen una mínima repercusión en el devenir de los hechos.
Esta situación, favorable en muchos aspectos a la finalidad de la cinta, supone también un reto a la hora de integrar una trama argumental. Aunque los monstruos sean los protagonistas, la historia está contada desde el punto de vista humano, porque desconocemos qué se le pasa a Godzilla por la cabeza cuando engulle un avión de combate. Por tanto, tiene que haber un hilo conector entre los Titanes y las personas que tenga sentido y permita avanzar la historia. Por desgracia, lo que hacen los humanos muchas veces no sirve de nada y nos quedamos con la sensación de haber visto una escena vacía.
Aquí, quienes tienen el control absoluto son los Titanes, y esta secuela muestra un despliegue nada desdeñable de nuevas criaturas ancestrales. Como ya nos adelantaban los carteles promocionales, la Hidra –llamada Monstruo Cero– y el Fénix tienen un buen grado de protagonismo, pero lo que uno no se espera bajo ninguna circunstancia es la aparición de una polilla gigante para salvar el día. Tampoco es que sea una mala sorpresa.
La película se desenvuelve bien hasta pasada la primera mitad, pero después va cayendo en picado hasta provocar una gran explosión radioactiva. El planteamiento es interesante hasta cierto punto y los monstruos son espectaculares. Todas las escenas de lucha son entretenidas, están bien coreografiadas y hasta es curioso ver a los humanos intentando no ser pisoteados. Es todo lo que esperas que te ofrezca una película de monstruos. Sin embargo, hacia el último cuarto de la cinta el afán por intentar convertirla en algo aún más épico y más grande destruye su potencial.
Seguramente esta historia se podría haber contado en una hora y media en lugar de dos horas y cuarto, y el resultado hubiera sido mucho mejor. Ese giro final, que complica la trama sin necesidad y pretende ser más inteligente de lo que es —y de lo que se espera que sea— no funciona. Solo sirve para confundir al espectador. Por momentos, Dougherty pierde el rumbo y olvida que lo que queremos de una película así es menos drama humano y más peleas mortales entre monstruos con la mayor destrucción absurda de ciudades posible.
No obstante, sigue sosteniéndose como una vía de desconexión de la realidad, en la que existen los "destructores de oxígeno" y *los Titanes se alimentan de radiación, pero nadie sufre sus efectos como en Chernobyl***. En esta ocasión, la “rigurosidad” científica puede quedarse en la puerta del cine.
Por otro lado, empieza a ser un tema recurrente utilizar la catástrofe natural o el fin del mundo para llamarnos la atención sobre los errores de nuestra civilización. El ser humano está destrozando su propio planeta y allanándose el camino hacia su propia extinción. Nuestra propia extinción. Godzilla: Rey de los monstruos sigue esa misma línea y presenta a los Titanes como los restauradores del orden natural y a los seres humanos como poco más que una plaga. A pesar de ello, la película no está interesada en abrir un debate filosófico al respecto y en seguida volvemos a la acción a cascoporro.
Si de algo cojea este filme no es de acción, pero sí de una acción emocionante. Muchas escenas llegan a ser impresionantes a la vista, y la cámara juega muy bien con la confusión y el no saber qué está pasando. Pero no consigue que nos volquemos emocionalmente con los personajes. En ningún momento nos hace contener el aliento, un rasgo que la diferencia de otras películas del estilo, como Jurassic Park y Jurassic World. Por mucho que Godzilla haga aquí las veces de velocirraptor contra el T-Rex, no le tenemos el mismo cariño que a los reptiles cretácicos. Falta esa chispa de emoción que consiga que recuerdes la película durante algo más de una semana.
A este respecto tampoco ayudan las actuaciones. A pesar de contar con el reclamo de Bobby Brown, su papel es apenas anecdótico. Solo tiene unos minutos de protagonismo hacia el final, y son para mostrar a su personaje vagando entre ruinas y haciendo cosas sin sentido. Menos mal que queda poco para la tercera temporada de Stranger Things. Por desgracia, el personaje de Charles Dance en Juego de Tronos ya está muerto y enterrado y no hay forma de borrarnos de la retina el papel de villano insignificante que nos trae en esta película.
'Godzilla: Rey de los monstruos' es mucha acción, pero poco memorable
**Godzilla: Rey de los monstruos nos trae todo lo que prometía y nada más*. Es una película de monstruos que funciona porque se regodea en su propia insustancialidad. Por tanto, es entretenida y nos ayuda despejar la mente durante dos horas largas, pero no tiene nada que la haga memorable. Si bien el resultado podría ser bastante mejorable, no es necesario ser fan de Godzilla para poder disfrutar de ella. Sienta las bases para el gran enfrentamiento en Godzilla vs. Kong*, que está prevista para 2020. ¿Conseguirán mantener el nivel?