YouTube es una de las plataformas imprescindibles de nuestra época: su archivo conserva no sólo una considerable cantidad de material audiovisual de enorme importancia, sino que representa la revolución del espectador convertido en protagonista del medio. De modo que cada vez que el sitio web implementa cambios, las repercusiones son inmediatas y se discuten de manera pública.

La capacidad de YouTube para la difusión y manejo de información tiene una relación directa con la curaduría de contenidos de carácter mundial y la censura sobre cualquiera de ellos –incluso por los motivos más obvios– provoca una considerable polémica. El pasado miércoles 6 de junio, la plataforma publicó nuevas políticas sobre el contenido que ofrece, que incluye un pormenorizado análisis sobre discursos de odio, discriminación y opinión que usen a la web para su difusión. Según explicaron, la intención de la nueva normativa, es “reducir el contenido más odioso y supremacista”.

Además, añadió que serán eliminados “los videos que afirman que un grupo es superior para justificar la discriminación, segregación o exclusión basada en cualidades como la edad, el género, la raza, la casta, la religión, la orientación sexual o el estatus de veterano”. La plataforma las especificaciones convertirá en un límite claro para la publicación de contenido. 

Esta nueva política de YouTube también conlleva una reflexión muy profunda sobre como disgregar el contenido supremacista de videos que lo incluyen de forma periodística o como recurso histórico. Un buen ejemplo de esa brumosa línea, es la reciente eliminación de la película El Triunfo de la Voluntad de Berta Helene Amalie "Leni" Riefenstahl, incluida en la plataforma por varios canales con propósitos pedagógicos.

El largometraje fue eliminado horas después que la normativa entró en vigencia, a pesar que su contenido está clasificado como una muestra del uso de la propaganda de regímenes totalitarios y no, una forma de difusión de material tendencioso o supremacista. Estrenado el 28 de marzo de 1935, el film de casi dos horas abrió las puertas hacia la idea de lo visual como una forma de control y de sujeción a la voluntad del dictador.

El peso de la obra Leni Riefenstahl aún es aún notorio en la historia visual de nuestra época y considerada una obra artística de referencia: hace unas cuantas semanas, el último capítulo de Juego de Tronos mostró una escena en que la influencia de su obra fue evidente: El discurso de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) a sus tropas, es casi un calco cuadro a cuadro de una de las escenas más emblemáticas de la película, en la que captó a Adolf Hitler de pie ante los congresos de Nuremberg. La serie utilizó sus símbolos y metáforas para mostrar el reverso macabro de la ambición por el poder y la avaricia personal.

Leni Riefenstahl

La eliminación de la película de YouTube, abre un complicado debate sobre la línea que separa material que difunde la glorificación de imágenes que sustentan el discurso de odio y las obras históricas que se analizan bajo el mismo contexto. ¿Puede compararse la obra de Riefenstahl, que marcó un antes y un después en el lenguaje cinematográfico de su época con canales dedicados a la propagación de un discurso de menosprecio a la diferencia y ataques de odio?

Lo mismo podría decirse de un video subido por el Southern Poverty Law Center —que utiliza material supremacista para analizar sus peligros— y el del periodista independiente Ford Fischer, que incluye entrevista a skinhead y miembros de partidos de extrema derecha. ¿Cómo analiza la nueva normativa de YouTube la diferencia entre los contenidos? 

El caso de El triunfo de la voluntad es especialmente grave: Dentro del contexto histórico en el que debe ser analizada, la película muestra la forma en que el lenguaje cinematográfico puede ser usado para dar una visión plenipotenciaria y multitudinaria del nazismo, con sus masas alienadas durante el congreso del partido nacionalsocialista en Nuremberg.

También es obra de su ojo documental infalible y refinado esa asimilación de la promoción del nazismo a la cultura alemana, hasta crear una amalgama desconcertante y casi indivisible. Revolucionó el lenguaje del documento histórico y a través de esa transformación, dotó de cierto sentido épico a una conceptualización de la política y, sobre todo, atribuyó méritos a toda una serie de discutibles visiones sobre el arte al servicio del poder.

¿Puede la nueva política de YouTube analizar la forma en que Riefenstahl creó una forma de controlar a las masas a través de la exaltación de lo patriótico a un nivel artístico? Lo mismo podría decirse del documental Olympia (1940), en el que la cineasta no solo mostró la belleza del deporte  —con una estética muy cercana a al hedonismo griego — sino que, además, supo introducir de manera nada sutil ese elemento de segregación racial que el nazismo utilizó como política y sentencia durante su breve existencia: la supuesta superioridad física de la raza aria.

Para Leni Riefenstahl, lo verdaderamente importante era la necesidad de expresar ideas a través de las imágenes, sin que le preocupara en especial su peso histórico o lo inquietante que estas pudieran parecer dentro del ámbito de una Europa dividida y disminuida en lo político y lo social. La cineasta encontró una manera de realzar y construir un nuevo altar de ídolos visuales de dudosa sustentabilidad, pero con el suficiente poder de evocación como para construir una idea nueva, que se afianzó a medida que su insistencia en contar la historia a su manera contaminó su visión artística.

Es sin duda ese motivo, por el que a Leni Riefenstahl se le recuerde más por su colaboración con un régimen político dictatorial que ayudó a sostener antes que por sus méritos artísticos: su revolución en el lenguaje estético del documental y sus descubrimientos técnicos que brindaron un vuelco a la re interpretación de la historia como elemento visual. El arte convertido en motor y núcleo de la contienda política o lo que es más preocupante, como reflejo y herramienta de manipulación social.

El trabajo de Riefenstahl que se conservaba en YouTube, ponía a disposición de millones de espectadores la evolución, exaltación y al final la degradación del lenguaje cinematográfico al servicio de la ideología, por lo que su permanencia entre los contenidos de la plataforma, tenía un propósito casi contrario al de la política que provocó su inmediata eliminación.

Nadie duda que el nazismo y cualquier ideología relacionada con su discurso sobre el poder debe desaparecer y de hecho, es necesario sea suprimido de cualquier plataforma de difusión. No obstante, lo ocurrido con el trabajo de Riefenstahl es también la supresión de un documento histórico que brinda la oportunidad a la audiencia moderna de comprender la forma en que se usó el relativamente joven lenguaje visual al servicio de una causa violenta, agresiva y deplorable.

De la misma manera que, por ejemplo, la película de 1926 Acorazado Potemkin de Sergei Eisenstein, la obra de Riefenstahl medita sobre lo poderoso y la capacidad de sus símbolos para ejercer control.

Pero mientras Eisenstein aboga por la libertad, la búsqueda y al final, el triunfo de ideales difusos, la cineasta alemana recorre el camino contrario y medita sobre el poder absoluto como herramienta de dominación colectiva. ¿No resulta necesario que ambos aspectos del lenguaje cinematográfico sean analizados? más allá de cualquier mérito estético y técnico, Riefenstahl reformuló la teoría política nazi para brindarle una visión histórica nueva.

Es probable que la documentalista sea el primer artista audiovisual del siglo anterior en utilizar los símbolos del poder para construir una visión intelectual concreta, una ilusión de majestuosidad que realzó la ideología a niveles desconcertantes. ¿No debe contextualizarse esa percepción sobre los riegos de la propaganda pura a través de su ejemplo más duro y contextualizada de manera adecuada a través del documento histórico? 

Sin duda, YouTube es una empresa y como tal, debe guardar los límites que le permitan seguir siendo rentable, a la vez que moralmente neutra. Pero el uso de un tipo de normativa interna que sea incapaz de permitir el análisis del hecho histórico sobre su contexto y el valor de su análisis, se encuentra muy cerca de la censura para resultar cómodo. Después de todo, un algoritmo no puede tomar decisiones sobre la libertad de expresión o su pertinencia —que ocurre con frecuencia con Facebook y su política sobre desnudos—, o lo que resulta más preocupante, el análisis de las implicaciones de borrar contenido que contenga material sensible —o que podría serlo— que sea parte de un debate mayor y más importante. 

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