Imaginemos un mundo futuro donde el ser humano ha podido vencer a todas las enfermedades gracias a la ciencia y, por supuesto, no solo las ha vencido, sino que gracias a ella no conoce sus dolencias. Una sociedad donde en un momento dado se podría confiar en la Inteligencia Artificial para realizar labores que hoy desempeñamos los humanos, la robotización habría generado riqueza consiguiendo que mujeres y hombres no tengan que preocuparse por mantener un trabajo, y que incluso se abriera la puerta a mejoras físicas e intelectuales, todo redundando en una comunidad más justa. Un mundo en el que incluso hubiera la posibilidad técnica de, para quien quisiera, vivir eternamente gracias a la anulación del envejecimiento.
Suena a ciencia-ficción, pero desde hace ya varios años el transhumanismo ha ganado fuerza y empieza a asomar la cabeza en la política real. No es fácil definir el transhumanismo debido a sus muchas vertientes, pero podríamos decir que es una corriente de pensamiento que se basa en la confianza en la tecnología como mecanismo para superar las dificultades y limitaciones del ser humano y, de forma más terrenal, intentar que todas las tecnologías disruptivas que ya tenemos hoy en día se usen con un buen propósito y de forma democrática. El objetivo final: conseguir preparar a la especie humana para el post-humanismo, el horizonte hipotético donde la singularidad tecnológica haya llegado y la mejora genética y tecnológica dé paso a lo que se define como 'post-humanidad'.
Aunque sus seguidores explican los primeros deseos de una vida larga y placentera se puede rastrear en los mitos más antiguos y en leyendas como la de la Fuente de la Eterna Juventud, el germen del transhumanismo como tal se encuentra en algunos pensadores que desde finales de los 80 y los 90 comenzaron a preguntarse cómo afectaría al ser humano todo el avance tecnológico. Futurólogos y pensadores como Max More, Nick Bostrom o David Pearce, muchos de ellos docentes o vinculados a importantes universidades, concretaron su definición, que quedó escrita en la llamada Declaración Transhumanista de 1999:
(Transhumanismo es) El movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y la deseabilidad de mejorar la condición humana a través de la razón aplicada, especialmente desarrollando y haciendo disponibles tecnologías para eliminar el envejecimiento y mejorar en gran medida las capacidades intelectuales, físicas y psicológicas.
¿Pero en qué momento podemos dejar de ver esto como una ensoñación utópica sobre el futuro? ¿Tiene el transhumanismo alguna pata ya en el mundo real? En 2016, durante la campaña electoral en Estados Unidos que acabó dando la victoria a Donald Trump, muchos medios fijaron su atención en Zoltan Istvan, un antiguo reportero de National Geographic que se erigió como el primer candidato de esta corriente a la Casa Blanca. Istvan acabó quedando en una anécdota en aquella carrera electoral, pero sus ideas sobre tecno-ética o su facilidad para hablar con naturalidad de aspectos tan lejanos como personas cíborg acaparó varios titulares.
Alianza Futurista, el primer partido transhumanista de España
En España también existe un partido que defiende estas posturas. Su nombre es Alianza Futurista y está registrado en el Censo de Partidos del Ministerio del Interior desde 2013, incluso antes de la irrupción en la política americana de Istvan. Uno de sus representantes, Sergio Tarrero, explica a Hipertextual que no se han presentado a las elecciones de 2019 porque son conscientes de que aún no tienen fuerza suficiente, pero que esperan hacerlo a futuro.
La primera pregunta que tuvimos que hacerle fue cruda pero evidente. ¿Os toman en serio cuando habláis de cosas tan alejadas? “La primera reacción de mucha gente al escuchar hablar de transhumanismo es pensar que estamos locos o que somos unos seguidores de la ciencia-ficción que nos hemos venido arriba. Pero cuando podemos explicar y profundizamos, mucha gente nos acaba dando la razón”, señala.
Entre las propuestas que plantean están fomentar medidas para democratizar el acceso a la tecnología, mejorar la inversión en I+D, crear un ecosistema de emprendimiento favorecedor, y también medidas fiscales que tocan distintos impuesto a la baja junto con otros al alza como tasas sobre objetos de lujo o sobre movilidad la movilidad contaminante, además de abrir la puerta a una Renta Básica.
“Sabemos que hay ideas que pueden chocar a la gente, pero en la práctica hoy en día un gobierno transhumanista propondría focalizar la inversión en ciencia y tecnología y extender gratuitamente en la sanidad pública nuevas herramientas que ya están en uso como las prótesis con tecnología 3D para las personas discapacitadas, o abrir la puerta a tratamientos que ya cuentan con un respaldo académico importante pero que por distintas cuestiones no se implementan. No creo que nada de esto sea futurista o utópico, solo se trata de aprovechar y extender a todo el mundo los avances tecnológicos que harían que muchas personas tuvieran una vida mejor”, señala Tarrero.
La criopreservación humana como derecho
En el apartado de las ideas que podrían parecer más 'distintas' dentro del transhumanismo actual, está normalizar y apoyar la criopreservación humana para cualquiera que lo quiera, como quien elige ahora enterrar o cremar a sus difuntos.
Cayetano Santana, también miembro de Alianza Futurista, ha dado varias charlas explicando y divulgando este concepto. “El principal problema de la criopreservación ahora mismo es que, al no estar regulado ni tipificado, expone a riesgos a aquellas personas que quieran llevarlo a cabo, quienes tienen que buscar opciones en el extranjero pagando precios muy elevados. A nosotros nos gustaría que el Estado lo reconociera para dar garantías, y que en un momento dado, se dieran facilidades”, comenta.
Aunque desde el movimiento transhumanista se reconoce que hoy por hoy que un cuerpo sea criogenizado no asegura ni mucho menos que alguien pueda volver a la vida, ellos defienden que una persona debe tener derecho a hacerlo si cree que en el futuro va a poder ser despertado.
Otros intereses del transhumanismo en la práctica tienen que ver también con mejorar la calidad de vida y el respeto a los animales, la igualdad, y mejorar el tratamiento de datos y el tan candente debate sobre la privacidad. Por el momento todos los partidos a nivel global están organizados en una Federación, con la confianza de que algún día sus ideas den el paso para estar presentes también en las papeletas electorales como una opción más.