Netflix nos presenta esta producción como una serie dónde seres terroríficos, retorcidas sorpresas y humor negro (muy negro en algunas ocasiones) se combinan en esta atrayente e influyente selección de relatos animados para adultos de la mano de Tim Miller y David Fincher. Está presentada en 18 capítulos de muy corta duración —entre todos suman no más de 180 minutos— que es por ejemplo lo que duran aproximadamente tres capítulos de Juego de Tronos o lo que durará la esperada Avengers: Endgame. Por lo que, sin duda, es rápido de ver y se hace ameno el visionado.
Eso sí, hay que tener en cuenta que cada usuario tiene un orden diferente de capítulos, la compañía confirmó que lo hacen al azar y diferente para cada persona.
Sus capítulos no están unidos entre sí en ningún momento ni por las tramas, que son autoconclusivas, ni a través de la animación que caracteriza a la serie. El estilo de ésta cambia de un capítulo a otro, regalándonos una ejecución visual impecable aunque algo menos novedosa que en otras entregas, lo que no significa que tenga menor valor visual que otras producciones de mayor envergadura.
La capacidad de mostrar el arte implícito de la serie es uno de sus puntos fuertes, ya que de un capítulo a otro podemos flotar en animación al más estilo Kingdom Hearts, con una visión en primera persona propia de un videojuego. En otras ocasiones nos encontramos a nosotros mismos preguntándonos si estamos ante una animación, ya que el hiperrealismo se apodera de la pantalla y de nuestra vista.
Todas las historias de la serie transmiten la existencia de verdaderas enfermedades acaban contaminando y pudriendo a la sociedad, mezclado con pinceladas de humor negro, dónde el machismo y el exceso de la sexualización femenina consigue desviar nuestra atención del quid de la cuestión. Ésta es la razón por la que antología de capítulos está dirigida a mayores de 18. Dicho aspecto cambia cuando nos damos cuenta de que, aunque a veces no se puede prescindir de estas partes que conforman la trama principal, los grandes y fuertes personajes femeninos acaban opacándolo.
En cuanto al humor, podemos atribuir su aspecto más politicamente incorrecto a que el creador de Love, Death & Robots es el mismísimo director de la creación más divertida de Marvel, Deadpool.
El gore se muestra con absoluta naturalidad ante escenarios potentes que quizá nos recuerden a otro tipo de géneros e incluso al cine más palomitero, como en el capítulo "Más allá de Áquila" donde parece que nos hemos ido atrás al 2016 porque su escenografía nos recuerda a Passengers (2016, Morten Tyldum). Mientras tanto, en otros presenciamos un bucle de asesinatos muy metafísicos, donde la ciencia ficción se abre paso entre todo lo demás dejándonos con un buen sabor de boca.
Si bien es cierto que se pueden apreciar toques de filosofía de una forma muy sutil, no es algo que pueda llegar a ser un motivo para ver la serie. La razón es que no suelen ser reflexiones muy profundas que consigan cambiar el cauce del capítulo.
Su título se cumple fielmente: amor, muertes y robots, al más puro estilo japonés, con un estilo americano característico. En resumen, lo visual se acerca más al arte japonés mientras que sus diálogos nos pueden llevar incluso a una película de Clint Eastwood ya que está muy americanizado. Su visión es la de un mundo postapocalíptico orientado más de lo que pensamos a Black Mirror, que, aunque inició en Channel 4 británico, Netflix compró hace unos años.
No nos encontramos ante ningún límite más allá del que ellos se han puesto a sí mismos, convirtiéndolo en una de las apuestas más arriesgadas de la plataforma donde la adrenalina, las armas y la sangre se convierten en nuestros compañeros de viaje. Esto no impide que dentro de la evolución de la tecnología que vemos durante sus 18 capítulos, la mitología se abra paso en un mundo al que parece no pertenecer incluyendo seres como el hombre lobo —presente en muchos textos pero con su primera aparición en la mitología griega— o el zorro de nueve colas, proveniente de la mitología china.
Volviendo a los rasgos psicológicos de los personajes, hay ocasiones en las que no sabemos quien es el villano y quien es el héroe porque existe una ambivalencia muy marcada, buscada por los propios creadores. Por otra parte los personajes suelen ser muy planos, salvando algunas excepciones en las que sí sabemos el conflicto que mueve a ese personaje en concreto a actuar de determinada manera. Por este motivo, empatizar con estos personajes es una ardua tarea para el espectador.
Por último, la banda sonora es uno de los únicos puntos a los que no se les puede sacar ningún pero, pues ameniza los pocos minutos de metraje de cada entrega y consigue meternos aún más en la historia a aquellos que nunca nos ha llamado demasiado la atención la animación.
A pesar de ser una serie que destaca ante todo el catálogo de la plataforma, la calidad de sus mejores capítulos acaba brillando más que aquellos que se asemejan más al episodio de una serie de animación infantil. Se caracteriza por ser muy bruta, gore y llevar la ciencia ficción al mayor nivel que podían hacerlo.