La imaginación humana ha dado pie a grandes inventos. Algunos todavía perviven en la ficción, esperando a que alguien los haga realidad, como los vehículos voladores o la teletransportación. Otros pasaron al mundo real, como las tabletas, internet o los aviones. Y es que la fina línea que separa la genialidad de lo absurdo a veces queda delimitada simplemente por la capacidad o tenacidad de alguien para llevarlo a cabo.
Antes del motor de vapor, quién iba a pensar que el agua en estado gaseoso iba a ser capaz de mover máquinas y revolucionar la industria y el transporte. Pasar de la tracción humana o animal al vapor. Impensable, pero así fue. Precisamente uno de los muchos ingenieros e inventores de la era del vapor tuvo una gran idea que podría haber revolucionado la comunicación, y que en parte lo hizo, como veremos a continuación.
Su nombre era William Murdoch, inventor, ingeniero y químico escocés al que se le atribuyen grandes innovaciones como el motor de vapor de cilindro oscilante, la pistola de vapor, un prototipo de locomotora de vapor o uno de los primeros barcos de vapor. Además, trabajó en el alumbrado de gas y teorizó sobre un nuevo sistema de mensajes mediante tubos neumáticos. Y es en este último invento en el que nos detendremos.
Tubos neumáticos a través de los que enviar y recibir mensajes de texto en papel. Sin intermediarios como funcionarios de correos o mensajeros. Estamos hablando de una idea surgida en una época en la que el telégrafo todavía estaba en fase experimental y las comunicaciones se realizaban por mar, carretera o ferrocarril. Mucho ha de llover hasta conocer la telefonía, la telegrafía sin hilos, la radio o la comunicación por satélite.
Sin embargo, las primeras ideas sobre los tubos neumáticos no dejaban de ser eso, ideas. No fue hasta 1853 que verá la primera instalación neumática para enviar telegramas de un punto a otro. Por el camino, el inglés George Medhurst habrá dado con la manera de transportar objetos empleando aire comprimido por medio de tubos neumáticos.
La fecha de 1853 es importante porque es el año en que otro ingeniero inglés, Josiah Latimer Clark, instala por primera vez un sistema de tubos neumáticos. En concreto, poco más de 200 metros de tubería que iban de la Bolsa de Londres a la Estación Central de la Compañía Eléctrica de Telégrafos. Al año siguiente patentará este invento que, como indica la patente, sirve para “el transporte de cartas o paquetes entre lugares empleando la presión del aire y el vacío”.
De ahí surgirá la London Pneumatic Despatch Company, creada en 1859 y que conectará distintos puntos de la ciudad de Londres mediante un sistema subterráneo de tubos neumáticos para enviar sacos de correos. En 1909, Londres contará con más de 60 kilómetros de tuberías neumáticas para conectar la Oficina Central de Telégrafo con las demás oficinas locales, entre otros usos.
Pero hay que ir más allá de Londres en Reino Unido, y es que ciudades como Birmingham, Cardiff, Edinburgo, Glasgow, Liverpool, Manchester, Leeds o Newscastle también se unirán a esta red subterránea de tuberías. Y en Europa, Alemania adoptará los tubos neumáticos a partir de 1865, Francia en 1866, Austria en 1875, Estados Unidos en 1893 y Canadá en 1928.
Durante años, los tubos neumáticos gozaron de popularidad para el envío y manejo de correo postal y telegramas a cortas distancias. Un sistema rápido y seguro. Con el tiempo se añadieron otros usos, como la transferencia de dinero dentro de un mismo negocio o en contacto con los bancos, o incluso el envío de muestras, documentos o medicinas en hospitales y laboratorios.
Un sistema simple pero efectivo
Aunque hubo distintas instalaciones, en función de si se querían enviar pequeños recipientes con cartas o mensajes o sacos grandes con mayor contenido, el principio es el mismo. El aspirador central atrae los recipientes que circulan por las tuberías hasta llegar a su destino. El impulso y el peso empujan una puerta de descarga, cayendo el recipiente y cerrando la puerta por la presión del aire.
Lo habitual era que cada comunicación consistiera en dos tubos, uno de envío y otro de recepción, y viceversa en su destino, si bien en las instalaciones más sencillas, había un único tubo para ambas direcciones.
Por lo demás, este sistema permitía enviar los recipientes a velocidades de 10 metros por segundo. Y en instalaciones actuales, es posible cargar con hasta 50 kg de peso y un diámetro de hasta 50 centímetros.
Mensajes, objetos… ¿y personas?
El sistema de tubos neumáticos como medio de comunicación tuvo mucho éxito, pero caso aparte es el uso de estas instalaciones como medio de transporte público, y es que no es lo mismo enviar cartas, documentos y otros objetos que mover a varias personas para que lleguen a su destino a salvo.
Aunque el tren de vapor y los trenes eléctricos funcionaron como medio de transporte y podemos usarlos en la actualidad, la introducción del aire a presión o el vacío para mover un tren no tuvo tanto éxito. Después de emplear el sistema neumático para comunicarnos, se hicieron experimentos con los conocidos como trenes atmosféricos o trenes neumáticos. La teoría era simple: dentro de un tubo se creaban diferentes presiones de aire, lo que generaba un efecto succionador que enviaba un objeto de un punto A a un punto B. Si se podía hacer con cartas, ¿por qué no con personas?
Hubo varios intentos, como el tren que unía Kingstown con Dalkey en Irlanda (1844), el tren entre Croydon y New Cross, Londres (1846) o el tren entre Bois de Vésinet y Saint-Germain-en-Laye, en Francia (1847). La propia London Pneumatic Despatch Company realizó pruebas para mover personas, una a una. Inaugurado en 1865, este sistema conseguía enviar personas a través de un tubo en un viaje de cinco minutos.
Otro prototipo de tren, que recorría 550 metros, fue exhibido en Crystal Palace en 1864. Los experimentos llegaron también a Nueva York. En 1869, se construyó una línea subterránea de 95 metros de largo debajo de Broadway para probar este sistema de transporte.
Sin embargo, el uso del vapor, y más adelante de la electricidad, las trabas burocráticas y demás problemas administrativos y de inversión, hicieron inviable este otro sistema hasta su abandono.
Tubos neumáticos en los siglos XX y XXI
Con la telegrafía inalámbrica, la radiotelegrafía y la telefonía, todo apuntaba a que los tubos neumáticos desaparecerían en el siglo XX, pero nada más lejos de la realidad. Una de las mayores redes de tuberías neumáticas en París estuvo en uso hasta 1984. Sólo el fax y las computadoras le hicieron sombra.
El Centro de Control de Misiones de la NASA contaba con un sistema de tubos neumáticos que conectaban con las salas contiguas del resto del equipo. Y muchos bancos y hospitales norteamericanos emplearon este sistema como alternativa para transportar dinero, en el caso de los bancos, y para repartir medicamentos y muestras en el caso de los hospitales.
Es más, hoy en día sigue en activo en muchos casos. Además de hospitales y bancos, los tubos neumáticos son un sistema muy práctico para enviar material o mensajes en grandes almacenes, fábricas, supermercados…
El futuro de los tubos neumáticos
Aunque no es un sistema de comunicación doméstico, hemos podido comprobar que los tubos neumáticos siguen siendo una alternativa para su uso en entornos profesionales, como bancos, hospitales, oficinas y otras organizaciones públicas o privadas. Pero para el común de los mortales, los tubos neumáticos son algo del pasado.
Sin embargo, desde hace unos años se vuelve hablar del uso del vacío o del aire a presión para transportar personas. En los 60, el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, el MIT y la empresa de aeronáutica Lockheed estudiaron la viabilidad de un sistema de transporte basado en presión atmosférica. La teoría decía que el sistema permitiría conectar ciudades a velocidades de más de 600 kilómetros por hora. Para hacernos una idea, el TGV francés alcanzó 574,8 km/h en 2007, y solo un tren ha pasado de 600 kilómetros hora, un prototipo japonés de la serie L0 que llegó a 603 km/h en 2015.
Ese estudio quedó en nada, pero en 2012 lo resucitó Elon Musk con su proyecto Hyperloop, todavía en proceso y que combina el uso de levitación magnética y diferentes presiones de aire.
Apariciones en la ficción
De la mente de un ingeniero a la realidad de manos de otros inventores y, de nuevo, a la ficción a través de escritores, guionistas y directores de cine y TV.
Las novelas, el cine, las series de TV y los videojuegos han dado pie a grandes inventos y han inspirado a los mejores inventores, pero también se aprovechan de estos últimos para introducir temas como la teletransportación o los viajes en el tiempo o tecnologías ya presentes como internet y la telefonía móvil como protagonistas o nexo de unión de sus historias.
El primer ejemplo, Julio Verne, con su novela París en el siglo XX, escrita en 1863 pero que no se publicó hasta 1994. En ella vemos el progreso humano y, entre las muchas genialidades de la técnica, nos encontramos con trenes que viajan a través de tubos neumáticos cruzando el océano. El novelista George Orwell también habla de los tubos neumáticos en su novela 1984, publicada en 1948. Y Robert Heinlein hace lo propio en la novela Gulf de 1949.
La ficción televisiva también ha tenido este sistema de comunicación como elemento de sus historias. En Los Simpsons ha aparecido en varios episodios, y en Futurama es un sistema de transporte que aparece constantemente tanto en la serie como en sus títulos de inicio en un guiño a la clásica The Jetsons (Los Supersónicos). También aparecen los tubos neumáticos en otras series, como en las instalaciones de la Iniciativa Dharma de Lost (Perdidos) o en el capítulo piloto de Dead Like Me (Tan muertos como yo). Ejemplos más recientes son los de Person of Interest, donde se emplean los tubos neumáticos como alternativa a las comunicaciones electrónicas, y White Collar (Ladrón de guante blanco), donde intentan interceptar una tubería neumática para obtener su contenido.
¿Y el cine? La distópica Brazil de 1985 muestra una sociedad burocrática y caótica con tubos neumáticos como ejemplo de tecnología retrofuturista. Ghostbusters II (Cazafantasmas II) de 1989 muestra un antiguo sistema neumática en una de sus escenas bajo el subsuelo neoyorquino. The Polar Express de 2004 muestra una versión de transporte neumático para elfos. Y en Kingsman de 2014, la comunicación entre oficinas se realiza también con sistema neumático. Una de las apariciones con más protagonismo es Logan Lucky (La suerte de los Logan) de 2017, donde sus protagonistas quieren hacerse con el dinero recaudado durante una carrera de NASCAR interceptando el dinero que se envía al banco a través de tubos neumáticos.
Por último, los videojuegos. En la saga BioShock (2007, 2010 y 2013) vemos distintas sociedades que combinan lo retro con lo futurista. En la ciudad de Rapture, por ejemplo, las comunicaciones y transporte se realizan con sistemas que recuerdan a los tubos neumáticos. Lo mismo ocurre con Portal de 2007 o en el clásico Grim Fandango de 1998.
Es una obviedad, pues, que los tubos neumáticos fueron una gran idea, tanto en la realidad como en la ficción, como sistema de comunicaciones que sigue en activo y como sistema de transporte que no pudo ser pero que, quién sabe, tal vez sea un medio de transporte en el futuro al estilo Futurama o en forma de Hyperloop.