En 2008, durante la Conferencia anual sobre retrovirus e infecciones oportunistas (CROI, por sus siglas en inglés), celebrada en Boston, se daba a conocer el caso de la primera persona curada del virus del VIH. Con el fin de conservar su anonimato, se le denominó paciente de Berlín, pues fue esa la ciudad en la que logró ganar la batalla a la enfermedad, gracias a una maravillosa casualidad. Sin embargo, dos años más tarde, él mismo decidió terminar con el anonimato y darse a conocer como Timothy Ray Brown, un ciudadano estadounidense que había sido diagnosticado con SIDA en 1995, mientras estudiaba en la capital alemana.

Desde entonces, científicos de todo el mundo han tratado de reproducir los parámetros que pudieron ser responsables de la cura de Timothy. En la actualidad algunos parecen encontrarse en el buen camino, aunque no tanto como para llegar al consenso que en 2008 terminó clasificando al paciente de Berlín como la única persona totalmente curada. Ahora, un equipo de científicos del Imperial College y el University College, ambos en Londres, ha anunciado en un estudio publicado en Nature que podría estar detrás del segundo paciente sanado definitivamente. Sus resultados serán presentados también durante el día de hoy en la CROI, que esta vez tendrá lugar en Seattle.

Una enfermedad casi incurable

A día de hoy existen tratamientos que permiten a los pacientes de VIH mantener a raya los síntomas y llevar una vida prácticamente normal. Sin embargo, estos fármacos deben tomarse de por vida, ya que la enfermedad sigue siendo incurable, a excepción del caso de Brown.

La razón por la que es tan difícil de curar es que los fármacos existentes, conocidos como antirretrovirales, atacan a los virus que se encuentran en replicación, pero no a las partículas virales que infectan las células y se mantienen “dormidas” durante el tratamiento. Esto es lo que se conoce como reservorio viral y es el motivo de que sea imposible interrumpir la administración del medicamento, ya que en el momento en que se hace estos virus despiertan de su letargo y vuelven a la carga, desencadenando todos los síntomas de nuevo.

Imitando al paciente de Berlín

Algo más de una década después del diagnóstico de VIH, Timothy desarrolló también una leucemia que le obligó a someterse a una intervención, consistente en la eliminación por radiación de las células cancerosas de su médula ósea, para después sustituirlas por las de un donante de células madre sano.

La operación fue un éxito, pues el paciente logró curarse de la leucemia, pero lo más sorprendente fue que esta no había sido la única enfermedad en desaparecer, ya que los niveles de VIH en sangre se habían hecho indetectables. Ante esta situación, Brown decidió dejar el tratamiento antirretroviral, a pesar de lo cual nunca volvió a albergar rastros de carga viral. A día de hoy, casi 12 años después, su sangre sigue libre del virus. ¿Pero qué pasó exactamente durante la intervención para que se produjera este maravilloso “efecto secundario”?

Existen varias teorías al respecto. Para empezar, la persona que donó las células madre para el trasplante tenía en su ADN la mutación CCR5 Delta 32, que hace a las células inmunes al virus del VIH. Por lo tanto, esta parecía ser la razón más plausible, aunque algunos expertos apuntaron a otras posibilidades. Por ejemplo, podría ser que la radiación a la que se sometió al paciente al principio de la intervención eliminara estas células o que hubiese sido el “rechazo injerto contra huésped” el que consiguiera esta misión. Este último es un fenómeno muy común después de un trasplante, por el cual las nuevas células inmunes atacan a las del paciente. Normalmente esto puede ser muy perjudicial, de ahí que los pacientes trasplantados tengan que tomar fármacos inmunosupresores, pero en este caso se podría haber convertido en una ventaja, ya que se destruirían las células en las que se encuentran “dormidas” las partículas del reservorio viral.

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Cualquiera de estas opciones, o una mezcla de todas ellas, podría ser la responsable de la curación de Brown, de ahí que sean el objetivo de estudio de tantos científicos. Entre ellos se encuentra el equipo de investigadores del Hospital Gregorio Marañón, de Madrid, y el Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa, de Barcelona, que en octubre del año pasado daba a conocer un estudio en el que se había estudiado el caso de seis pacientes con VIH que habían sido sometidos a un trasplante de células madre. Fueron elegidos con el requisito indispensable de que su donante no debía tener la mutación CCR5 Delta 32, ya que su objetivo era comprobar si las otras opciones podrían haber sido las responsables de la curación del paciente de Berlín.

Y así fue, al menos en primera instancia, pues el reservorio viral disminuyó hasta hacerse indetectable. Sin embargo, en el momento de la publicación del estudio ninguno de los pacientes había dejado el tratamiento antirretroviral, por lo que no era posible saber si se habían curado completamente. Esto es algo que tratarán de hacer en ensayos clínicos organizados a lo largo de este 2019.

Este es un puente que sí han cruzado ya los científicos del Imperial College y el UCL, entre los que se encuentra el investigador español Eduardo Olavarría, pues su paciente sí que dejó el tratamiento hace dieciocho meses.

¿Estamos ante el segundo paciente curado de VIH?

El paciente británico, que ha preferido permanecer en el anonimato, es un hombre que fue diagnosticado con VIH en 2003 y más tarde, en 2012, con un linfoma de Hodgkin en estado avanzado. Con el fin de tratar esto último se sometió a un trasplante de células madre en el que, al igual que ocurrió con Brown, el donante poseía la mutación CCR5 Delta 32. En cuanto al paso previo, no recibió una radiación tan intensa como la del paciente de Berlín, sino un tratamiento más débil de quimioterapia. Todo transcurrió con éxito, siendo el único pequeño efecto secundario un ataque leve de enfermedad de injerto contra huésped. Sin embargo, como en el resto de casos, esto podría ser más ventajoso que perjudicial.

Aunque después de la intervención el paciente siguió sometiéndose a su tratamiento antirretroviral habitual durante dieciséis meses, pasado este tiempo, tanto él como su equipo médico decidieron interrumpirlo, con el fin de comprobar si el virus había desaparecido completamente. Las primeras pruebas realizadas mostraron carga viral indetectable en su sangre y lo siguen haciendo dieciocho meses después de dejar los fármacos. Además, sus células inmunes siguen sin poder expresar el receptor CCR5, algo resultante de la mutación que portaba su donante. Debe quedar claro que esto no debe tomarse como un tratamiento generalizado para el virus, por la toxicidad resultante de la quimioterapia, pero sí que podría aportar información útil para el desarrollo futuro de nuevas terapias, capaces de combatir el reservorio viral.

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Este hombre se convierte así, junto a Timothy, en la segunda persona en remisión sostenida después de dejar el tratamiento. Sin embargo, eso no quiere decir que se pueda asegurar su curación, ya que no ha pasado un tiempo suficiente para garantizarlo. Ni siquiera en el caso de Brown se garantizó inicialmente, sino que al comprobar su evolución se llegó a un acuerdo en el seno de la comunidad médica para calificarlo como el primer paciente curado.
Si estamos ante el segundo caso definitivo, solo el tiempo lo podrá decir. De momento, parece estar en un muy buen camino.