Tal día como hoy, en 1828, nacía en Nantes el escritor y visionario de la ciencia Julio Verne. Lo hacía en el seno de una familia en la que predominaban las personas dedicadas a las leyes y al ejército. Este fue el motivo que le llevó a seguir la estela de su padre, licenciándose en derecho, a pesar de que la ciencia y la literatura eran sus dos grandes pasiones.

Pero no dejó de lado ninguna de las dos, sino todo lo contrario. Supo unirlas hasta el punto de convertirse en uno de los mejores escritores de ciencia ficción de la historia. Aunque sus obras tenían más ciencia que ficción, pues en muchas de ellas se describían grandes avances de la ciencia y la ingeniería, incluso antes de que vieran la luz en la vida real.

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Además, también destacó por su afición a la criptografía, que le llevó a incluir todo tipo de códigos secretos en sus novelas, de modo que el lector pudiese participar en su resolución, junto a los protagonistas de la historia. Uno de sus métodos favoritos era el cifrado por transposición, una técnica que aparece en clásicos como Viaje al Centro de la Tierra y en títulos menos conocidos, pero igualmente interesantes, como La Jangada.

Cuando el lector se transforma en detective

No todas las obras de Julio Verne albergan un mensaje oculto en su argumento. Sin embargo, sí que podría decirse que la inmensa mayoría de ellas esconden algún pequeño detalle, como algún anagrama que pasa desapercibido o alguna inscripción con descripciones ingeniosas. Pero, sin duda, lo que más le gustaba era ocultar mensajes en los nombres de sus personajes. Tanto, que hay incluso quien lo acusó de pertenecer a la masonería. Fuera cierto o no, le encantaba jugar con sus lectores, con nombres como el del protagonista El Secreto de Matson, Alcides Pierdeux. En realidad, el nombre está compuesto por la unión de pi-r-deux (pi-r-dos), que respondería a la fórmula del área del círculo: pi por erre al cuadrado. Otro de sus personajes más emblemáticos, Héctor Servadac, también cuenta con un truculento mensaje en su nombre, pues al darle la vuelta se puede leer: “cadavers”, que significa cadáveres en francés.

Pero más allá de esto se encuentran los mensajes cifrados que traen de cabeza a lectores y protagonistas durante toda la trama. Por lo general suele recurrir a la transposición, un método que ya era usado en la antigüedad por los espartanos, quienes utilizaban un pergamino enrollado sobre una estaca para ordenar las letras que se habían desordenado para dar lugar al mensaje oculto. ¿Pero en qué consiste exactamente este método?

Un ejemplo práctico

Para comprenderlo, lo mejor es recurrir a un ejemplo práctico. Imaginemos que queremos cifrar este mensaje: Feliz cumpleaños, Julio Verne.

Para encriptar el mensaje es necesaria una clave, bien numérica o bien en forma de palabra. Normalmente se suele usar una palabra. En este caso vamos a utilizar la palabra JULIO. A continuación es necesario escribir debajo de cada letra un número que indique el orden que ocupa en el alfabeto. Si hay alguna repetida, se ordenan de izquierda a derecha. En este caso quedaría de esta forma, pues la primera que aparece en el abecedario es la I, después la J, a continuación la L, luego la O y finalmente la U:

JULIO
25314

El siguiente paso es escribir todo el mensaje, cada letra debajo de una de las letras de la palabra clave.

Finalmente, las columnas resultantes se desordenan siguiendo el orden pautado por los números que hemos escrito debajo de la palabra. Se escribe primero la columna que quedó debajo del 1, después la que se situó bajo el 2 y así sucesivamente.

El mensaje resultante, por lo tanto, sería este: ipolr/Fce,oe/lmñue/zlsin/euaJV

En el caso contrario, la persona que recibe el mensaje, sabiendo la palabra clave, solo tendrá que colocar las columnas en el lugar que les corresponda, empezando por poner la primera palabra del mensaje debajo del 1.

Finalmente, colocadas todas las columnas, solo queda leer el mensaje definitivo: Feliz cumpleaños, Julio Verne.

Uno de estos mensajes ocultos aparece al inicio de la novela La Jangada, aunque en este caso no se trata de una frase tan simple, sino de la narración que servirá para resolver un crimen. Por eso es una novela para leer sin perder de vista un papel y un lápiz.