Del ingrato recuerdo que toda la humanidad guarda de la Segunda Guerra Mundial, sobreviven sin embargo algunas historias y nombres propios de héroes. Tal es el caso de Oskar Schindler, conocido por la película de Spielberg, la enfermera Irena Sendler o el español Ángel Sanz-Briz.
Pero también quedarán para siempre olvidados otras tantas personas anónimas que ayudaron a los más desfavorecidos en medio de la locura del régimen nazi. De muchos de ellos nunca se sabrá su nombre, algo que estuvo a punto de pasarle a René Carmille, un funcionario francés que consiguió aprovechar las debilidades de la tecnología que IBM estaba entregando a los nazis para evitar que se persiguieran a más judíos en la Francia ocupada. Por ello se le conoce como el primer hacker o proto-hacker de la historia. Aunque su historia, al contrario de la de muchos que protegió, acabó en el campo de concentración de Dachau en 1945 unos meses antes de que fuera liberado por las fuerzas aliadas.
IBM, las tarjetas perforadas, y el régimen Nazi
Cuando se habla del nazismo a menudo surge el debate sobre todas las firmas que en su momento colaboraron o hicieron negocios con el régimen. Entre ellas están Hugo Boss, Bayer, Volkswagen o Kodak, pero también IBM, el primer gigante tecnológico.
Aunque la colaboración de estas compañías se puede entender como algo circunstancial (a fin de cuentas, hoy muchas empresas trabajan con regímenes considerados dictatoriales sin que apenas se cuestione), el caso de IBM fue especialmente polémico tras la publicación en 2001 del libro IBM y el Holocausto. Una investigación de varios años que dio pie a una demanda impulsada por sobrevivientes judíos contra la firma.
Aunque el libro admite distintas lecturas, lo que sí está claro es que IBM vendió al régimen de Hitler el material tecnológico para llevar a cabo el control de población que realizó. Y lo hizo mediante lo que entonces era tecnología punta: un sistema de tarjetas perforadas que más adelante sería la primera forma de intercambiar información con las computadoras más vetustas.
Este sistema, compuesto por unas tarjetas de cartulina que después se podían leer en lenguaje binario para trabajar con las primeras bases de datos grandes, fue ideado a finales del siglo XIX por Herman Hollerith con el objetivo de crear el primer censo moderno en Estados Unidos. Hollerith desarrollaría una empresa en base a su invento, que después, fusionándose con otras, daría pie a International Business Machines en los años 20. Lo que hoy conocemos aún como IBM.
La empresa norteamericana vendió sus desarrollos en base a estas tarjetas a los nazis para que en 1933, tras la llegada al poder de Hitler, se realizara en Alemania también su primer censo moderno. En principio todo parecía pura modernidad. Las tarjetas permitían a través de sus filas y donde tenían sus muescas recopilar la información de dónde vivía alguien, su sexo, edad, padres y todos los datos que quisieran añadirse. Y por desgracia, cuando el régimen nazi fue mostrando su verdadera cara, pronto se indicó que aquellas tarjetas también mostraran la religión y supuesta etnia de cada habitante. Esas pequeña cartulinas cedidas por IBM se habían convertido en la manera más fácil de conocer en qué lugar vivía y cómo era la población de todos los judíos de Alemania.
René Carmille: un estadístico contra los nazis
Para 1940, los nazis ya habían alcanzado la práctica totalidad de la extensión que dominaría de Europa durante el conflicto, incluida la Francia ocupada, con capital en Vichy y que tuvo un gobierno colaboracionista. Allí aparece René Carmille, un funcionario nacido en 1886 en Trémolat, al sur del país, especializado en estadística y en las novedosas tarjetas perforadas.
Carmille comenzó a trabajar para el departamento de Demografía del gobierno de Vichy, y de su trabajo nacería el futuro Servicio Nacional de Estadística y el desarrollo del código individual que daría lugar a las primeras tarjetas de la Seguridad Social que aún se usan en Francia. Sin embargo, pese a entregarse a su trabajo bajo la apariencia de un funcionario excepcional, Carmille se había enrolado ya para entonces en la Red Marco Polo, un importante núcleo de inteligencia de la Resistencia liderada por Charles de Gaulle.
En sus oficinas de trabajo estadístico, el gobierno francés recibió órdenes de Alemania de implementar también en su territorio el sistema censal basado en tarjetas perforadas, incluyendo, eso sí, la columna número 11, que describía la religión. La caza de los judíos franceses para que fueran deportados a campos de concentración, había comenzado.
Carmille, según cuenta el libro IBM y el Holocausto, se las apañó para retrasar durante casi tres años la implementación de este sistema. Al parecer al primero arguyó que había problemas para trabajar con las tarjetas en Francia, y luego modificó las máquinas tabuladoras para atrasarlo aún más y que los alemanes no tuvieran la dirección de miles de judíos. El primer hackeo proto-informático. Y no solo eso, sino que aprovechó los datos recopilados en las tarjetas para ofrecer información a la Resistencia, organizada desde Argelia.
La muerte le llego en un campo de concentración
Su plan sin embargo se vio truncado en 1944, cuando la inteligencia alemana, controlada en Francia por Klaus Barbie, conocido como 'el carnicero de Lyon', comenzó a sospechar que el retraso en su plan estaba siendo excesivo. Carmille fue torturado y posteriormente enviado al campo de concentración de Daschau, donde moriría de tifus en 1945 a los 59 años.
Su caso fue especialmente injusto por la plácida vida de la que disfrutó durante los años siguientes el que fuera su torturador. Klaus Barbie fue uno de los nazis que consiguió fugarse a América Latina, donde residió durante años en Bolivia hasta que fue deportado a Francia en 1983. Allí, pese a entrar en la cárcel, moriría solo unos años más tarde, en 1991 a los 77 años.
El legado de Carmille, si bien ha pasado más o menos desapercibido, ha generado algunas obras como el documental animado Interregnum y, qué duda cabe, su conocimiento y valía fundamental fue ayudar a que en Francia el régimen nazi solo consiguiera capturar a uno de cada cuatro judíos censados, unas cifra que aunque escandalosa es escasa si se compara con las de otros países que también tuvieron una fuerte resistencia, como Holanda, donde fueron capturados el 75% de los judíos. El retraso y el hackeo de las tarjetas perforadas perpetrado por Carmille tuvo mucho que ver en ello, según la mirada que hoy aplican los historiadores.