Suena el teléfono. Seguramente te preguntes en qué parte de la casa lo has dejado, ya que siempre llevamos encima nuestro celular o teléfono móvil y cuando no es así, notamos su ausencia.
Otra pregunta tiene que ver con la ubicación de nuestro interlocutor. ¿Dónde estás? Es una cuestión natural, nuestra curiosidad nos empuja a ello. Pero décadas atrás, preguntar algo así hubiera sido curioso. Más que nada porque si llamabas por teléfono lo hacías desde un lugar fijo: tu casa o tu lugar de trabajo. A lo sumo, podías llamar desde una cabina telefónica, y entonces sí sería pertinente pregunta por tu ubicación.
La telefonía móvil es la reina de la casa. Y de la oficina. Y de cualquier parte del mundo, vaya. Hay hogares que no cuentan con línea fija, y si la mantienen es por los combinados que ofrecen las compañías telefónicas donde la línea fija supone un gasto mínimo comparado con la fibra, las líneas móviles o la televisión de pago. Y en muchas oficinas, las líneas fijas se conectan automáticamente con líneas móviles asociadas para estar siempre comunicados.
Los intercomunicadores de Star Trek parecían cosa del futuro en la serie de 1966. Un aparato minúsculo que permitía comunicarse por voz a kilómetros de distancia, sin cable alguno de por medio. Pero en 1973, ese invento de la ciencia ficción se convirtió en algo real, si bien de mayor tamaño pero con unas prestaciones similares. Ya podías olvidarte del cable de cobre, de ahora en adelante enviar nuestra voz de un punto A a un punto B será posible a través de ondas electromagnéticas. Las naves espaciales tendrán que esperar.
Ondas invisibles
Me pregunto cuántas veces se habrá usado la canción de Bob Dylan para hablar de la radiofrecuencia o la telefonía móvil. El caso es que en dicha canción, Blowin’ in the Wind, hay un verso que se repite varias veces, “The answer, my friend, is blowin’ in the wind” que dice algo así como “La respuesta, amigo mío, está soplando en el viento”. ¿Se puede definir de una manera más simple la telefonía móvil?
Dejando a un lado las señales de humo o los faros, la comunicación humana de larga distancia siempre ha dependido de una red material que transportara el mensaje de un punto a otro. Las vías romanas permitían el transporte de tropas pero también de mensajes y noticias. Los cables de telegrafía transmitían señales a través de largas distancia y que se descodificaban en destino.
Pero con la llegada de la radiofrecuencia, ya no era necesaria una conexión física interrumpida. Bastaba con instalar antenas receptoras a cierta distancia para enviar y ampliar la señal de radio que, como dice la canción, “está soplando en el viento”.
La clave está en 1887, año en que Heinrich Hertz descubre las ondas de radio. Veinte años antes, en 1867, el matemático escocés James Clerk Maxwell había teorizado sobre ellas. Invisibles a nuestra vista, están ahí de siempre, en la naturaleza, si bien con el aparato adecuado podemos generar nuestras propias ondas de radio y enviar información a través de ellas. Es la base de la radiofrecuencia, que hace posible la radio, la telefonía móvil, la televisión e internet inalámbrico. Adiós a los cables, hasta cierto punto.
Las ondas de radio viajan a la velocidad de la luz, si bien ésta disminuye al atravesar cuerpos materiales. Y en función de su frecuencia, obtendremos una mayor o menor longitud de onda, lo que en la práctica implica que llegue a cierta distancia física.
La comunicación por radio permitió crear uno de los medios de comunicación más importante y también facilitó enviar y recibir mensajes entre personas, barcos o aviones a cierta distancia, algo que se explotó especialmente en las dos guerras mundiales.
Comunicación sin cables
Al terminar la Segunda Guerra Mundial surgirán varios proyectos de emplear la radiofrecuencia en comunicación civil, si bien no encontramos antecedentes serios hasta 1974, año en que nace la primera red comercial automática de manos de la japonesa NTT (Nippon Telegraph and Telephone). Por su parte, en Estados Unidos la primera red móvil aparece en Chicago en 1978, comunicando hasta 2.000 usuarios. Y en el norte de Europa, en 1981 se consigue unir Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia mediante teléfonos Ericsson y Mobira (futuro Nokia) gracias a la compañía NMT (Nordisk MobilTelefoni).
Bien, ya tenemos redes de telefonía móviles. Ahora necesitamos un aparato que nos permita realizar llamadas con la misma libertad. Y aquí entra en escena Motorola, la compañía norteamericana de electrónica y telecomunicaciones que fue adquirida por Google en 2011 y luego vendida a la china Lenovo en 2014.
El antecedente más cercano es posiblemente el teléfono de coche, creado por Bell System en 1946 y que consistía básicamente en un aparato de radio, con canales y bandas que transmitían por ciertas frecuencias, limitadas, y que hacían que este sistema estuviera al alcance de unos pocos. Al estar instalado en un vehículo, podía contar con una antena externa que le daba cierta autonomía.
Pero siendo estrictos, el primer aparato que podemos llamar teléfono móvil o celular es el Motorola DynaTAC 8000X. El primer prototipo se creó en 1973 si bien no es hasta 1983 que sale al mercado. Su padre oficial es el ingeniero norteamericano Martin Cooper, si bien la paternidad la comparte con Rudy Krolopp, propietarios ambos de la primera patente.
El DynaTAC es un verdadero “ladrillo” de plástico, cables y circuitos, sostenible con una mano que pudiera con sus 800 gramos de peso. El prototipo de 1973 pesaba dos kilos. La batería aguantaba una hora de conversación y su precio inicial fue de casi 3.000 dólares estadounidenses. Y nos parece caro el iPhone X. En un año, más de 300.000 personas ya tenían su propio teléfono móvil.
Motorola seguirá mejorando su radioteléfono con las series MicroTAC (1989) y StarTAC (1996). Tamaños menores, mayores autonomías y el cambio de las redes móviles analógicas de los 80 a las digitales, que han llegado a nuestros días.
De analógico a digital
Los inicios de la telefonía móvil son analógicos, de ahí que los primeros teléfonos móviles se llamaran radioteléfonos. Estaban más cercanos a la radiofrecuencia que a la telefonía actual computerizada. No fue hasta la llegada del estándar GSM (Global System for Mobile communications o Sistema Global para las comunicaciones Móviles) que la telefonía móvil se vuelve digital y se extiende por doquier.
El propósito de GSM era que todo el mundo, literalmente, empleara la misma tecnología de telefonía móvil digital para evitar las incompatibilidades de los proyectos analógicos anteriores surgidos durante los 80 y considerados como primera generación. El proyecto es europeo, de ahí que se le unan 26 compañías europeas de telecomunicaciones. En 1991 se lanzará una primera versión de GSM. Australia se unirá en 1993 y Estados Unidos en 1995.
Con el estándar GSM o segunda generación de telefonía móvil, 2G, era posible hacer más que llamadas de voz. Podías enviar y recibir faxes, mensajes de texto SMS e incluso localizar un dispositivo en el mapa. En adelante, las siguientes generaciones permitirán la transferencia de mayores cantidades de información y darán pie a servicios de internet de los que todos disfrutamos en la actualidad.