Se calcula que entre el 50% y el 60% de las mujeres tendrán al menos una infección del tracto urinario (ITU) a lo largo de su vida y que una de cada tres la padecerán antes de los 24 años. Además, en muchos casos acaban convirtiéndose en infecciones recurrentes, que pueden llegar a repetirse más de dos veces en un periodo de seis meses. También pueden darse en hombres, aunque en su caso son mucho menos frecuentes.
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En personas sanas no suelen suponer ninguna complicación y se tratan fácilmente con antibiótico. Sin embargo, durante los días que este tarda en hacer efecto pueden llegar a ser muy molestas, por lo que las personas propensas a padecerlas valoran muchísimo cualquier forma de prevenirlas. Para ello, en los últimos años se ha hecho muy popular el consumo de arándanos, tanto enteros, como en zumo o en pastillas fabricadas a base de extracto de esta fruta. Supuestamente, la razón de estos efectos protectores se encuentra detrás de su alto contenido en proantocianidinas, una sustancia que podría desactivar los mecanismos mediante los que algunas bacterias se adhieren al tracto urinario, facilitando que sean eliminadas durante la micción. ¿Pero son realmente efectivas o no es más que un mito? Es una pregunta controvertida, pero lo cierto es que la mayoría de estudios científicos apuntan a que no. Por eso, la Agencia Española de Medicamentos y Productos sanitarios (AEMPS) ha decidido dejar de considerarlas productos sanitarios, por lo que dejarán de denominarse como tal a partir del 31 de diciembre de 2018.
Muy recomendado, tanto por médicos como por farmacéuticos
Por lo general, en las farmacias se suelen vender dos opciones: los comprimidos a base de proantocianidinas extraídas de arándano rojo americano y los que contienen matriz entera micronizada. Estos últimos basan su efectividad en que no contienen solo proantocinaidinas, sino que incluyen todos los compuestos fenólicos del fruto, que actúan en conjunto, propiciando mejores resultados en la prevención de ITUs.
De cualquier modo, el mecanismo de acción de todos ellos viene siendo prácticamente el mismo: desactivar los mecanismos por los que la bacteria E.coli, causante de buena parte de estas infecciones, se adhiere a la vejiga urinaria. Esto ha sido demostrado en el pasado por varios estudios científicos, favoreciendo que este producto se consolidara como la opción predilecta de médicos y farmacéuticos para recomendar a pacientes con cistitis recurrentes. Sin embargo, todos esos estudios incluían pocos participantes, mientras que otros que se han realizado con posterioridad, con mayor participación y seguimiento a más largo plazo, han invalidado estas conclusiones, al no encontrar ningún beneficio en el consumo de arándano. Buen ejemplo de ello es la revisión Cochrane que en octubre de 2012 analizó 24 estudios al respecto. ¡2012! Han pasado seis años y aún sigue siendo uno de los productos más recomendados con este fin. ¿A qué puede deberse? “Por desgracia, no todos los profesionales están al día de los últimos avances y no basan su actuación en la mejor evidencia disponible, por eso es importante actualizarse”, explica a Hipertextual Roi Cal Seijas, farmacéutico comunitario y miembro de FarmaCiencia. “Por otra parte, muchos de ellos basan sus conocimientos en estos productos en la información que le transmiten los visitadores médicos (que obviamente está sesgada) sin contrastarla por sus propios medios”.
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¿Qué ocurrirá a partir de 2019?
El pasado 31 de octubre la AEMPS anunciaba que desde el 1 de agosto de 2018 ha cesado la puesta en el mercado como producto sanitario del grupo de productos cuya acción principal prevista está basada en las proantocianidinas del arándano rojo y que están indicados para prevenir o tratar la cistitis. Además, se añade que estos productos podrán permanecer en el mercado como máximo hasta el 31 de diciembre de 2018, fecha en que se tendrán que retirar las unidades que aún pudieran permanecer en el mercado. En dicho documento se expone también que la razón por la que se ha tomado esta decisión es la siguiente:
“El grupo de productos cuya acción principal prevista, basada en las proantocianidinas del extracto de arándano rojo (Vaccinium macrocarpon), es prevenir o tratar la cistitis, no encaja en la definición de producto sanitario establecida en el artículo 1, apartado 2, letra a), de la Directiva 93/42/CEE”.
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Aunque en un principio podría parecer que esto indica que no se podrán adquirir estos productos, no se trata de eso exactamente, sino que dejarán de comercializarse bajo la definición que lo han hecho hasta ahora. “Se han retirado las marcas que se vendían como producto sanitario y que eran de venta exclusiva en farmacias”, aclara Roi Cal. “Las marcas afectadas ya se han adaptado y sacado un nuevo producto que se venderá como complemento alimenticio”.
Entonces, ¿qué hago si quiero prevenir las infecciones del tracto urinario?
A pesar de todo, muchas personas siguen convencidas de que el arándano rojo les ayuda a prevenir las infecciones de orina. Esto podría deberse a que la mayoría de ellas suelen consumirlo junto a grandes cantidades de agua, siendo esta una de las medidas más recomendadas para prevenir las ITUs. Además, es importante orinar con frecuencia (y siempre después de tener relaciones sexuales), mantener una postura adecuada durante la micción, combatir el estreñimiento, utilizar ropa interior de algodón y lavar la zona íntima con jabones antisépticos.
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Por último, Roi Cal añade que también se suele recomendar el consumo de alternativas como la D-manosa o ciertas cepas de probióticos. “Sin embargo, su evidencia es limitada y con el tiempo podría pasar lo mismo que con los arándanos”. De cualquier modo, sea cual sea la opción, es importante consultarla antes con un profesional. “Incluso los extractos de arándano pueden producir algunos efectos adversos, como ardor de estómago, o interaccionar con fármacos como el sintrom”. Si es lo que queremos, podremos seguir tomando el arándano como complemento alimenticio, pero siempre teniendo en cuenta que la propia Agencia Española del Medicamento ha considerado que no debería calificarse como producto sanitario y que los estudios más completos al respecto no le han encontrado ningún tipo de efecto. Sabido esto, la decisión es libre, pero no está de más pensarlo dos veces: con la cabeza y con el bolsillo.