Hace justo un año aterrizaba en Londres con el cuerpo lleno de expectación. Iba a asistir a la presentación de la segunda generación del Google Pixel. Y, si todo iba bien, aquel teléfono se convertiría en ese mesías que tanto tiempo llevaba esperando la plataforma Android.Las primeras impresiones fueron relativamente buenas. Pero, semanas más tarde, cuando la unidad de reseña del Pixel 2 XL cayó en mis manos, las sensaciones cambiaron por completo. A los cinco minutos de encender aquel teléfono -que estaba a estrenar, por cierto- tocó hablar con Google España: la pantalla tenía un defecto de fabricación y parpadeaba sin parar cuando el modo Active Display entraba en funcionamiento. En aquel momento no lo sabía, pero aquel fallo aislado solo sería la antesala de una absoluta decepción.

En las semanas posteriores, y ya con una segunda unidad para reseña, las sensaciones en torno al **Google Pixel 2 XL* no hicieron más que empeorar. El que parecía ser el mesías -ese teléfono que, por primera vez, reuniera el mejor hardware* con la mejor versión de Android- acabó siguiendo el mismo camino que los anteriores Pixel y Nexus: el de los ‘peros’ y las lamentaciones.

Los pilares de esas sensaciones tan negativas eran, esencialmente, dos: una pantalla repleta de errores (tanto en calibración como en control de calidad) y una construcción de teléfono barato. En ambos casos, la situación era inadmisible para un producto cuya etiqueta de precio rondaba los 950 euros / 850 dólares.

370 días después de aquel evento, el escenario volvió a repetirse: Londres, Google y una nueva generación de Pixel. Sin embargo, el sabor de boca con el que regresé a Madrid era completamente diferente. El Pixel 3 XL venía en el bolsillo. Y la historia que comenzaba a elaborar en mi mente era totalmente opuesta a la que escribí de su predecesor.

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El momento en el que saqué el Pixel 3 XL de la caja, mi cerebro reaccionó instintivamente con un ”wow”. Estaba solo en el hotel, y nadie pudo escucharlo. Pero horas más tarde, ya de camino al aeropuerto, esa primera impresión se convirtió en algo recurrente cada vez que sacaba el teléfono del bolsillo.

El Pixel 3 XL abandona el policarbonato rugoso y barato de la generación anterior y lo sustituye por *un marco de aluminio glossy y dos láminas de cristal* -cada una de ellas con un tratamiento y tacto diferente-. Estéticamente no dista mucho de su predecesor, pero un cambio tan sutil como el de los materiales hace que su identidad cambie por completo.

La mitad inferior de la parte trasera tiene un tacto suave y placentero, pero a la vez contribuye a un mejor agarre del teléfono. No parece cristal, pero los arañazos -que, como en cualquier teléfono de cristal, emergen con facilidad- certifican que sí.

Los marcos reforzados, la rigidez de los botones y la forma en la que se funden los diferentes materiales del chasis hacen que el teléfono, en general, se sienta radicalmente más sólido y robusto. No llega a la excelencia del iPhone XS -que, en mi opinión, sigue siendo el smartphone con mejor diseño y construcción de la historia-, pero sí cumple con lo que se espera de un producto de su categoría.

Por desgracia, todos esos halagos no los puedo repetir hacia la región frontal, que, en esta generación, es un poco caótica. En varios puntos:

- El tamaño del notch podría medirse en hectáreas. Es inmenso.
- La “barbilla” es gruesa, pero se puede digerir.
- No hay simetría horizontal. La pantalla llega hasta el borde por arriba, pero no por abajo.
- Los vídeos, cuando se reproducen en horizontal, no están centrados respecto al cuerpo del teléfono; están centrados respecto a las esquinas de la pantalla. El contenido, como consecuencia, queda desplazado ligeramente hacia uno de los lados.
- Los radios de curvatura de las esquinas superiores de la pantalla no coinciden con los de las inferiores.

Afortunadamente, el ser humano sabe adaptarse a los cambios y las irregularidades con cierta facilidad, restando relevancia a estos errores tras varios días de uso. Sin embargo, eso no debería usarse como justificación para el mal diseño del Pixel 3 XL. *Un teléfono madebyGoogle, simplemente, merece un frontal mucho mejor que este.

Nota: el notch puede ocultarse usando las opciones para desarrolladores. El resultado es bastante positivo: la simetría vuelve, los radios de curvatura coinciden y apenas se pierde espacio. Sería buena idea que Google, como Huawei y OnePlus, permita, de una forma sencilla, ocultar el notch en los ajustes del sistema.*

Lección aprendida

En uno de los briefings a los que tuve la oportunidad de asistir tras la presentación del Pixel 3, el product manager encargado de la sesión insistió en que, este año, el equipo de ingeniería había trabajado muchísimo la calidad de la pantalla montada en los nuevos teléfonos.

Aquella afirmación podía ser verdad o “verdad” -como diría Lionel Hutz-. Sin embargo, su expresión facial, quizá de forma involuntaria, parecía sumamente honesta. ¡Incluso mostró cierto arrepentimiento por “la pifia” del año pasado! ¿Estaba ante un sincero product manager o, por el contrario, ante un actor de Hollywood encubierto?

Tras una semana con el producto en mis manos, puedo decir que aquellas afirmaciones coinciden con la realidad. La pantalla del Pixel 3 XL es una historia completamente diferente a la de su predecesor: la representación de color es más acertada, los blancos son uniformes, los niveles de brillo son más que apropiados y el molesto tintado azul ha desaparecido.

Sigue siendo un panel OLED de poco más de 6 pulgadas y resolución QHD, pero la experiencia del mismo -que, según iFixit, está fabricado por Samsung- no tiene nada que ver con el desastre del año pasado. Eso sí: en aspectos muy determinados -como la degradación de la imagen al inclinar el teléfono- el panel del Pixel 3 XL se comporta ligeramente peor que los del iPhone XS y Galaxy Note 9. Es uno de esos puntos débiles que la mayoría de personas ni siquiera apreciarán, pero está ahí.

Google también ha reconfigurado los modos de visualización para ofrecer una experiencia precisa (modo “natural”, sRGB), agradable (modo “mejorados”, sRGB + 10% de saturación) o dinámica (modo automático, activado por defecto). Para mi, el más equilibrado es el modo de colores “mejorados”, que preserva la precisión del estándar sRGB -ideal para editar fotografías- y agrega un ligero toque de vividez.

Evolucionando la “fotografía computacional”

Con sus fallos y sus defectos, la cámara del Pixel 2 XL se hizo un hueco entre las mejores del año pasado. Este año, su sucesor, vuelve a repetir el hito y se coloca en el podium de la fotografía móvil por segundo año consecutivo.

En pocas palabras:

- Mismo punto de partida. Google vuelve a repetir resolución y apertura (12,2 megapíxeles, OIS y f/1.8), aunque opta por un sensor ligeramente más avanzado que el de la generación anterior. Por otra parte, sus algoritmos de procesamiento sacan partido al nuevo ISP del Snapdragon 845 y al Pixel Visual Core.

- Menos realismo, más atractivo. La filosofía que Google introdujo con el primer Pixel vuelve a repetirse en esta tercera generación. Los algoritmos de la compañía estadounidense elevan el contraste, incrementan la saturación de ciertas áreas y buscan la mayor nitidez posible -aunque sin llegar a las aberraciones de Huawei-. El resultado es una imagen muy llamativa y atractiva, aunque no siempre fiel a la realidad.

- *Nuevo modo de zoom. Haciendo uso de técnicas avanzados, el Pixel 3 XL puede realizar zoom digital con una pérdida de calidad menor a lo esperado. El sistema es efectivo, aunque, evidentemente, no equipara los resultados de Apple y Samsung, quienes sí ofrecen zoom óptico.

- *Nuevo modo “gran angular” para las selfies. Hace lo que promete. Eso sí, como todos los grandes angulares, los elementos de la escena presentan cierta distorsión.

Al margen de su comportamiento, una de las grandes incógnitas en torno a la cámara del Pixel 3 XL, como en generaciones anteriores, es su posición respecto al iPhone XS**, cuya cámara es una referencia para todo el sector. La situación se puede resumir en pocas palabras:

- Ambas cámaras son excelentes, y ninguna es claramente superior a la otra.

- Con el cada vez mayor protagonismo del software en la fotografía móvil, la personalidad con la que se definen los algoritmos influye muchísimo en los resultados finales. Google “educa” sus sistemas para perseguir la vistosidad, el contraste y la nitidez; los de Apple, en cambio, persiguen el realismo y la neutralidad. Ninguna de las dos vías es muy superior a la otra. Cada persona preferirá un camino u otro.

- La temperatura de color del iPhone suele ser más cálida (y real) que la del Pixel. Los colores también son, generalmente, más fieles. Esta diferencia puede apreciarse en los cielos nocturnos, por ejemplo.

- La neutralidad del iPhone hace que sus imágenes sean más “editables”. Hay menos sombras “muertas”, los colores son más homogéneos y las texturas presentan una mayor uniformidad.

- El modo retrato del Pixel suele “recortar” con mayor precisión el sujeto principal. Además, en condiciones lumínicas adversas, la apertura f/1.8 de su objetivo le permite capturar más luz que el iPhone XS -que, recordemos, utiliza el teleobjetivo para tomar fotografías en modo retrato-.

- El modo retrato del iPhone ofrece una mayor progresividad en el desenfoque, un blur mucho más real -deformando luces y formas como una DSLR- y unos tonos de piel más acertados. Además, el teléfono de Apple muestra el desenfoque de la imagen en tiempo real, algo que el Pixel sigue haciendo tras la captura.

Personalmente, sigo prefiriendo la cámara del XS por su fidelidad y neutralidad, dos atributos que también facilita la edición posterior. Pero he de reconocer que hay algunas escenas en las que el extra de contraste y nitidez que añade el Pixel luce extremadamente bien. Y es totalmente comprensible que una persona pueda preferir esa dinámica para la totalidad de sus fotos.

Escena 1

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 2

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 3

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 4

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 5

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 6

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 7

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 8

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 9

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Escena 10

Pixel 3 XL.

iPhone XS.

Otros detalles

- El motor de vibración es muy bueno. No ofrece la misma sensación que el Taptic Engine de Apple, pero supera con creces al motor de vibración presente en el resto de equipos con Android. Además, se integra a la perfección con el sistema para ofrecer sutiles retroalimentaciones hápticas en tareas muy cotidianas.

- La carga inalámbrica llega a los Pixel. Hasta 11,5W si se utiliza el Pixel Stand. 5W con otros cargadores Qi. Funciona como se espera.

- Los gestos de Android Pie son confusos. Y la solución es simple: que copien el funcionamiento del iPhone X / XS / XS Max. Es perfecto.

- La autonomía es excelente. He hecho un par de viajes junto al Google Pixel 3 XL y su autonomía ha sido, desde el primer momento, excelente. Mejor incluso que la del modelo anterior.

- El teléfono funciona con soltura. La combinación de Snapdragon 845, 4 GB de memoria RAM y el software de Google ya sabemos en qué resulta: una experiencia suave, rápida y eficaz. Además, al ser un Pixel, obtiene todas las actualizaciones de software con velocidad y eficiencia.

Conclusión

Con el lanzamiento del Pixel 3, no cabe ninguna duda de que Google está comenzando a cogerle el truco a la fabricación de hardware. Los errores del modelo anterior han sido más que subsanados, los componentes internos se han visto mejorados y la cámara, que ya era su mayor estrella, ahora es incluso mejor.

El único aspecto negativo de este Pixel 3 es el aspecto del frontal, dominado por un notch prominente y una barbilla prescindible. Todo lo demás, por primera vez en la historia de Google, está en línea con lo esperado. Y eso le convierte, incuestionablemente, en uno de los mejores teléfonos con Android del último año.

A pesar de ello, no puedo quitarme de la mente la idea de que este teléfono, el que ahora mismo llevo en el bolsillo, debió ser el que Google llevó a las tiendas el año pasado. Un producto con una pantalla de calidad, con una construcción sólida y con una cámara brillante. Eso es lo que un cliente espera de un producto de Google. Y, aunque ya sea un poco tarde, parece que por fin se ha hecho realidad.

Pros

  • Cámara de primer nivel. A su manera, pero brillante.
  • Autonomía excelente. Si la del Pixel 2 XL ya era buena, la de su sucesor es incluso mejor.
  • Fluidez y homogeneidad. Las interfaces siguen un mismo lenguaje, el sistema fluye y las aplicaciones trabajan con facilidad. El Pixel 3 XL funciona realmente bien.

Contras

  • Diseño del frontal. Un teléfono de Google merece un frontal mejor que este.
  • El cristal trasero se araña con facilidad. El acabado de la región trasera es genial hasta que, tras una semana, comienza a mostrar los primeros arañazos.

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