Una de las películas que más expectación e inquietud ha despertado esta temporada es Bohemian Rhapsody, que versa, como los amantes de las composiciones del difunto Freddie Mercury, nacido en Zanzíbar, y la banda británica de rock Queen saben muy bien, sobre su exitosa trayectoria musical a partir del año 1970. Suele ocurrir con proyectos de tal interés para el público que sufran unos cuantos giros con las decisiones de los cineasas involucrados hasta su conclusión, y es lo que le ha sucedido a este, que llevaba gestándose al menos desde 2010, cuando se anunció que el inglés Sacha Baron Cohen (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street) interpretaría a Mercury y el guion del filme sería escrito por el londinense Peter Morgan (El último rey de Escocia), pero Cohen se largó con viento fresco al saber que pretendían que la muerte del famoso cantante se produjera a mitad de la función.
No fue hasta diciembre de 2013 que el británico Ben Whishaw (El perfume: Historia de un asesino, Spectre) encarnaría a Mercury a las órdenes de su compatriota Dexter Fletcher (Eddie the Eagle), pero nuevas diferencias creativas con los productores descabalgaron a este director del proyecto, y la demora para remplazarle hizo imposible que Whishaw continuara como actor protagonista porque debía atender otros compromisos cinematográficos. Luego, en los últimos compases de **2015, el guionista neozelandés Anthony McCarten (La teoría del todo, Darkest Hour) fue escogido para redactar otro libreto que, en cualquier caso, contaría con las aportaciones de Peter Morgan para la trama. Y, en diciembre de 2016, supimos que el yanqui de ascendencia egipcia Rami Malek (Mr. Robot) se metería finalmente en la piel de Mercury y que el neoyorkino Bryan Singer (The Usual Suspects, Superman Returns) sería el encargado de proporcionarle las indicaciones oportunas para su transformación en el músico inmortal.
Pero aún quedaban un par de vueltas de tuerca para que Bohemian Rhapsody llegara a buen puerto después de que los americanos pusieran orden. En diciembre de 2017, la Twentieth Century **Fox apartó de sus funciones a Singer por “comportamientos no profesionales”: por lo visto, su director de fotografía habitual, Newton Thomas Sigel (Drive), debía sustituirle en muchas ocasiones porque se ausentaba de forma repetida del set de rodaje, y tenía enfrentamientos reiterados con Malek allí. “Le pedí a Fox un tiempo libre para poder regresar a Estados Unidos y tratar asuntos urgentes de salud relacionados con uno de mis padres”, le explicó entonces Singer a The Hollywood Reporter. “Esta fue una experiencia muy agotadora, que en última instancia tuvo un grave impacto en mi propia salud. Desafortunadamente, el estudio no estaba dispuesto y finiquitó mis servicios. No fue decisión mía y estuvo fuera de mi control”.
“Si bien a veces tuvimos diferencias creativas en el set”, prosiguió Singer, “Rami [Malek] y yo superamos esas diferencias con éxito y seguimos trabajando juntos en la película”. Sean como fueren las circunstancias de su despido, **el realizador que eligieron después para terminar las tres semanitas de rodaje que quedaban y la posproducción de Bohemian Rhapsody no fue otro que Dexter Fletcher, a quien el dichoso Sindicato de Directores de Estados Unidos no consiente que se le acredite como tal porque la regla es que un filme sólo puede contar con la visión de un único cineasta si dos no suelen colaborar, como los hermanos Coen, las Wachowski o los Russo; igual que a Joss Whedon (Los Vengadores) no se le acreditó por concluir Liga de la Justicia (2017) cuando a Zack Snyder (300, Watchmen) le fue imposible. “No puedo agradecerle lo suficiente a Dexter [Fletcher]”, declaró Malek a IndieWire. “Nos inyectó la fuerza vital que necesitábamos en el momento perfecto”. Y, con absoluta franqueza, a la vista está.