¿Repite los aciertos de Assassin's Creed Origins? ¿Cae de nuevo en el mal de la sobreexplotación de la franquicia? Ubisoft tiene en Assassin's Creed Odyssey una entrega peculiar, por el momento en el que llega y por lo que propone. Te contamos qué nos ha parecido su nueva y ambiciosa entrega. Por mucho que no lo parezca, Assassin’s Creed Odyssey supone una jugada arriesgada para Ubisoft. Y es que, sí, hablamos de su saga estrella y de la entrega posterior a una de las más vendidas y mejor valoradas de la franquicia pero, también, de una que hace resurgir los miedos y dudas sobre la sobreexplotación de la saga por parte de la compañía y que podría derrumbar lo construido el año anterior.
Si se hizo tantas cosas bien con Assassin’s Creed Origins tras dejar un año de descanso, sin lanzamiento de la franquicia, después de Syndicate, ¿por qué volver a arriesgar la reputación tan difícil y merecidamente recuperada?
Y es que, si nos quedamos en la superficie (algo muy corriente en los tiempos que corren, donde la presencia en YouTube de los videojuegos es una de las principales herramientas de marketing), es innegable que Odyssey hereda el esqueleto de Origins y, de hecho, elementos como la interfaz de usuario, un buen número de animaciones y el aspecto técnico son prácticamente calcados a los de la aventura de Bayek.
Pero al contrario de lo que pudiera ocurrir años atrás y de que haya signos que así lo indiquen, Odyssey es mucho más que una expansión venida a más o un trabajo de chapa y pintura. Ubisoft Quebec, que ya construyera en Syndicate sobre las bondades de Unity, ha apostado por explotar todo aquello que funcionó el año anterior y construir sobre ello. Más y mejor en casi todos los aspectos.
Todo empieza desde una historia con mejor ritmo, pese a repetir un inicio excesivamente pesado, más cosas interesantes que contar y, sobre todo, más y mejores personajes que presentarnos. No deja de ser extraño ir todavía más atrás de lo narrado en Origins, desligándose casi por completo de lo que un día fue el núcleo de la saga, pero todo está al servicio del guión y de, como digo, un título que cumple sobradamente en lo narrativo, aún con los testimoniales y mediocres pasajes centrados en la actualidad.
A eso ayuda, precisamente, una de las grandes novedades de Odyssey y un añadido que puede cambiar las cosas en la franquicia: profundizando en los sistemas RPG, Ubisoft Quebec ha apostado por la introducción de opciones de diálogo y la toma de decisiones que, en mayor o menor medida, pueden influir en nuestra experiencia y en el devenir de la historia, topándonos con repercusiones y cambios según lo dicho o hecho. Sorprende que una saga como Assassin’s Creed haya hecho las cosas tan bien (por ejemplificar, y salvando las distancias, queda más cerca del sobresaliente The Witcher 3 que del mejorable Fallout 4) en un terreno tan ajeno.
Decisiones que tomaremos como Alexios o Kassandra, los protagonistas a elegir en esta entrega. Al contrario de lo visto en Syndicate, donde alternábamos el control de los hermanos Frye, aquí elegiremos a uno de los dos mercenarios griegos y completaremos la totalidad de la aventura con ellos, sin variaciones en la historia o las misiones más allá de pequeños detalles en las cinemáticas o en los romances, otra de las pequeñas novedades de esta entrega. Kassandra, eso sí, es el personaje canónico confirmado por Ubisoft y, sobre todo si lo jugamos con las voces en inglés, su interpretación es mucho más fresca y carismática.
Y ya metidos en la piel de uno u otro, uno de los pilares de Odyssey girará en torno a su personalización, tanto en lo estético y estadístico como en lo jugable, donde esta entrega va un paso más allá en todos los sentidos. La importancia del árbol de habilidades, dividido entre las centradas en el sigilo, el uso del arco y el combate, sigue presente pero las habilidades activas entran en juego y aportan una nueva capa de profundidad y variedad en el combate.
Conforme desbloqueemos alguna de las habilidades de dichos árboles (otras reportan, como siempre, beneficios pasivos como más daño) podremos asignarlas a distintas combinaciones de botones e incorporar nuevos movimientos a nuestro repertorio: desde la icónica y muy efectiva patada espartana hasta un disparo triple con nuestro arco o un movimiento de desarme que quita el escudo a nuestros enemigos. Podremos ir alternando entre ellas en cualquier momento (de hecho, el videojuego permite pagar con moneda del juego para redistribuir nuestros puntos de habilidad) e influyen considerablemente en el gameplay y los enfrentamientos.
Otro de los importantes cambios en el combate, mucho más discutible, es el de la eliminación de los escudos y la apuesta por un planteamiento más ofensivo en el que los bloqueos en el momento exacto o parries con nuestras armas son capitales para nuestra supervivencia; salvando las evidentes distancias, si Origins buscaba asemejarse a Dark Souls en ese sentido, Odyssey pretende acercarse a Bloodborne. Ahora bien, falta mucho pulido en este sentido: animaciones ortopédicas, falta de sensación de peso o golpeo en muchas ocasiones, un sistema de marcado de objetivo que no es todo lo eficiente que debería y la frescuente sensación de que todo es demasiado caótico. Es efectivo y cumple pero un apartado tan nuclear de la experiencia debería ser mucho más satisfactorio.
Y el último elemento de personalización que influye notablemente en lo jugable es el sistema de inventario y mejora: heredando las bondades relacionadas con el loot de Origins, en esta ocasión hay más piezas de equipo (casco, pechera y botas son elementos individuales) y el sistema de grabados, distintos afijos porcentuales que mejoran distintas habilidades o tipos de daño, aportan una más que bienvenida capa de profundidad. Con todas estas herramientas a nuestra disposición, Odyssey nos permite desarrollar un personaje a nuestra medida y supone un acertado paso adelante en el terreno del RPG.
Pero encima de todo eso que ha ido un paso más allá hay muchos elementos nuevos que, con mayor o menor acierto, dotan de mayor profundidad a una de las entregas más completas y ambiciosas de la franquicia. Vuelven, con un gran peso y una mayor profundidad, los barcos y los combates navales: con un toque eminentemente arcade en la navegación y los enfrentamientos, Odyssey apuesta de nuevo por una mayor profundidad en el sistema de gestión y mejora de nuestro navío y su tripulación (aunque la captura de nuevos lugartenientes es una mecánica a medio cocinar). Es un elemento que podría vertebrar un videojuego por sí mismo y que, no cabe duda, funciona para dotar de variedad a una aventura titánica en envergadura que puede irse hasta las 50 horas fácilmente.
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También aparentemente heredado, pero de otra franquicia, llega el sistema de mercenarios: claramente inspirado por el sistema Némesis de Middle Earth: Shadow of Mordor y su secuela, Odyssey integra una mecánica muy semejante en la que distintos guerreros y guerreras, con sus respectivas peculiaridades, deambularán por el mundo y buscarán darnos caza. Funciona y encaja con la propuesta, pese a que carece de la profundidad y el interés a largo plazo de su referente.
Y es que son muchos sistemas los que funcionan en conjunción en Assassin’s Creed Odyssey mientras todo transcurre en una imponente, por bella y por extensa, recreación de la Grecia Clásica: podremos pisar ciudades legendarias (y algunas olvidadas), aprender sobre mitos y personajes históricos y, sobre todo, completar una cantidad ingente de misiones entre las que, por desgracia y aunque se han reducido en número, sigue habiendo demasiada tarea intrascendente y puro relleno. El trabajo artístico representando la tierra, el mar, la fauna y la flora es notable pero, eso sí, la falta de pulido generalizado (tanto en elementos jugables como técnicos) enturbian lo que, por lo demás, es una propuesta fantástica.
Conclusión
Assassin’s Creed Odyssey queda realmente lejos de ser una continuación maquillada, con retoques aquí y allá, de Origins. Es la crítica más esgrimida contra el trabajo de Ubisoft y, aunque volver (temporalmente) a la fórmula de las entregas anuales pueda reforzarla, queda muy lejos de la realidad. Y esa es, simple y claramente, que la nueva entrega de la franquicia es también la más completa, profunda y ambiciosa de las lanzadas hasta el momento.
Hereda los aciertos de la aventura de Bayek y se hace grande expandiéndose en cada horizonte, desde la personalización y mejora de nuestro personaje hasta el guión y su nuevo sistema de diálogos pasando por añadidos tan relevantes como los navíos y combates navales o el sistema de mercenarios. Todo ello transcurriendo en una vasta, rica en detalles y, sobre todo, bella recreación de la Grecia Clásica.
Es una pena que la falta general de pulido en mecánicas nucleares como el sigilo o el combate, errores arrastrados desde entregas atrás como la deficiente inteligencia artificial o las mejorables animaciones o demasiado contenido de relleno afeen un videojuego que, pese a todo, termina siendo del todo disfrutable y fácilmente recomendable.
Pros
- El nuevo sistema de diálogo y la toma de decisiones. Un potente paso adelante.
- El mundo abierto y la recreación de Grecia son excepcionales.
- Más profundidad en todos los sistemas RPG heredados de Origins: habilidades, equipamiento, etc.
- Añadidos de peso que funcionan: batallas navales y sistema de mercenarios.
Contras
- Falta general de pulido en aspectos relevantes: combate, animaciones y sigilo.
- Misiones y momentos de puro relleno, sin el interés del resto del conjunto.
- La inteligencia artificial de los enemigos es muy justa.
- El guión vuelve a tener ciertos altibajos en el ritmo, sobre todo en los primeros compases.