Las interacciones de los poderes dictatoriales con los artistas del país en el que hacen y deshacen a su antojo sin legitimidad alguna siempre son conflictivas. Esta circunstancia se está viendo una vez más entre muchas en la República Popular China con la actriz Fan Bingbing, que ha participado en casi cuatro decenas de filmes chinos y hongkoneses hasta el momento, como La venganza del dragón (Yee Tung-Shing, 2009), Shaolin. La leyenda de los monjes guerreros (Benny Chan, 2011) o Yo no soy Madame Bovary (Feng Xiaogang, 2016), **y también en producciones de Hollywood tales como Iron Man 3 (Shane Black, 2013) o X-Men: Días del futuro pasado (Bryan Singer, 2014), en las que interpreta a la doctora Wu Jiaqi y a la mutante Blink, con una pendiente de estreno, The King's Daughter (Sean McNamara, 2018), y otra en preparación, 355 (Simon Kinberg, 2020).
Según informa The Hollywood Reporter, no ha sido vista en público desde el pasado 1 de julio y sus redes sociales llevan en absoluto silencio desde el día 23 del mismo mes, lo cual ha desatado todo tipo de especulaciones en Asia sobre su paradero. Y es que el pasado julio le cayó encima un gran escándalo de evasión de impuestos en la industria cinematográfica de China**: un destacado presentador de CCTV, Cui Yongyuan, filtró documentos sobre el fraude de una estrella de cine sin identificar que supuestamente llevaba a cabo la práctica de contratación conocida como “yin-yang”: las productoras proporcionan dos clases de contrato a sus actores, uno para que lo presenten al fisco, y otro con su sueldo verdadero. Y Fan Bingbing, a la que se ha señalado en este asunto, está siendo investigada por la policía de Jiangsu, sede de su empresa, al tiempo que sus representantes han rechazado las acusaciones.
Todo este embrollo se debe a que el Gobierno chino, que hoy encabeza Xi Jinping, ha intentado limitar las ganancias de los actores más relevantes durante los últimos años porque “alientan la adoración del dinero” y no “los valores socialistas básicos”, de modo que, según las autoridades, distorsionan la realidad de la industria del entretenimiento en el país y los lujos que rodean a estos artistas maleducan a los jóvenes chinos. Así, han aprobado límites sobre lo que los actores pueden embolsarse por su labor en películas y series, e impuestos desorbitados para apropiarse de sus ingresos. Y, con la explosión de este escándalo, la represión económica sólo se ha recrudecido, y un buen número de importantes compañías del ámbito —Huayi Brothers, Bona Film, Talent International, Le Vision, New Classic, Ciwen o Huace— se han tenido que comprometer formalmente a cumplir las demandas del Gobierno.
Como no podía ser de otra manera, **la prensa china, la de Hong Kong o la de Taiwán han saltado sobre la incógnita de dónde se encuentra Fan Bingbing: el Economic Observer informó sobre las investigaciones del departamento de policía de Jiangsu y aseguró que la actriz y su hermano, Chengcheng, no podían abandonar el país, para luego eliminar la publicación de la noticia. El China Times o el Business Weekly extendieron el rumor de que ella había sido arrestada junto con su asistente personal y el contable de la productora que lleva su nombre, y otros distintos, que estaba en arresto domiciliario o que le habían prohibido actuar en tres añitos. A finales de agosto, el tabloide The Apple Daily difundió que Fan Bingbing había solicitando asilo político en una oficina de inmigración de Los Ángeles como le había aconsejado Jackie Chang, que lo niega. Y la semana pasada, el equipo de Securities Daily la puso “bajo control” gubernamental y, horas después, se retractaron. Todo un misterio, la desaparición pública de la actriz mejor pagada de China.