MOBA, hero shooter o battle royale, durante el último lustro hemos visto nacer y popularizarse géneros de lo más dispares que nos han dado éxitos históricos como League of Legends, Overwatch o Fortnite. Mientras tanto, nunca copando tantas portadas ni acumulando tantos jugadores, ha habido un género que ha dado decenas de videojuegos interesantes que, pese a compartir mecánicas e identidad nucleares, han ido configurando un catálogo lo suficientemente variado para que cada tipo de usuario tenga su experiencia.

Hablamos de los videojuegos de supervivencia que, en cierto modo, popularizó Minecraft, el inagualable éxito independiente venido desde Suecia. Desde entonces, ha habido éxitos millonarios como RUST, ARK o The Long Dark. En tiempos recientes, además, hemos recibido candidatos más que dignos como esos The Forest y Subnautica que pasaron años en Early Access o el State of Decay 2 de Undead Labs. En esta caso hablamos de uno de los pocos intentos de entrar en el género venidos de grandes empresas: así es el Conan Exiles de Funcom.

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En un género y mercado tan saturados y atomizados, la diferenciación a primera vista es clave. En este caso, Conan Exiles cuenta con algo tan reconocible como su marca, formando parte del universo creado por Robert E. Howard en sus novelas y del que todo el mundo conoce las películas protagonizadas por Arnold Schwarzenegger. Por ello, por acercarse más a la fantasía más épica y, sobre todo, por tener una gran compañía detrás parecía fácil esperar una experiencia más pulida y satisfactoria que lo usual en un género en el que tantas pequeñas compañías han aportado su granito de arena. Y, por desgracia, Conan Exiles apenas consigue destacar de entre esa marabunta survival.

Quizá lo peor y más criticable es que sus mecánicas básicas están lejos del afinamiento que deberíamos esperar de la versión definitiva de un juego de la mano de Funcom, con cientos de miles de ventas en su fase Early Access y un largo tiempo de desarrollo. A los mandos (o el teclado, en este caso) Conan Exiles se siente tosco y poco pulido y eso afecta, sobre todo, al combate, parte esencial de la experiencia. Es cierto que asume más riesgos e intenta más que el congénere medio, introduciendo distintas armas y algo parecido a un sistema básico de combos, pero los enfrentamientos suelen ser demasiado semejantes y, sobre todo, incómodos.

Por otro lado, la recolección de recursos, otro gran pilar de este tipo de videojuegos, puede terminar siendo algo anodina (las cantidades de objetos necesarias para ciertas creaciones son exorbitantes) pero sí que, por aquello del feeling y de su implementación, termina siendo más agradecida que en proyectos semejantes. Asimismo, las opciones de fabricación (armas, armaduras, edificaciones, mejoras para nuestras construcciones, etc.) son todo lo profundas y variadas que uno desearía aunque, eso sí, la interfaz de usuario en general y la centrada en el crafting en particular son confusas y, de nuevo, incómodas.

Y es una pena porque Conan Exiles hace muchos méritos para situarse en puestos aventajados dentro del género: el mundo es extenso y variado (aunque, sin duda, se echan de menos monturas que nos agilicen los trayectos), las posibilidades de construcción y personalización son sobresalientes, la controvertida mecánica de los esclavos termina funcionando a las mil maravillas y aporta un toque diferenciador y, en partidas más avanzadas, las batallas PVP y el papel de nuestra religión y los avatares, invocaciones pantagruélicas que nos ayudan en nuestras batallas, son todo un soplo de aire fresco y un signo de que estamos ante un proyecto de mayor entidad.

En general, el trabajo de Funcom tiene todas las ideas y mecánicas que debería tener para ser un exponente impecable dentro del género pero a la hora de la verdad, la necesidad de un mayor mimo y, quizá, una fase de desarrollo algo más dilatada parecen evidentes. Es una experiencia que, para los aficionados de los survival y lo inherente al género, podrá dar decenas de horas (mucho mejor en cooperativo, como siempre en estos casos) y terminara por ser un digno entretenimiento pero, más allá, Conan Exiles es un videojuego mediocre.

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