En su largo camino hacia la cima, Huawei ha adoptado una peculiar costumbre. Cada vez que arranca el desarrollo de un nuevo producto, su equipo directivo enciende el telescopio y fija las coordenadas 37.3318598, -122.03024849999997.
En ese lugar, conocido como el 1 de Infinite Loop, se encuentran varios edificios con aspecto de campus universitario. En la entrada principal ondean tres banderas, y por sus pasillos han circulado desde estrellas de Hollywood hasta visionarios del mundo tecnológico.
El aura de creatividad que allí se respira parece ser una increíble fuente de inspiración para Huawei, que moldea sus productos en base a los nacimientos acontecidos en esos edificios. De hecho, el último retoño de Shenzhen —bautizado como Huawei P20— bien podría llevar a su espalda el sello Designed by Apple in California: tiene notch, laterales de acero inoxidable, cámara en orientación vertical, portrait lightning y una interfaz de usuario más iosificada que nunca.
Un ejemplo bastante ilustrativo:
Huawei ha estado nutriéndose del equipo de diseño de Jony Ive durante años, pero con el P20 han alcanzado un nuevo nivel en lo que a proximidad estética se refiere. Las similitudes entre sus productos rozan lo absurdo, y resulta incomprensible que una empresa del calibre de Huawei —tercera, según IDC, en cuota de mercado de smartphones a nivel global— tenga que recurrir a este tipo prácticas para mantener su lugar.
Huawei zigzaguea, huye de la continuidad y toma inspiración de otros para construir sus propios productos. Así no se construye marca.
La empresa china necesita elaborar una identidad propia que sea reconocible, auténtica y atemporal. Empresas como Apple y Sony han construído durante años esa imagen de marca única y diferencial. Samsung también está hecho esfuerzos en ese sentido. Y ahora es el momento de que Huawei, ya un gigante del mundo tecnológico, apague el telescopio y encienda la bombilla creativa.