Sin duda no existe alguien que ponga en entredicho la inteligencia y genialidad de Isaac Newton. Sus aportes científicos siguen siendo la base para entender el universo. En otras ocasiones hemos hablado de su lado detectivesco, también del día que su "garra", es decir, su genialidad, fue descubierta en la solución impecable de un desafío que ninguno de los científicos más destacados de su época pudo realizar.
Un día en la historia: cuando fue descubierta la «garra» de Isaac Newton
Un capítulo también sorprendente de este físico, filósofo, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés es el de cuando perdió una fortuna en un sistema de inversión. A este capítulo se le conoce como la Burbuja de los mares del Sur y causó cuantiosas pérdidas a muchas personas de la época, entre ellas a Sir Newton.
Todo comenzó con un trato realizado entre el gobierno de la Gran Bretaña y la compañía South Sea Company (conocida también como Compañía de los mares del sur), organización formada en 1711 por el Ministro de Hacienda británico, Robert Harley. La empresa surgió como un plan para financiar al gobierno inglés, se estipulaba que la compañía adquiriría un porcentaje de la deuda pública a cambio de ser la única empresa en comercializar con la grandiosa América Latina.
Claro que este trato dependía de lo que la corona española tuviera que decir al respecto, sobre todo porque España se encontraba en plena Guerra de Sucesión. Los ingleses aventuraron que podrían llegar a un jugoso acuerdo comercial con España, sin embargo, los hispanos sólo permitieron que un sólo barco por año comercializara en Sudamérica, aunque concedía el suministro de esclavos en esa región.
South Sea Company y el gobierno británico no cejaron en su empeño, ni deshicieron su primer trato, todo lo contrario: lo ampliaron. La compañía adquiría una cantidad mayor del total de la deuda pública y a cambio se quedaba con el monopolio comercial en las colonias de Sudamérica y recibiría del gobierno inglés una renta perpetua de 576.534 libras al año, los dividendos serían repartidos entre los accionistas.
Así fue como comenzó a fortalecerse la burbuja de inversión que más tarde estallaría en la cara de muchos, incluso de nuestro genio, Sir Newton. La South Sea Company comenzó a vender acciones con la promesa de grandes ganancias, recordemos que jamás se escatimó en calcular las riquezas de Sudamérica. Los miembros del parlamento tuvieron preferencias para adquirir acciones de la empresa, esto por supuesto se tradujo en más ventas, ¿quién pondría en duda el negocio si los más destacados políticos estaban invirtiendo?
En unas cuantas semanas prácticamente todo Gran Bretaña quería invertir en la South Sea Company, todos, incluso Newton. La voz de que se estaba cocinando el negocio del siglo se corrió por toda la isla. El precio por acción no tardó en elevarse. Se dice que se le consultó a Newton sobre la situación que se vivía y que él contestó: "Puedo calcular el movimiento de las estrellas, pero no la locura de los hombres". Tan solo en el primer año, las acciones de la compañía subieron de cien libras por acción a casi mil libras cada una.
Se dice que uno de los pilares de la burbuja de los mares del sur fue que South Sea Company concedía créditos para que las personas adquirieran sus propias acciones. Varios factores intervinieron para que estallara la burbuja, pero en resumidas cuentas el precio por acción comenzó a caer estrepitosamente. Miembros del parlamento y aristócratas se vieron arruinados por completo. Al gobierno no le quedó más que hacer una investigación y revelar el fraude que se cocinó entre los directivos de la empresa y políticos del Gabinete.
Isaac Newton, el inversionista
Se sabe que para febrero de 1720, Newton adquirió acciones cuando estas costaban alrededor de 175 libras esterlinas, más tarde, en mayo de ese año, es decir, solo unos meses después, las vendió por casi el doble del precio. No se le puede culpar de lo que vino a continuación, el frenesí de inversión del momento y el haber obtenido ganancias contantes y sonantes lo llevaron a invertir una mayor cantidad. Lamentablemente para cuando estalló la burbuja nuestro genio acabó perdiendo unas 20,000 libras, es decir unos 3.5 millones de euros actuales.
La moraleja de la historia está en que los jugosísimos sistemas de inversión suelen ser una tomadura de pelo pero que prácticamente cualquiera, incluso uno de los mayores genios de la humanidad, puede sucumbir a las promesas de un prometedor negocio.