Los últimos días de Numancia, de Alejo Vera

Este 31 de diciembre millones de personas en todo el mundo celebrarán, como cada año, la víspera de Año Nuevo y la entrada en el Año Nuevo. Esto al menos en el mundo occidental, donde nos regimos por el calendario gregoriano a diferencia de otras culturas como la china, la hindú o la musulmana, cada una con sus propios calendarios y temporización del año.

Pero, ¿en qué momento se fijó la costumbre de que el año acabara el 31 de diciembre, y no por ejemplo a final de cualquier otro mes? El origen de esta tradición tan insertada en nosotros es sangriento, y tiene como origen una de las pocas razones que han marcado por igual -y por desgracia- todas las etapas de la humanidad: la guerra.

Nuestro calendario actual, y por lo tanto nuestras fechas de salida y entrada de cada año, están fijadas en el Calendario Gregoriano, confeccionado a petición del Papa Gregorio XIII en el siglo XVI. Este a su vez bebe de la herencia que habían dejado las distintas remodelaciones del calendario romano, que ya disponía de 12 meses como los actuales y una estructura similar a la actual de 365 días.

Sin embargo, esto no fue siempre así. Hasta el 154 antes de Cristo la llegada del Año Nuevo en Roma se celebraba en los llamados Idus de Marzo, el día 14 de ese mes. Ese era el momento en el que en los tiempos aún de la República Roma elegía a sus nuevos cónsules, dándose con ello el pistoletazo de salida al año político y también administrativo.

La necesidad de una guerra rápida cambió el comienzo de año al 1 de enero

Todo esto cambió de forma repentina en el invierno de ese año. Roma, quien había luchado tres décadas antes contra las tribus indígenas de Hispania, firmó un pacto con estas poblaciones para intentar vivir en paz. Esta concordia fue funcionando más o menos bien hasta que la población celtíbera de Segeda, habitada por los belos, decidió ampliar sus murallas. Esta nueva obra fue tomada por el Senado Romano como una ruptura de los pactos que habían alcanzado, dando motivo -o excusa- para iniciar una nueva campaña en Hispania y doblegar a las comunidades que seguían viviendo de forma independiente. La necesidad de promover la guerra de forma rápida y movilizar a las tropas antes de que pasaran los meses estivales obligó al Senado a tomar una drástica decisión: adelantar la elección de sus nuevos cónsules de marzo al 1 de enero, dando origen al ciclo anual que hoy conocemos.

La historia de Segeda, cuyas ruinas se encuentran actualmente en el término municipal de Mara, un pequeño pueblo de menos de 200 habitantes en la provincia de Zaragoza, fue documentada tras años de excavaciones por el Catedrático de Prehistoria Francisco Burillo. "Aunque los segedanos se encontraban en el territorio conquistado por Roma, el hecho de poder emitir monedas hacia el 170 a.C., con su nombre escrito en su lengua celtibérica, es el mejor indicio de que conservaron cierta independencia" explica en uno de sus estudios sobre esta antigua ciudad Burillo, quien recalca la importancia que debía de tener esta urbe en el territorio.

También existen citas antiguas que atestiguan esta decisión drástica de Roma, como los escritos que dejó Apiano de Alejandría: "Segeda es una grande y poderosa ciudad de los celtíberos llamados belos […] Sus habitantes se propusieron que la gente vecina de ciudades más pequeñas abandonasen sus lugares y se congregasen en su ciudad, a la que rodearían de una muralla de cuarenta estadios de circunferencia, obligando a esto al vecino pueblo de los titos. Enterado el Senado, les prohibió construir ninguna muralla […] Los de Segeda contestaron que, respecto al muro, se había prohibido construir nuevas ciudades, pero las antiguas podían fortificarse; en cuanto a los tributos y a las tropas dijeron que los mismos romanos se lo habían condonado. Y así era en efecto: pero cuando el Senado concede un favor así añade siempre: estará en vigor en tanto que así plazca al Senado y al pueblo romano".

Roma envió más de 30.000 hombres a Hispania en un despliegue sin precedentes. Los belos por su parte acudieron a refugiarse y pedir apoyo a la cercana Numancia. La primera batalla se saldó con victoria celtíbera y más de 6.000 romanos muertos, según las crónicas de la época. Sin embargo, el poderío romano, que llegó a llevar hasta elefantes para las batallas, acabaría dando la vuelta al conflicto. Tras sentarse de nuevo una paz tácita, los romanos acabaron destruyendo Segeda y veinte años después, en el 133 antes de Cristo, conquistando Numancia tras varios años de continuos asedios.