En la historia del arte podemos encontrar exponentes sorprendentes. Por su propuesta, por su técnica y también por ser trasgresores de lo establecido. Sin duda Miroslav Tichy es uno de esos que cumple con estas características en su obra, en este caso en la fotografía. Y mucho más pues su vida personal agrega un halo sorprendente (también doloroso) a su obra y su legado.

Tichy fue un fotógrafo que alcanzó bastante fama en los últimos quince años de su vida (murió en 2011 a los 84). Expuso en importantes salas del mundo a raíz de que fuera descubierto por el crítico de arte Harald Szeemann. Este crítico encontró la obra de Tichy en la calle, pues este peculiar artista vivía ahí.

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Aquí es donde la historia cobra un matiz sorprendente pues Tichy fue vagabundo durante la mayor parte de su vida. Eso sí, su pasión artística jamás lo abandonó. Con materiales de desecho se fabricó una cámara y revelaba sus fotografías con una ampliadora improvisada y con materiales que también encontraba en las calles. Su sorprendente cámara estaba hecha con latas de conserva, madera, cartón y los lentes estaban hechos con tubos de plomería.

Miroslav Tichy nació el 20 de noviembre de 1926 en la República Checa. Fue hijo de un sastre y vivió durante su infancia en su ciudad natal, Kyjov. Al término de la Segunda Guerra Mundial ingresó a la Escuela de Bellas Artes de Praga. En 1948 abandonaría esta institución por diferencias artísticas, más que nada por la influencia del progresismo comunista en los ámbitos artísticos.

Se cuenta que Tichy pintó durante un tiempo pero no consiguió los recursos para continuar con su obra. Se quedó en la calle y a esto siguió un largo periodo de pasar por prisiones e instituciones psiquiátricas. Se dice que la policía de Checoslovaquia lo tenía catalogado como un enfermo mental.

Para la década de 1960 Tichy fabricó su emblemática cámara fotográfica y comenzó a hacer tomas, principalmente de mujeres que veía en la calle. Al conocer las fotografías de Miroslav Tichy podemos ser testigos de una mirada sensible y por qué no, voyeur, de este peculiar fotógrafo. Además está la esencia que dan las fotografías reveladas en materiales como cartón y papeles que Tichy recogía de la calle.

En 1994, cuando Szeemann lo descubrió, lo invitó a participar en la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla. Después estarían en las salas del Museo de Arte Moderno de Frankfurt, el Centro Pompidou de París y el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, entre otros.

Se dice que Tichy no aceptó dinero por sus obras aunque sí intercambios con otros artistas. Más de su trabajo y de su historia se puede encontrar en The Tichy Ocean Fundation.

Así que, no nos queda más que apreciar la obra de este Diógenes de la fotografía. Un personaje que hasta el final de su vida encontraría el público y el reconocimiento para su obra. Sin embargo, aquí uno se pregunta si todo lo que el pasó y vivió con anterioridad, además de fabricar su propia cámara y utilizar los materiales que encontraba, fue necesario para que él se convirtiera en el fotógrafo reconocido y famoso que fue al final de su vida. La respuesta parase obvia pero puede no serlo, después de todo ¿un artista nace o se hace?

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