A **la ciudad de Nueva York**, con un área de 12.844 kilómetros cuadrados en la que viven unos veintidós millones y pico de personas, décima primera del mundo en habitantes, segunda en el continente americano tras México D. F., la primerita en Estados Unidos y la segunda con más rascacielos tras Hong Kong, fundada en 1624 por holandeses, capital entre 1789 y 1790 y en la que más películas se han rodado, con la playa urbana de mayor longitud del país, Rockaway Beach, en Queens, de casi tres kilómetros, **más de sesenta y cuatro millones de resultados de búsqueda de Google en español y unos 2.370 millones en inglés**, se la nombra de varias maneras.
Los nativos americano algonquinos llamaban a su zona Lenapehoking; el explorador florentino Giovanni da Verrazzano, a las órdenes de Francia, la bautizó como Nueva Angulema en 1524; el jefe de la Compañía Neerlandesa de las Indias Occidentales, Peter Minuit, denominó Nueva Ámsterdam a la isla de Manhattan cuando se la compró a los nativos en 1626; y no fue hasta 1664 que los ingleses la rebautizaron como Nueva York al apropiársela tras la Tercera Guerra Angloholandesa mediante el tratado de paz de Westminster, en honor del correspondiente duque, James Stuart, segundo hijo del rey Charles I y monarca también más tarde. Pero los holandeses la recuperaron entre 1673 y 1674, meses en los que se la conoció como Nueva Orange antes de ser la británica Nueva York de nuevo. Y, junto con los nombres oficiales, a esta ciudad se la ha aludido muchas veces a través de curiosos apodos.
Por ejemplo, la Ciudad de la Lona (Canvas Town), pues los ingleses pudieron ocupar Nueva York tras destruirla prácticamente en 1776 a explosiones durante la Guerra de Independencia, sus lugareños se vieron obligados a vivir en chozas de lona. Tambien, The Empire City o The Empire State, que se le atribuye al presidente George Washington por haber llamado al Estado neoyorkino “the Seat of the Empire” (“la Sede del Imperio”) en una carta de abril de 1785 al alcalde, James Duane, para elogiar el heroico comportamiento de la ciudad durante la misma guerra Guerra. Pero el apodo se hizo conocido tras la publicación de un artículo en 1836 en un periódico de Illinois que la definía como “la Roma de América, la Ciudad del Imperio del Nuevo Mundo”.
Fue el escritor Washington Irving (La leyenda de Sleepy Hollow) quien denominó Gotham a Nueva York en su revista literaria The Salmagundi en 1807, igual que el pueblo del condado inglés de Nottinghamshire cuyos moradores fingieron locura en el siglo XIII, considerada contagiosa, para evitar que un nuevo camino lo atravesase por miedo a perder sus tierras; tal como usó su nombre Bill Finger para la famosa ciudad de los comics de Batman en 1940, que se inspira en Nueva York. Y el reverendo Thomas De Witt Talmage supo lograr en 1875 que la Moderna Gomorra (The Modern Gomorrah) se generalizase como apodo neoyorkino gracias a sus sermones en el Tabernáculo de Brooklyn sobre la vida pecaminosa y criminal de la urbe.
No resulta extraño teniendo en cuenta que, igualmente, los devotos aludían a Nueva York como la Ciudad de las Iglesias (The City of Churches) por el gran número de casas de culto protestante de dicho distrito. Hasta que Los Cinco Distritos (The Five Boroughs) se unieron en 1898 y esta fue la Segunda Ciudad del Mundo (Second City of the World), detrás de Londres. La Ciudad de los Locos del Hudson (Yaptown-on-the-Hudson) es cosa del literato O. Henry, seudónimo de William Sydney Porter, que en el cuento “A Tempered Wind”, que publicó en McClure’s Magazine en agosto de 1904: “Si alguna vez hubo un aviario lleno de arrendajos, ese es Yaptown-on-the-Hudson. Cosmopolita lo llaman”. En cambio, el Crisol (The Melting Pot) se refería a la enorme variedad étnica e idiomática de Nueva York, apodo que difundieron diversos escritores, como el dramaturgo Israel Zangwill en su obra homónima de 1908.
O. Henry también nos brindó en 1910 Bagdad-en-el-Metro (Bagdad-on-the-Subway) en el relato “What You Want”, recopilado en 1910 y donde compara los amores en Nueva York con los de las ciudades de Oriente Medio. Y el apodo de la Ciudad que Nunca Duerme (The City that Never Sleeps), por otra parte y para gozo de aquellos a los que les gusta el mismo, surgió en septiembre de 1912 por una noticia del Fort Wayne News sobre la planta de gas y electricidad más grande del mundo, construida para Nueva York: “… y como resultado, pronto se agregará a su título de la ciudad que nunca duerme la de la ciudad que nunca oscurece”, explicaba el diario.
Pero no llegó a popularizarse en el planeta entero hasta que Frank Sinatra lo cantó en el filme New York, New York, dirigido por Martin Scorsese en 1977, con la composición musical de John Kander y la letra de Fred Ebb. Y en Google hay unos 410.000 resultados del apodo en español, y unos 423.000, en inglés. El origen de la Gran Manzana (The Big Apple), por otro lado, se debe a lo que el periodista deportivo John Joseph Fitz Gerald, del New York Morning Telegraph, publicó en mayo de 1921 en una crónica sobre las carreras de caballos de la ciudad: “J. P. Smith, junto a Tippity Witchet y demás pertenecientes de la cuadra L. T. Bauer, se espera que salgan para «la Gran Manzana» mañana tras una próspera campaña primaveral en Bowie y Havre de Grace”.
Y no lo explicó hasta febrero de 1924: era la forma en que los mozos de cuadra del hipódromo de Nueva Orleans se referían al de Nueva York. “La Gran Manzana. El sueño de todo mozo que haya montado un pura sangre y el objetivo de todo jinete”, escribió Gerald. “Sólo existe una Gran Manzana y es Nueva York”. En los años sesenta del siglo pasado, el apodo perdió terreno; y en la década siguiente, Charles Gillett quiso recuperarlo para una campaña publicitaria de turismo de la NYC and Company, asentándolo definitivamente en la memoria colectiva. Y, en la actualidad, si uno lo busca en Google en español, obtiene unos 392.000 resultados, mientras que si lo hace en inglés, son más de quince millones los que encuentra.
Asimismo, con Metrópolis ocurre como con Gotham, pues procede de los comics de Superman guionizados por Jerry Siegel desde 1938. Su nombre lo tomó directamente de la película homónima de Fritz Lang (1927), y lo más interesante de este asunto es que la costumbre es llamar Metrópolis a la Nueva York que se ve durante el día, y Gotham, a la nocturna. Y a esta urbe como la Capital del Mundo (The Capital of the World) aludió el escritor Elwyn Brooks White (Stuart Little, La telaraña de Charlotte) en su ensayo Here Is New York, de 1949, y era como al alcalde Rudy Giuliani (1994-2001) le gustaba denominarla. Y, sin proponérselo, otro alcalde, John Lindsay (1966-1973), proporcionó el apodo Ciudad Divertida (Fun City) por el inicio de una huelga de tráfico que duró doce días en 1966 al decir que Nueva York era tal.
La Ciudad del Miedo (Fear City) llegó a los oídos de los neoyorkinos durante el colapso económico de 1975, que disparó la criminalidad y produjo protestas del Departamento de Policía por los recortes, en las que se entregaban volantes en los que se podía leer: “Bienvenidos a la Ciudad del Miedo”. Y la Ciudad tan Bonita que la Nombraron Dos Veces (The City So Nice They Named It Twice) apareció por primera vez en el diario The New York Times en diciembre de 1975, y hace referencia a que es la capital del Estado con el mismo nombre: Nueva York, Nueva York, conocida también como la Ciudad de los Rascacielos (The City of Skyscrapers). Y este es el último de los diecinueve apodos conocidos que le han encasquetado a la que es hoy, sin discusión posible, la ciudad más icónica del mundo.