Puede que no seas consciente, pero en el universo en el que vives existen unas pocas cosas que son absolutas. Aunque parezca increíble, en la vorágine de estrellas, existencias, líneas temporales y amalgama de dimensiones existen una serie de constantes. Es más, constantes que deberías conocer. Y hoy te vamos a hablar de ellas.
Siete constantes para definir el universo
Más allá de las fuerzas que rigen y dominan la existencia, el universo posee una serie de constantes que lo caracterizan. Al menos desde el punto de vista de los seres humanos. Estas constantes, si bien no son las únicas, ya que comparten espacio con el resto de constantes fundamentales, son medidas que siempre han estado ahí. Si estas cambiaran lo más mínimo, el universo, tal y como lo entendemos, también lo haría. Pero cuidado, que no nos referimos a sus valores, algo que también cambiaría todo lo que conocemos.
De entre las constantes universales, siete se han asociado clásicamente a los valores medibles en ciencia. Estas eran la longitud, el tiempo, la temperatura, la intensidad de corriente, la intensidad luminosa, el peso y la masa (molar). Sin embargo, desde hace un tiempo, los metrólogos, los expertos dedicados a estudiar los sistemas de medidas, han decidido unificar y cambiar el sistema para darle a las constantes universales y fundamentales un valor más correcto, acorde con la realidad que ahora conocemos.
A día de hoy, las constantes universales son la velocidad de la luz en el vacío, que sustituye al metro; la constante de planck, que sustituiría al kilogramo; el número de avogadro, que reemplazaría al mol; la eficacia luminosa, que supliría a la candela; la constante de Boltzmann, que relevaría al Kelvin y el segundo de un reloj atómico de cesio para el segundo tradicional. Estos valores se ajustan mucho mejor a las necesidades y medidas físicas, pero recordemos que no son las únicas que le dan "vida" al universo.
Un universo lleno de constantes
Pero, ¿qué son en realidad las constantes? Aunque apenas hemos comenzado a profundizar sobre este tema, ahora que tenemos más clara la identidad de algunas constantes será más fácil definirlas. Una constante física es el valor de una magnitud que permanece invariable en los procesos físicos a lo largo del tiempo. Las magnitudes pueden variar, cosa que tiene sentido, o estaríamos ante un universo muerto. Sin embargo, como veíamos, existen valores que no lo hacen, convirtiéndose en auténticas piedras de toque existenciales.
Si algunas de estas constantes variara, probablemente el universo dejaría de ser como es. Los valores son muy finos, verdaderamente delicados, lo que ha llevado a numerosas cuestiones filosóficas: ¿por qué justo estos valores? Unas cifras constantes que permiten la existencia. Pero dejando de lado las hipótesis y cábalas más díscolas, lo cierto es que por el momento no concebimos que el universo pudiera ser de otra forma. Los valores son lo que tienen que ser, sin más.
Decíamos que no sólo se trata de las constantes universales, sino que hay muchísimas más: la permitividad en el vacío, el radio de Bohr, la constante de Faraday... aunque en cierto sentido, la gran mayoría de estas son manifestaciones de los valores intrínsecos constantes. ¿Y para qué sirven? Las constantes universales sirven, sobre todo, para construir nuestro entendimiento en torno al universo en el que vivimos. Con estos valores podemos formular modelos y plantear hipótesis que nos den respuestas. Como explicábamos, son las piedras de toque, varas de medida, ejemplos perfectos. Son, nunca mejor dicho, lo que el metro sería a la distancia, pero llevado mucho más allá.
¿Siempre han sido iguales?
Una constante por definición... siempre ha sido y siempre será lo que es. ¿Cierto? La respuesta a esta pregunta, sin embargo, aunque debería ser sencilla, causa enorme incomodidad en algunas mentes. Partamos de una base esencial: no sabemos por qué las constantes tienen el valor que tienen. Empezando por ahí, teniendo en cuenta lo inconmensurable del universo, ¿no es lícito plantearse si siempre ha sido así?
Aquí es donde entran en juego los cosmólogos. Cuando un experto en astrofísica mira a lo lejos en el espacio, en realidad está mirando atrás en el tiempo ya que lo que recibimos es la "luz"; la señal, emitida hace cientos, miles o millones de años. Eso nos permite hacer interesantes comparaciones. O, incluso, medir si las dichosas constantes también lo eran en tiempos de Matusalén. Y ocurre que, a la hora de revisar esta información, una de las constantes más importantes del universo, la constante de estructura fina, que caracteriza la interacción entre electrones y fotones, nos deja patidifusos.
Su valor cambia no sólo con el tiempo, sino dependiendo de dónde se mida. Pero esto no es posible. ¿Verdad? No es que cambie mucho, pero, solo el cambio de por sí, resulta un hecho catastrófico. Luego está la posibilidad de que la velocidad de la luz no sea tan constante como pensábamos. Incluso la gravedad se ha llegado a poner en entredicho, aunque esto es más bien por la dificultad de medirla.
Puede que hace mucho, mucho tiempo, estas constantes no tuviesen el mismo valor, en un momento en el que el universo no era como ahora. Pero si las constantes no fueron constantes, ¿qué nos asegura que lo serán dentro de un tiempo? Los seres humanos tenemos vidas muy efímeras. Puede que lo que nosotros llamamos constantes, en una visión terrible, gigantesca, del universo, no lo sean. Pero por el momento, desde el punto de vista de lo que podemos saber, estamos bastantes seguros de que sí: las constantes, incluso cuando les da por no serlo, son siempre las mismas.