C/2017 U1

C/2017 U1 es el nombre de uno de los cuerpos más inusuales que hayamos detectado jamás. No porque sea raro en sí. Extraño en cuanto a su origen, muy, muy lejano. Y es que, probablemente, nos encontramos ante las primeras pruebas fehacientes de que C/2017 U1 es un cometa interestelar o exocometa. Es decir, un meteorito cuyo origen está claramente situado fuera de nuestro sistema solar. ¿Cómo ha sido la visita de este curioso cuerpo?

Así ha sido la visita de C/2017 U1

El dieciocho de octubre, el telescopio Pan-STARRS, situado en lo alto de Hawaii, indentificaba un cuerpo muy oscuro (con una magnitud aparente de veinte) que se acercaba rápidamente. Durante casi seis días, el cometa llegaba, daba la vuelta y se marchaba en una cerradísimas elipsis, usando nuestro planeta como uno de sus vértices. Tras este periodo de tiempo, las observaciones confirmaban algo que llevábamos años esperando: acabamos de captar un exocometa.

¿Cómo lo sabemos? La única explicación posible a las observaciones, explican desde el Smithsonian Astrophysical Observatory, adscrito a la Unión Internacional de Astronomía, es que este objeto viaje con una órbita fuertemente hiperbólica, con una excentricidad de 1,2, aproximadamente. Esto quiere decir, como podemos ver en la representación, que gira en una elipsis extrema. Y sus vértices estarían muy, muy alejados. Tanto que hablamos de otra estrella distinta.

C/2017 U1

¿Cuál? Todavía no lo sabemos. Por el momento sólo contamos con los datos obtenidos durante el arco de observación, es decir, el periodo transcurrido entre el momento en el que fue visto por primera vez y la observación más reciente. Y dicho periodo es de solo seis días, como os decíamos. Aun así, la simulación realizada con los datos muestra un hecho asombroso: el cometa viajaba mmuy rápido en comparación con otros que se han acercado anteriormente a la Tierra.

En busca de exocometas

¿Acaso es C/2017 U1 el primer exocometa que hemos visto? Bueno, muy probablemente no. Pero es, sin duda, el único que hemos podido observar y medir con certeza, confirmando su naturaleza interestelar. Es algo que esperábamos con ansias porque aunque queda claro que existe la posibilidad de toparnos con uno de ellos, es algo relativamente difícil. La existencia de estos cometas interestelares no está sujeta a la gravedad de una estrella en concreto. Como ha ocurrido en nuestro sistema, C/2017 U1 seguirá lanzado hacia el espacio profundo, perdiéndose en la nada.

Este tipo de cuerpos ha sido objeto de fuertes controversias debido a su peregrina naturaleza. Es decir, tenemos bastante claro que nuestra nube de Oort es el origen de todos los cometas de período largo y de tipo Halley, y de algunos centauros y cometas de Júpiter. Pero también sabemos que de ella se escapan noventa y siete de cada cien cuerpos al espacio. ¿No podría ocurrir lo mismo con otros sistemas estelares? Y si es así, ¿no podría llegar hasta nosotros uno de estos cuerpos? Pero claro, ahí está la gravedad, preparada para atraparlos. El hecho de que haya aparecido algo como C/2017 U1 es toda una suerte que probablemente no volveremos a vivir en mucho tiempo.

cometa
José Chambó(Cometografía)

Por descontado, con casi total probabilidad, nunca más volveremos a ver a C/2017 U1 tras esta efímera visita. Por eso, las escasísimas pero incalculablemente valiosas mediciones realizadas se están atesorando como oro en paño. Como decíamos antes, no descartamos que otros cometas interestelares hayan aparecido antes por el sistema solar. Cuerpos como Júpiter podrían haber capturado todo tipo de cometas, incluyendo algunos interestelares. Por eso es tan importante C/2017 U1, ya que es un vistazo único y, probablemente, irrepetible en nuestra historia; un fragmento de lo que hay ahí fuera.