Que segundas partes nunca han sido buenas es uno de esos pensamientos sin demasiado sentido que esgrimen algunos espectadores y que, claro, son fácilmente rebatibles a poco que uno hurgue en la historia del cine. Pero no es la única: cada vez que se anuncia una nueva versión de algún filme, sea mundialmente conocido y valorado o no, siempre hay quien despotrica contra el proyecto con **la cantinela de que los remakes no deberían producirse porque son inútiles y dañan o no superan a la obra original. Como si esta última no permaneciese incólume para verla cuando nos plazca; y de nuevo, sólo con echar un vistazo a la filmografía disponible en cualquier fichero del séptimo arte, nos podemos percatar de que sí hay nuevas versiones que le pasan la mano por la cara atónita a la primera película**.
Escogiendo un concepto amplio y flexible de lo que es un remake de largometrajes para la gran pantalla, es decir, que incluye readaptaciones de obras de literatura y de hechos reales y reinicios de franquicias con historias en las que se manejan ideas, tramas y personajes semejantes y que, además, se hayan estrenado en los cines, el primero del que queremos hablar es **Con faldas y a lo loco, la descacharrante comedia del gran Billy Wilder (1959)*, que reedifica Fanfare d’amour, de Richard Pottier (1935), con uno de los finales más recordados del celuloide. Y *La calumnia, de William Wyler (1961)*, constituye la segunda translación cinematográfica de la valerosa pieza de teatro de Lillian Hellman de 1934 tras Esos tres*, del propio Wyler (1936), con unos duelos verbales emocionantes y arrebatadores y un trabajo extraordinario de sus intérpretes.
No hay ninguna duda de que la comiquera **Batman y la gótica Batman vuelve, que dirigió Tim Burton (1989, 1992), y El Caballero Oscuro, de Christopher Nolan (2008) dejan en ridículo a la única adaptación anterior de los comics de Bob Kane, cosa de Leslie H. Martinson (1966) que salió de la serie homónima creada por William Dozier y Lorenzo Semple Jr. el mismo año. Por otra parte, la brillantísima y conmovedora Esencia de mujer, realizada por Martin Brest (1992)*, le da un auténtico revolcón a la grotesca Perfume de mujer, del italiano Dino Risi (1974) y según la novela de Giovanni Arpino. Y la tensión sofocante que se vive en *El crisol, película de Nicholas Hytner (1996)* que se basa en el teatro de Arthur Miller, no la encuentra uno en Les sorcières de Salem*, de Raymond Rouleau (1957).
El mejor **Hamlet de Shakespeare pertenece al británico Kenneth Brannagh (1996), por encima del de Svend Gade y Heinz Schall (1921), el destacado de Laurence Olivier (1948), el de Grigori Kozintsev (1964), Tony Richardson (1969), Celestino Coronado (1976), Metin Erksan (1977) y Franco Zeffirelli (1990), que no alcanzan su gran ritmo y apasionamiento. Y sí, la impresionante Titanic, de James Cameron (1997)* se halla a años luz de Titanic: Disaster in the Atlantic, dirigida por Ewald André Dupont (1929), el filme del mismo nombre elaborado por Herbert Selpin y Werner Klingler (1943), El hundimiento del Titanic, de Jean Negulesco (1953), y La última noche del Titanic*, obra de Roy Ward Baker (1958).
En **La señal, terrorífico filme con el que Gore Verbinski (2002)* reformuló la quebradiza El círculo, del japonés Hideo Nakata (1998), se construyó una verdadera e inolvidable sinfonía audiovisual del horror más genuino, con una banda sonora de Hans Zimmer que ya quisiera la oriental. También la siniestra y turbadora película que es *El Dragón Rojo, realizada por Brett Ratner (2002)*, eclipsa a Hunter*, de Michael Mann (1986), primera versión de la novela de Thomas Harris en la que aparece el doctor Hannibal Lecter, que además no cuenta con la sobresaliente partitura que Danny Elfman compuso para el filme de Ratner. Y aunque nadie lo esperaba, la desasosegante **King Kong, de Peter Jackson (2005)**, se irguió sobre la original de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack (1933) y, por supuesto, sobre la posterior de John Guillermin (1976).
Todos sabemos que por la vibrante **Infiltrados galardonó por fin la Academia de Hollywood a Martin Scorsese (2006)*, pero el personal no está tan al tanto de que esta película es un remake de Juego sucio, thriller lacrimógeno de los coreanos Andrew Lau y Alan Mak (2002). Y *El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, de Andrew Dominik (2007)*, narra de nuevo la historia del forajido Jasse James que ya se había contado de forma diferente en Tierra de audaces, de Henry King (1939), Balas vengadoras, de Samuel Fuller (1949), y La verdadera historia de Jesse James*, de Nicholas Ray (1957), pero según la novela de Ron Hansen y nunca con la hermosura lírica que le imprime la planificación de Dominik y la música de Nick Cave y Warren Ellis.
El caso de la enérgica **Star Trek de J. J. Abrams (2009)* es curioso, pues se corresponde con un reinicio y, a la vez, la continuación de las peripecias de ficción científica y ópera espacial que distintos realizadores nos han ido brindando desde 1966, y sobresale como el filme más logrado y estimulante de todos hasta el momento. Con él acaba esta lista de remakes que son mejores que la película original, aunque bien podríamos añadir desde Los diez mandamientos (Cecil B. DeMille, 1956), Ben-Hur (William Wyler, 1959), Cimarrón (Anthony Mann, 1960) y Rebelión a bordo (Lewis Milestone, 1962), pasando por Primera plana (Wilder, 1974), Superman (Richard Donner, 1978), Excalibur (John Boorman, 1981), Amadeus (Milos Forman, 1984), Ran (Akira Kurosawa, 1985) y Cyrano de Bergerac (Jean-Paul Rappeneau, 1990), hasta Dracula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992), Quills (Philip Kaufman, 2000) y Gladiator* (Ridley Scott, 2000).
Y quien quiera seguir indagando en esta cuestión, que le eche un ojo también a otras películas del presente siglo como Ocean’s Eleven (Steven Soderbergh, 2001), El americano impasible (Philip Noyce, 2002), Alejandro Magno (Oliver Stone, 2004), La pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004), Troya (Wolfgang Petersen, 2004), La guerra de los mundos (Steven Spielberg, 2005), Sweeney Todd: El barbero diabólico de la calle Fleet (Burton, 2007), El gran Gatsby (Baz Luhrmann, 2013), *El renacido (Alejandro González Iñárritu, 2015), El libro de la selva (John Favreau, 2016) y Dunkerque* (Nolan, 2017). Si después de disfrutarlas en comparación con las originales no se convence de que los remakes pueden ensombrecer a estas últimas, le dejaremos por imposible.