Gobernar un país es una tarea complicada. Depende del país en el que se encuentre el mandatario, la administración puede durar períodos de tiempo diferentes, durante los cuales se intenta mejorar el país con nuevas políticas y, en algunos casos, muchas promesas.
Por otro lado, los presidentes están en el punto de mira durante su tiempo en el Gobierno y desde su vida privada hasta sus hábitos personales son mirados con lupa. Es normal que una vida de tanta responsabilidad y poca libertad para ir, por ejemplo, a un restaurante sin guardaespaldas tenga sus consecuencias a nivel físico y mental.
Cuando Barack Obama ganó su segunda candidatura en Estados Unidos, el medio Bloomberg Business apostó por una portada diferente, en la que, con técnicas de Photoshop, hizo un pronóstico del presidente cuatro años después, mucho más demacrado, con más arrugas, y con canas. La verdad es que la creatividad del medio estuvo mucho más cerca de la realidad de lo que nos imaginamos y, si analizamos los cambios de los mandatarios, vemos cómo unos años en un gobierno pueden acabar con los signos de juventud.
En un país con el terreno y la complejidad política de Estados Unidos, la tarea de gobernar puede llegar a ser doblemente difícil. Los conflictos raciales, el reto de la inmigración o las diferencias entre el Partido Republicano y el Demócrata en el Congreso pueden provocar situaciones de estrés en los mandatarios.
Donald Trump lleva poco más de medio año como presidente de los Estados Unidos y los cambios de los otros presidentes todavía no son visibles en el magnate. Pero, según lo que parece, todo es cuestión de tiempo.