De todas las cosas que los despistados solemos perder con cierta regularidad —las llaves, coletas de pelo, calcetines individuales y más— las palabras son las más comunes. Hablo de ese término que estás buscando para completar tu frase perfecta pero que no te sale. Lo que tienes “en la punta de la lengua”. Normalmente, todo lo que se puede hacer al respecto se reduce a: a) esperar durante unos largos segundos a ver si viene una epifanía, o b) utilizar alguna palabra sin sentido, o una descripción de la palabra que querías decir sumado a un “como se llame”, y seguir adelante con tu frase.

Personalmente he llenado muchas conversaciones con “ya sabes, eso, como se llame”. Y no es nada agradable cuando te pasa a menudo. Este fenómeno se conoce en inglés como thingummyjig, y supone el acto de sustituir un marcador a cambio de la palabra que simplemente no sabes cómo llamar.

Además, se dice que están restringidos a sólo nombres y sustantivos, pero en el habla informal a veces se escuchan marcadores en otras categorías gramaticales, como los verbos. Como comprenderás, es medianamente fácil para tu interlocutor adivinar el nombre o sustantivo en base a “lo que hace y le pasa” indicado por el resto de la frase. En cambio de nada vale la mayoría de las veces lo opuesto. Lo cual lo hace más difícil.

Pues bien, los investigadores han descubierto que el fenómeno ”punta de la lengua”, no es tan simple como quedarse en blanco. No es la palabra lo que has olvidado. Esto es porque las palabras no son unidades atómicas como se supone a veces. “La recuperación léxica se compone de capas en secuencia, de manera que en la formación de nuestros pensamientos, elegimos la semántica correcta y codificamos la sintaxis de lo que queremos decir, antes incluso de comenzar a decirlo. La última capa es la articulación fonética de la palabra, pero durante el fenómeno de la palabra “en la punta de la lengua” la codificación se rompe”.

En otras palabras, válgase la redundancia, la mayor parte de la información relevante sobre la palabra que quieres decir se mantiene intacta. Todavía sabes todo acerca la cosa que estás tratando de describir, podrías definirla e incluso recordar un ejemplo de cuándo la acción ocurrió o le ocurrió al sujeto u objeto. Lo sabes todo excepto cómo formar los sonidos que te permitan comunicarla a la otra persona. La codificación se rompe justo antes de enviarla a la fonética.

Para añadir más presión al asunto. Seguramente te habrás dado cuenta de que casi siempre te ocurre con las mismas palabras. Sí. Algunas investigaciones sugieren que una vez que experimenta este suceso con una en particular, es probable que la misma siga dando el problema en el futuro. Estudios como el de Karin Humphreys, un científico cognitivo que estudia el fenómeno, sugieren que cuanto más se toma el camino fácil de “esa cosa como se llame” más propensos somos a caer en esa misma rutina siempre.

Por el contrario, la mejor manera de sacar a esa palabra de ese encasillamiento problemático es conseguir que el interlocutor te dirija a ‘caer’ en la palabra que tenías en mente por ti mismo. Sin que te la digan del todo. “Los participantes que lograron recordar la palabra por su cuenta, en lugar de ser dicha, eran menos propensos a olvidarla en la siguiente prueba”.

Desgraciadamente esto implica que necesitas que tu interlocutor la adivine primero en base a esas descripciones tan raras que solemos decir las personas cuando estamos definiendo algo que a todas luces sólo tiene sentido en nuestra cabeza. Bueno nadie dijo que el asunto iba a ser… ya sabes, eso de sin mucho esfuerzo. ¡Ah!, fácil. Nadie dijo que iba a ser fácil.

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