¿Qué es lo primero que piensas cuando hablamos de arte moderno? El fin de la voluntad artística, el renacer incomprendido de la sociedad actual o la maniobra militar que permitió clavársela a los Rusos.
Cualquiera de las tres categorías podría ubicarte fácilmente en un estrato social específico —persona que vio un video sobre el arte moderno en YouTube y ahora se cree especialista, persona que estudió un semestre de Historia del Arte y quiere demostrar que sirvió para algo o escritor de artículos que debe indagar estas historias para poder comer—.
Seas quien seas, hagamos un pequeño ejercicio mental: imagina dos súper potencias queriendo demostrar al mundo quien tiene las mejores mentes en sus fronteras y de repente te encuentras con alguien llamado Jackson Pollock.
Claro que el público americano no gritó en un espiral demoledor la palabra ¡Aaaaaarte! mientras las paredes del Olimpo crujían en acompañamiento, pero si mi próximo artículo estuviera escrito al revés —amorf atse ed— algún miembro de la audiencia señalaría la maniobra como un rechazo monumental a la lógica de las palabras.
Si bien ese miembro probablemente fuera un conocido que no quisiera lastimar mis sentimientos, el nuevo expresionismo abstracto era ampliamente criticado sin condescendencia, teniendo críticos tan distinguidos como el propio presidente Truman, quien diría la frase: "Si eso es arte, entonces yo soy un Hotentote".
Mientras el mandatario se comparaba así mismo con un miembro de la tribu nómada africana —básicamente comparándose con un negro— algunos miembros de inteligencia veían una oportunidad.
La Guerra Fría fue a fin de cuentas una guerra cultural, y América quería demostrar que predicaba la libertad artística y de expresión a su máximo nivel. Tomando los ejemplos más drásticos de la modernidad y almacenándolos como un arsenal de expresión masiva que querían plantar un enorme contraste entre el Realismo Socialista que experimentaba la Unión Soviética.
Así que la CIA decidió involucrarse en una operación confidencial que permaneció oculta hasta esta década, donde invirtieron millones de dólares en los años 50s y 60s para patrocinar el arte moderno al través del mundo.
Utilizando fundaciones falsas el gobierno convertía las obras de Pollock, Rothko, Motherwell y de Kooning en muestras invaluables que todo rico respetable debía colocar en su establecimiento, y lo más sorprendente es que los propios artistas desconocían la situación pensando que el éxito mundial estaba sobrevalorado.
Como describiría el ex-agente Tom Braden, a quien también pueden encontrar en Imdb —y créanme no es coincidencia—:
Iríamos a una persona en Nueva York que era rica y conocida y diríamos: 'Queremos establecer una fundación'. Le diríamos lo que estábamos tratando de hacer y lo hacíamos jurar la confidencialidad, y él diría: 'Por supuesto que lo haré', y entonces publicabas un membrete y su nombre estaría en él y habría una fundación. Era realmente un mecanismo bastante simple".
Manteniéndose en las sombras mientras organizaban exposiciones alrededor del mundo, la CIA financiaba enormes organizaciones como el Congreso de Libertad Cultural que tenían oficinas en 35 países, y que en los años 50s planearon un puñado de exhibiciones de arte moderno con la ayuda de otros miembros distinguidos como Nelson Rockefeller, cuya madre co-fundó el Museo de Arte Moderno en Nueva York —nuevamente no hay coincidencia—.
Con el rápido desarrollo de esta nueva forma de expresión, la inteligencia norteamericana se emocionó tanto que vivieron su propio renacimiento. Una sociedad profundamente preocupada por lo artístico, donde si bien estaban escasos de un Da Vinci y el resto del talento, se encontraban plenamente dotados de inversionistas.
Otros reportes de la operación demuestran la extraña visión que estos agentes tenían de ellos mismos, discutiendo el papel de su labor en la historia del arte y como básicamente se veían como la representación de los papas millonarios de la antigüedad:
Y después de muchos siglos la gente dice, 'Oh, mira, la Capilla Sixtina, ¡la creación más hermosa de la Tierra!' Es un problema al que la civilización se ha enfrentado desde el primer artista y el primer millonario o papa que lo apoyó, y sin embargo, si no hubiera sido por los multimillonarios o los papas, no habríamos tenido el arte".
Así que la próxima vez que observes una pieza de arte moderno, piensa en el renacimiento autoimpuesto de una súper potencia que se ve a sí misma como el Vaticano, y cuyos artistas desfilaban con sus obras creyendo que su encanto y actitud alentaban millonarios de todo el mundo. Quizás de esa forma puedas pasar a mi estrato social de articulista.