Años treinta del siglo XX. La Unión estaba en pleno apogeo con Mólotov a la cabeza. Pero la agricultura de la República Socialista no. Y el pueblo empezaba a notarlo. Algunos años después, Stalin llegaría al poder con un marxismo duro bajo el brazo. La biología, bajo este espectro, era una retorcida mentirosa. La genética nunca destruiría al totipotente hombre, capaz de lo que se propusiera independientemente de su herencia biológica. Es justo en esa época cuando otro nombre sale a la palestra: Trofim Denisovich Lysenko, el "ingeniero agrícola" y dictador biológico de la URSS. Fue entonces cuando comenzó la persecución de los genetistas rusos.
Lysenko, el mago ucraniano
Lysenko nació, como muchos de los grandes nombres de la URSS, en el seno de una familia campesina. Aunque no tuvo estudios y los conocimientos más básicos de la biología se le escapaban de entre los dedos como la arena, Lysenko "descubrió" un método para abonar la tierra sin fertilizantes ni sales minerales. Así lo recogía el diario soviético Pravda en el 27. Su principal trabajo versó sobre los guisantes, especie que supuestamente llegó a dominar aumentando su producción bajo cualquier condición. La Unión estaba salvada. Gracias a los conocimientos de Lysenko los campesinos tendrían sustento. Desde ese momento y hasta 1964, Trofim Lysenko estuvo en candelero mediático. Amigo de los dirigentes y "baila-aguas", Lysenko ascendió muy rápido gracias al arte de producir más y mejor. Pero, ¿y la ciencia detrás de sus hallazgos? Este es el quid de la cuestión.
Desde el comienzo, Lysenko mostró una terrible tendencia a mezclar conceptos que apenas dominaba. Tras su teoría y formulaciones se escondían quimeras con mucha base lamarckista y malentendidas entelequias darwinistas. Usaba tecnicismos que apenas comprendía para nombrar lo que le daba la gana. Pero en realidad todo eso era una fachada endulzada por su labia. Cualquier científico con dos dedos de frente cazaba al vuelo a Lysenko. Eso no evitó que se convirtiera, de facto, en la cabeza científica a cargo de toda la agricultura de la URSS. Bajo el mandato de Stalin, Lysenko alcanzó un poder enorme. Pero claro, su "magia" corría un peligro: de toda la propaganda lanzada al respecto de sus logros no quedaba ni un sólo guisante de más, ni una talega de trigo adicional, sólo la propaganda.
La URSS contra la biología
Con un gran poder (y una gran responsabilidad), siendo la cabeza visible de la "prosperidad" de la federación, Lysenko tenía mucho en qué pensar. Pero de ese mucho, nada era ciencia. Cuando se ponía en tela de juicio sus "hallazgos", Lysenko contestaba de manera enrevesada pero metódica, denostando y anulando unos argumentos que no podía comprender por su falta de formación. Citaba cifras imaginarias y resultados ficticios que nadie podía comprobar. Cuando la presión se hizo demasiado fuerte llegó el momento de contraatacar. Por suerte, Stalin estaba de su parte. Para la política marxista de Stalin la herencia genética descrita por Mendel no era otra cosa que "ciencia burguesa". La Unión rechazaba por completo cualquier atisbo de derecho por herencia, no importa que este fuera de origen genético o social. Así que definir los caracteres de un hombre por su herencia genética no era posible.
Pronto, la genética y sus evidencias se convirtieron en objetivos a contrarrestar. No es que los científicos de la URSS "prohibieran" la genética. Más bien se sistematizó su anulación. Todo aquello que contraviniera el ideal político de la federación tenía que ser falso "por definición". Al propio Lysenko este hecho le vino como anillo al dedo. Esgrimiendo sus pseudoargumentos atacó enérgicamente a la teoría darwinista. Por supuesto, fue uno de los adalides contrarios a Mendel y un "negacionista del gen". A Lysenko se le atribuyen las siguientes palabras: "El gen es una parte mítica de las estructuras vivientes que en las teorías reaccionarias, como el Mendelismo-Veysmanismo-Morganismo, determina la herencia".
Con ellas se transmite una idea fundamental: el concepto de transmisión genética es falso, los genes no existen. En realidad son una concepción usada por los sectores reaccionarios contra la "revolución" prometida por la ciencia soviética. De hecho, Lysenko llegó a "demostrar científicamente" la inexistencia de los genes. Pero claro, Lysenko tenía carta blanca. El lamarckismo, que indica que un organismo adquiere sus caracteres de forma voluntaria, por esfuerzo, transmitiéndoselo a su descendencia, se ajusta mucho mejor al concepto marxista que la teoría evolutiva y de selección natural propuesta por Darwin. Porque significaba que si se mejoraba el entorno social mejoraría la raza humana. Y daba igual que el lamarckismo sea un concepto erróneo. El Lysenkoísmo había calado tan hondo que llegó a amenazar a los propios científicos contrarios a su causa.
Persiguiendo a los genetistas
En el seno del estalinismo, y en mitad de una caza de brujas brutal y sangrienta, los científicos no salieron indemnes. Y es que el Lysenkoísmo era el caldo de cultivo perfecto para justificar la persecución de aquellos defensores de la biología genética. El sistema era muy sencillo: si alguien se oponía a las ideas del "genio" soviético, Lysenko, este los acusaba de estar en contra del Estado. Entonces sus argumentos científicos defendiendo la evidencia de la genética y la selección de los caracteres mendelianos convertían automáticamente en armas contra la Unión Soviética; y los científicos en enemigos del pueblo. Era una victoria doble: Lysenko se quitaba de enmedio a un opositor y el Estado luchaba contra sus detractores. Por supuesto, esto iba muy en beneficio de Stalin y su política de limpieza. Y así es como comenzó la cruzada de Stalin y Lysenko contra los genetistas. Probablemente el caso más sonado fue el de Nikolai Vavilov.
Este botánico y genetista identificó los centros de origen de muchas plantas cultivadas. También investigó la inmunidad de los vegetales, en colaboración con el profesor William Bateson, uno de los fundadores de la Genética moderna. Por si fuera poco, creó uno de los bancos de semillas más grande de su tiempo. Y sin embargo, en 1940, bajo el reinado de terror de Lysenko, fue capturado y cuestionado por el KGB. Tras esto, fue declarado un traidor y encerrado hasta morir por desnutrición en 1943. Su único crimen era el de defender una cuestión científica "contraria" al ideal de la Unión. O, sencillamente, oponerse a las quimeras de Lysenko. Pero no fue ni mucho menos el único. No existen cifras exactas sobre la represión stalinista, aunque hay quien dice que bajo el infame artículo 58 del Código Penal de la RSFS de Rusia fueron condenados unos cuatro millones de personas, sin contar las muertes de un millón y medio más en los kulaks, con millones y millones de detenciones.
¿Cuantos de ellos científicos? Otras malas lenguas cuentan que las víctimas de Lysenko se cuentan por varias decenas, si no un par de centenas. ¿Y su fin? En el mejor de los casos fueron relegados a la miseria, olvidados y perdidos en la historia. Y en el peor, como en el sufrimiento de Vavilov, humillados hasta la muerte. Y todo por culpa del obcecamiento sinsentido y la malversación de la ciencia. Y lo peor de todo es que de esos genetistas que fueron condenados, condenando a su vez a la Unión a quedarse relegada a la estulticia científica, no se recuerda prácticamente nada. Y, aunque en el 1965 la URSS no pudo más con las mentiras de Lysenko, y fue destituido tras comprobar sus desmanes, su nombre ha quedado grabado a fuego en la historia, para bien o para mal.