Las princesas de Disney han sido algo majestuoso... supongo... la verdad es que no tengo ni idea de su influencia por crecer viendo lo que Disney Channel pasara ese día y tener un pasado tumultuoso rodeado de docenas de visualizaciones de Rápido y Furioso.
Según mi investigación periodística avanzada éstas varían en dos puntos: 1.- Grandes fuentes de inspiración de mujeres rectas y asombrosas o 2.- Imágenes retocadas por el patriarcado para lavar el cerebro de las nuevas generaciones —pueden culpar a Facebook por este último—.
Y es que si bien mi mente posee un bloqueo emocional hacia cintas de este tipo, me pregunto que pensarán las generaciones futuras sobre nuestro tratamiento actual de las princesas de Disney.
Ese tratamiento al que me refiero es muy simple: buscar a la famosa celebridad de turno y ofrecerle el papel de una princesa en la nueva versión live action que seguramente iniciará con una controversia falsa como que uno de los personajes tiene una sexualidad diferente —cosa que le importa únicamente a los padres y al gobierno de Rusia—. Para Disney el cantar y ver un hombre a los ojos ya hace a un hombre gay por default.
Pero si vamos a dejar que todas las celebridades se adentren en nuestros clásicos favoritos —no Rápido y Furioso porque ese todavía continúa por algunos siglos más— debemos tomar represalias.
Aunque estaría dispuesto a fomentar una versión live action de Anastasia si Disney tuviera el coraje de comprar los derechos y pudiera conseguir a un director como Tarantino —sólo imagínense la escena con Rasputín como villano—, el artista Andhika Muksin decidió vengarse de las celebridades mostrándoles cómo sería el mundo si las princesas tomaran sus papeles y no al revés.