Mesopotamia, la tierra entre ríos, un lugar fértil, plagado de tribus y dioses ahora extraños. Como la mismísima Astarté, también conocida como Ishtar, Astarot o, incluso, Astoret. Esta divinidad aparece y se desvanece a lo largo de la prehistoria de la humanidad. Aunque nunca llega a desaparecer del todo, sino que cambia, evoluciona y se adapta. Nuevos cultos y nuevas tradiciones se asientan bajo los restos culturales de la vieja diosa del sexo, la guerra y el amor. Tradiciones como la del extraño conejo de Pascua. Porque los conejos y los huevos son símbolos de la fertilidad, ¿no? No sería nada extraño que en realidad la Pascua fuese una fiesta adaptada a nuestros días. Pero, ¡un momento! ¿Los símbolos de Astarté no eran el león, la estrella del alba y la estrella de ocho puntas? Algo huele mal en esta historia del conejo de Pascua.
¿Qué es el conejo de Pascua?
Seguro que te habrás topado en el supermercado con figuras de conejos de chocolate. O de huevos coloreados (a veces también de chocolate). El conejo de Pascua es tradición en numerosos países, especialmente en toda América. En Europa, sin embargo, es algo más difícil encontrar esta costumbre, aunque hay muchas tradiciones referentes a los huevos. Existen varias versiones de una supuesta leyenda, muy deformadas según el lugar y la cultura. Una de las más interesantes es la que cuenta la historia de una mujer pobre que durante la Pascua era incapaz de ofrecer dulces a sus hijos. La madre escondió en el jardín huevos decorados para disfrute de sus niños, los cuales se toparon con un conejo y creyeron que había puesto los huevos.
Desde entonces, los niños fabricaban un nido que se encontraba en el jardín a la espera de los huevos del conejito de Pascua, que se llena durante la noche. En general, la leyenda del conejo de Pascua cuenta que esta criatura trae canastas llenas de huevos de colores y dulces a los hogares de los niños. Según se recoge en varias fuentes, las primeras referencias se deben a Georg Franck von Frankenau, en De ovis paschalibus de 1682. Este tratado habla de una tradición de Alsacia de una liebre que trae los huevos de Pascua. En cualquier caso, esta fiesta se suele celebrar escondiendo huevos decorados en jardines y casas, los cuales se recogen durante un juego. En el siglo XIX, en Alemania, los huevos pasaron a ser de chocolate (al igual que algunas figuras del conejo), cosa que se mantiene hasta el día de hoy.
El falso mito de Astarté
Corre el rumor, reproducido en muchos lugares gracias a la magia de Internet, que el conejo de Pascua es en realidad procedente de la simbología fenicia o sumeria referente a Ishtar, de donde vendría la palabra Easter, Pascua en inglés. El conejo y los huevos son claros símbolos de la fertilidad, algo asociado con la diosa Astarté. Debido a la adaptación cultural, la fiesta propia de la primavera, la estación de la fertilidad, pasaría a convertirse en una fiesta de origen religioso (o más bien paralelo). Todo encaja casi a la perfección. Casi. Porque en realidad ni el conejo ni los huevos son símbolos típicos de Astarté, ni era propiamente la diosa de la fertilidad (aunque siempre ha estado relacionada), ni se ha adaptado nunca, al menos demasiado, la fiesta. De hecho, a día de hoy la Pascua cristiana tiene otro origen y otra celebración por completo diferente a la fiesta relacionada con el conejo de Pascua.
La confusión es más fácil si damos por válida otra explicación similar. En realidad, Easter proviene de Ostara, o Eostre en inglés arcaico, otra diosa pero de origen sajón. Según la primera referencia documental que se remonta al siglo VII, y que se debe al monje benedictino Beda el Venerable, los anglosajones llamaban al mes de abril eosturmonath. Este nombre se debe a la mencionada Eostre, a quién se veneraba en este mes. A pesar de que no existen más referencias hasta la llegada de los hermanos Grimm, Ostara, según Beda, era una diosa de la fertilidad asociada al comienzo de la primavera y del "despertar" de las fuerzas germinativas. Aunque se asociaba con la luz, la identidad de los huevos y los conejos como referencias de vida (desde lo desconocido a la procreación) parece encajar mucho mejor.
El origen conocido de la Pascua
El origen de Easter, como vemos, está relacionado en cierta manera con la primavera y la fertilidad, desde luego. Sin embargo, existe una clara diferencia con la Pascua (especialmente con la Pascua cristiana). Esta Pascua era ya celebrada por los judíos y paleocristianos. Pascua viene del latín pascae, que a su vez proviene del griego pasja, una adaptación del hebreo pésaj, que significa ‘saltar por encima’. Según la tradición, el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto, una historia recogida en el Antiguo Testamento, y lo hizo en estas fechas, hacia la Tierra Prometida. Por ello, desde que ocurriera, en el 1500 antes de Cristo, la Pascua, también llamada Pascua judía, se celebraba cada año, como recordatorio de la liberación del pueblo hebreo de su esclavitud. Más tarde, esta fiesta se adaptó a la tradición incipiente que recordaría la muerte y resurrección de Jesucristo. Tras el Primer Concilio de Nicea, ocurrido en el 325 d.C., separó la celebración de la Pascua judía de la cristiana, llamada ahora Pascua de resurrección. Desaparecen así los elementos hebreos, al menos en parte. La Pascua de resurrección es un momento crucial en la cultura cristiana pues supone todo el fundamento de la religión: la resurrección de Jesucristo. Literalmente es la fiesta más importante para el catolicismo.
Y sin embargo, poco o nada tiene que ver con el conejo de Pascua, cuyo nombre se ha asimilado a esta fiesta. También se conoce como Pascua a otras celebraciones cristianas: la Navidad, la Epifanía o Adoración de los Magos y Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. En España, Chile, Cuba y Filipinas, el término Pascua, sin embargo, se aplica coloquialmente a la Navidad, mientras que a la Pascua se le llama «Pascua de Resurrección». A pesar de la enorme diferencia, la idea del conejo de Pascua evoluciona tratando de ser asimilada por la sociedad. A día de hoy existen leyendas y cuentos que tratan de unir ambas tradiciones culturales aunque todas parecen un poco forzadas. Lo que queda claro es que, a pesar de que Astarté parece todavía presente en algunas de nuestras tradiciones, la Pascua no es una de ellas.