El elemento esencial de la pintura es el color. La materia prima que es moldeada de infinitas maneras para constituir una obra de arte. Durante siglos, cientos de artistas han ideado nuevas técnicas para expresar lo que piensan y sienten con más precisión.
Actualmente, existe un estigma que sigue de cerca a cualquier pintor que quiera tener éxito. El arte moderno muchas veces es presentado más como un chiste pretencioso que como un nuevo periodo en la historia de la pintura. Obras mediocres reciben montones de atención por ser escandalosas y controversiales, no por de verdad merecer tales elogios.
Por suerte, todavía existen muchos artistas geniales que cada año realizan obras de arte magníficas, sin nada que envidiarle a los trabajos de los pintores clásicos que todos conocemos.
Uno de ellos es Johannes Müller Franken. Nacido en mil novecientos sesenta en Friburgo de Brisgovia, el alemán comenzaría a estudiar arte treinta años después en la Universidad de Mainz.
Desde entonces ha exhibido su trabajo en múltiples galerías y museos, ganándose reconocimiento internacional. Basta un vistazo a una de sus pinturas para entender por qué ha causado tanto revuelo.
Su trabajo posee unas cualidades oníricas impactantes. La manera en que logra capturar las variaciones de luz en un solo cuadro es increíble.
Johannes afirma que no es su intención capturar la realidad "tal como es". No tiene intenciones naturalistas. En vez de eso, elige crear mundos mágicos que, a la vez, se sienten muy cercanos a la realidad.
También cuenta con algunos paisajes en su colección, pero no cabe duda de que cuando el alemán pinta seres humanos es que sus talentos salen a relucir. Sus pinturas son una única combinación entre lo ideal y la realidad que jamás había visto antes. A continuación les dejamos sus mejores piezas.