Definir nuestra vocación es una actividad que realizamos desde que somos pequeños. Con seguridad, incontables veces escuchaste la pregunta "¿qué vas a ser cuando seas grande?" o versiones de la misma que variaron muy poco con el paso de los años.

Puede que seas uno de esos niños que crecieron seguros de lo que "iban a ser cuando fueran mayores", pero también puede que esas primeras reflexiones sobre lo que "ibas a ser de grande" no tengan nada que ver con tu actividad actual o con tu vocación. También es posible que tengas el trabajo de tus sueños y que, por fortuna, tu trabajo remunerado sea lo que más te apasiona hacer en la vida.

Pero ¿qué pasa si ya somos adultos y no sabemos cuál es nuestra vocación? Otra cosa: ¿qué pasa si son muchas las cosas que nos apasionan y no sabemos por cuál decidirnos? Y, por último: ¿todas las personas tenemos sólo una y verdadera vocación?

Para contestar estas preguntas vale la pena recordar que la edad en la que nos sentimos adultos tiene más que ver con nuestra autopercepción que con la edad numérica o con las expectativas sociales. Es cierto que los esquemas sociales nos van diciendo qué hacer o qué se espera de nosotros a cierta edad, pero muchas veces esto no es más que una falacia social, incluso una trampa, repetida hasta el cansancio y que solo aparenta ser verdad pero no lo es.

Así pues, tener una verdadera y única vocación no es una obligación y es muy probable que estemos ante otra falacia social maquillada como verdad absoluta. Sí, claro, hay personas que desde siempre saben qué les apasiona y otras que corren con la suerte de tener padres o tutores comprensivos que les ayudaron en el camino de encontrar, lo que el educador Ken Robinson llama "el elemento". El elemento es "el lugar donde la persona hace aquello que realmente quiere hacer y donde es quien siempre ha querido ser".

Encontrar nuestro elemento no siempre es tarea fácil y son varios los aspectos los que pueden entorpecer este proceso, Ken Robinson los identifica así:

  • Educación: los sistemas de educación de casi todo el mundo están centrados en la estandarización de las pruebas y conocimientos, además de tener sus pilares puestos en los conocimientos óptimos para los procesos industriales. También, porque las escuelas matan la creatividad.
  • Cultura: los roles culturales muchas veces delimitan las actividades que "le son permitidas" a los individuos. Por ejemplo, los roles de género que de manera intrínseca dictan profesiones ideales para mujeres y hombres. Hacer lo contrario a lo esperado puede ser un proceso muy duro y al que muchas veces no se hace frente.

  • Estilos de aprendizaje: en las escuelas en general los estudios son tan estandarizados que puede que jamás hayamos encontrado nuestro elemento porque nunca hubo la guía o paciencia suficiente pues existen distintos tipos de inteligencias y no se les nutre de forma íntegra en los sistemas educativos tradicionales.

Los "multipotenciales"

¿Será verdad, entonces, que todas las personas tenemos una verdadera vocación y un único "elemento"? Con seguridad no porque existen personas que sienten gran pasión por muchas cosas, su dinámica de aprendizaje es completamente distinta a el de las escuelas y buscan con gran empeño aprender cosas nuevas y cambiar de trabajos constantemente.

Si bien muchos señalarán estas actitudes como signos de inmadurez, bien podemos estar frente a personas que la escritora, artista y coach, Emilie Wapnick, define como: multipotenciales. Estas personas de lo único que están seguras es de que les gusta aprender y que no pueden resumir en una sola actividad su vocación. Es más, puede decirse que jamás logran verse haciendo una sola cosa para toda la vida. Podríamos decir que su "elemento" es el placer de aprender cosas nuevas.

Los multipotenciales son personas que no logran definir jamás su "verdadera vocación", sin embargo, dice Wapnick, su fortaleza radica precisamente en su curiosidad, en su pasión por muchas cosas. Antes que creer que "así no se llegará a nada" pues esto parece lo contrario a la "madurez" podríamos reflexionar que estos llamados multipotenciales logran una formación integral a través de sus diversas vocaciones, pasiones y labores.

La plática de Emilie Wapnick vale la pena de cabo a rabo pues ilumina el camino de los mal llamados "indecisos" o "inmaduros" y reconoce la fortaleza de amar muchas cosas a la vez, tener sed de conocimientos y de darse la oportunidad de desarrollar estas áreas. Después de todo, y a través del tiempo, ya nos va quedando claro que las expectativas sociales muchas veces no son más que falacias que nos impiden ser lo que somos, sí, con nuestros altibajos, pero también con nuestras grandes virtudes.

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