Hoy hace exactamente un año desde el último lanzamiento de un Lumia por parte de Microsoft. Fue el Lumia 650, un gama media con vocación empresarial a quien no le ha seguido ningún otro smartphone 366 días después (2016 fue bisiesto, para los puntillosos). En teoría, Windows 10 llegó a mediados de 2015 como un sistema operativo para todos los dispositivos. Lo cierto es que menos de dos años después, Microsoft ya ha abandonado de forma progresiva el smartphone, sus esfuerzos han ido enfocados al remanente de la generación anterior, el ordenador, y al futuro, la realidad virtual.

A Microsoft le costó tres años superar los diez millones de Lumia vendidos por trimestre, y otros dos años rebajar esa cantidad a tan solo un millón de unidades. De esos dos años, uno ha sido nulo en cuanto a lanzamientos: el apoyo no ha llegado de Microsoft, y prácticamente tampoco de otro fabricante. La única excepción es el HP Elite X3, orientado puramente al sector empresarial, que fue anunciado pocos días después del Lumia 650.

Durante este tiempo se ha especulado con la llegada de un Surface Phone que trajese el espíritu de las excelentes tablets Surface a los smartphones, y de paso aprovechase las posibilidades de Windows 10 en móviles. Nunca ha llegado nada oficial, y las maniobras de Microsoft en este tiempo han dejado claro que el móvil ya no es la prioridad, como resumió a la perfección Antonio Sabán en Windows Phone: Game Over.

La ecuación móvil es simple: Android acapara cuota y Apple acapara beneficios. El resto, sobreviven o malviven con excepciones como Samsung, que pese a su liderazgo en cuota queda lejos del retorno económico que logra Apple, o Huawei, que comienza a emerger en beneficios y en cuota de mercado, en una de las mejores tendencias móviles que vemos actualmente en la industria. Satya Nadella tomó la decisión más impopular pero con más lógica: renunciar al smartphone de forma progresiva para destinar esfuerzos a Surface, Xbox, el escritorio, la nube o el software. El panorama actual era demasiado difícil de levantar y el único segmento donde lograron cierta relevancia, la gama de entrada, apenas dejaba márgenes de beneficio. Sus cifras de venta tampoco justificaban el esfuerzo en un retorno a través del uso de servicios.

El círculo se sigue cerrando. Primero fue Bada, luego Symbian, más tarde BlackBerry y ahora Windows quien se queda fuera del mercado móvil, que pese a los esfuerzos de estos y otros actores (Firefox OS o Sailfish OS, por ejemplo), ha terminado siendo una guerra de dos. Un sabor amargo que mejora si pensamos en la potencia de las últimas presentaciones de Microsoft.