"Correo árabe atacado por leones" es la obra maestra de la taxidermia procedente de la Maison Verreaux. Sus piezas están tan bien disecadas que todavía parecen vivas. El león del Atlas (Panthera leo leo) está ya extinta en libertad. Así que ver esta escena es impresionante. De hecho es una de las mejores piezas del museo Carnegie de historia natural, en Pittsburgh. Lo que los operarios del museo no sabían es que dentro de la obra disecada, en la que se ve a un maniquí mostrando un semblante aterrado, terriblemente real, se encontraba una sorpresa. Tras 150 años de trabajo con la pieza, los rayos X han mostrado una cosa inusual: la calavera del maniquí es en realidad la de un ser humano. Y es que parece que los Hermanos Verreaux no llegaron a cejar en sus intentos a pesar de los miramientos morales.
El bosquimano de Banyoles
En el año 2.007, los restos de un antiguo guerrero bosquimano eran enterrados en el parque nacional de Tsholofelo con honores reservados hasta ahora para héroes nacionales. A este extraño acto asistieron representantes de España en Botsuana y de la Organización para la Unidad Africana, así como la plana mayor del Ejército y miembros de la sociedad civil del país. Esta historia, sin embargo, comenzó casi dos siglos antes. Una clara noche bajo el firmamento africano de 1830, dos jóvenes hermanos Verreaux miraban a ratos cómo algunos ayudantes nativos cavaban una fosa reciente. El cuerpo que robaron no era otro que el del jefe de una tribu recién muerto. Al menos eso es lo que aseguraban los hermanos, quienes contaban que lo exhumaron bajo un gran riesgo para poco después disecarlo como muestra de la cultura africana.
Unos años después se exponía en el Museo de Martorell, del cual pasó al Darder de Bañolas donde estuvo expuesto durante décadas, hasta que en el 2.000 el Gobierno de Botswana comenzó un litigio para recuperarlo y devolverlo a donde pertenecía: un cementerio. En el ataúd llegaron poco más que algunos huesos y es que el bosquimano de Banyoles ha tenido que ser reparado en diversas ocasiones. Los hermanos Verreaux se encargaron de curtir su piel hasta dejarla hecha un cuero duro, colocarle ojos de cristal y disponer el cuerpo del difunto para que pareciese estar todavía al pie de guerra. No por nada, eran unos auténticos expertos en taxidermia. Aunque sus límites éticos fueran un poco suaves.
Los Verreaux, naturalistas y disecadores
Jules Pierre Verreaux nació a principios del siglo XIX y fue un gran naturalista. O más bien naturalista "preparador", como se hacía identificar. Con varias decenas de obras (escritas) y otras tantas disecadas, su currículum es extenso. Pero sobre todo, es importante. Verraux es considerado uno de los mayores ornitólogos del XIX y recorrió medio mundo junto a sus familiares. Entre ellos, Edouard Verreaux, su hermano, quien es coautor de muchas de las obras más importantes del emporio Verreaux. Estos hermanos no escatimaban esfuerzos para conseguir animales extraños y exóticos que disecar. Luego vendían sus piezas desde París a todo el mundo: museos, colecciones privadas, universidades. Y no eran baratas porque los materiales de sus obras eran extraordinarios, como el viejo bosquimano de Banyoles.
Pero los Verreaux tenían otra cara. Además de no tener miramientos en desenterrar a una persona y disecarla, muchas veces mezclaban piezas de especies, hacían arreglos o mentían sobre la procedencia de los materiales (entiéndase como animales) para poder exigir un mayor precio. Como consecuencia, por ejemplo, nunca sabremos realmente la identidad del pobre bosquimano que ha permanecido con armas en ristre durante casi 200 años. Ni tampoco conoceremos nunca a quién le pertenecía la calavera escondida en el maniquí del museo Carnegie.
No está bien disecar humanos
A día de hoy, disecar seres humanos es, como poco, reprobable. Y legalmente cuestionable. Sin embargo, en el siglo XIX las cosas no eran tan claras. De hecho, hasta hace muy poco se permitía el libre comercio de Tzantza (o cabezas reducidas) del pubelo Shuar. También es larga la lista de personas expuestas en diversos museos. El uso de restos humanos es bastante polémico. Pero eso a los Verreaux les daba igual. Volvamos al museo Carnegie de historia natural, en Pittsburgh. La dichosa obra compuesta por un dromedario, un león nubio y un maniquí representando a un correo árabe es una de las más visitadas del museo.
La figura fue hecha a mediado de 1.800, en fechas parecidas a las del bosquimano del que hemos hablado. Y para conseguir el máximo realismo, parece ser que a los Verreaux no se les ocurrió otra cosa que usar una calavera humana real, con dientes y todo (que son visibles en la pieza). Los restauradores se llevaron una enorme sorpresa cuando al hacerle una tomografía para comprobar su estado descubrieron que la cabeza del maniquí era en realidad una cabeza humana recubierta por el muñeco. El museo ahora está debatiendo qué hacer con estos restos. Como explicábamos, los restos humanos son objeto de grandes debates. Unos restos humanos que no han sido oficialmente donados han de ser devueltos a su lugar de sepultura. Sin embargo, ¿cuál es ese? Es prácticamente imposible saber de dónde sacaron la calavera los hermanos Verreaux.
Como decíamos, una práctica bastante común entre estos artistas consistía en mentir sobre la procedencia. Otra veces, sencillamente, cogían lo que querían. Así que nadie sabe (no hay registros) de dónde provienen estos restos. Hacer un análisis de ADN sería prácticamente imposible en semejantes condiciones y a estas alturas. Y tratar de trazar su procedencia es casi imposible teniendo sólo los registros de compra-venta e itinerancia de la figura. Mientras esperan más información, procedente de Francia, los investigadores del museo siguen indecisos, arreglando la obra de los controvertidos pero geniales hermanos Verreaux. Así que por ahora, la figura seguirá escondiendo su secreto tras unos ojos vidriosos y una piel pintada que parecen muy reales.