Recuerdo claramente la primera vez que me obsesioné con una pintura. Recorría un libro que contenía las mayores obras de Leonardo Da Vinci para encontrarme la imagen titulada como: "Cabeza de Leda", mi impresión provenía fundamentalmente en una búsqueda exhaustiva por trabajos del maestro que pudiera emular, y aunque fuera casi un boceto la reproducí aportando la mayor dedicación posible.
Claro que nunca me acerqué a copiarla, ya que a cada trazo que me alejaba del autor borraba todo para empezar de nuevo. Terminé por rasgar la hoja por una excesiva cantidad de borrones, y si bien el resultado final tenía un gran agujero en el centro, sentí suficiente orgullo para colgarla en mi pared. Debía observarla con regularidad, esa energía adolescente se había enamorado de la modelo con siglos de antigüedad —de un modo romántico, para los que anden pensando cosas sucias—.
Muchos nos obsesionamos con hermosos paisajes, jóvenes modelos, belleza que sólo un lienzo y una hoja agujereada pudieron emular. Pero ¿acaso esta pasión tiene que permanecer en una galería? Obras que nos conmueven deben permanecer cercanas a nosotros, y no existe un mejor lugar que nuestra propia piel para recordarnos los grandes sentimientos que encontramos en ellas. A continuación mostramos esos tatuajes imprescindibles en el mundo artístico, que nos hacen llevar a nuestros artistas favoritos encima —literalmente—.
La Gran Ola de Kanagawa, Hokusai
Frida Kahlo
Leonardo Da Vinci
La Noche Estrellada, Van Gogh
La Creación de Adán, Michelangelo
Serpientes de Agua I y II, Gustav Klimt
Elefante, Salvador Dalí
Le Chat, Pablo Picasso
Mona Lisa, Leonardo Da Vinci
Primavera, Alfons Mucha
El Beso, Gustav Klimt
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