Ramón Sampedro quería morir. No podía mover ninguna parte de su cuerpo de la cabeza para abajo, no podía levantarse de la cama. A causa de un accidente, Sampedro sufría una tetraplejia que le incapacitaba totalmente y necesitaba del cuidado de sus familiares.
El español no quería vivir así, para él esa vida, no era vida. Ramón Sampedro se convirtió en el primer español en solicitar el suicidio asistido en España, un caso muy polémico que retrató el director Alejandro Amenábar en la película Mar Adentro.
A pesar de las numerosas peticiones judiciales para que la persona que ayudara a Ramón a morir no fuera acusada de delito, ninguna fue aprobada y el gallego acabó con su vida con una pastilla de cianuro potásico que le entregó su amiga Ramona Maneiro.
Si Ramón Sampedro hubiera vivido en Bélgica o en Colombia, no hubiera necesitado pasar sus últimas años de vida en los juzgados reclamando una muerte digna, ni hubiera tenido que pedirle a una amiga que le pusiera el cianuro en su boca para acabar con su vida.
Además de Bélgica y Colombia, solamente tres países más permiten la eutanasia: Luxemburgo, Holanda y Suiza. En Estados Unidos, esta práctica es legal en algunos estados como Oregón. México podría convertirse en el séptimo país en el mundo que incluya este derecho en la Carta Magna de la capital.
El proyecto de Constitución de la Ciudad de México aprobó el derecho a la muerte digna con 56 legisladores a favor, 27 en contra y una abstención. La reforma abre un nuevo discurso en la capital mexicana, en el que la eutanasia se contempla como una de las opciones para los enfermos.
La votación de los diputados a la ley secundaria que permitiría la eutanasia decidirá la ratificación del derecho a los enfermos a pedir la aceleración de la muerte para acabar con el dolor provocado por una enfermedad.
El artículo número 11 discutido ayer por los asambleístas sostiene:
Este derecho humano fundamental, el de la determinación y el libre desarrollo de una personalidad, deberá posibilitar que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad. La vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna
La iniciativa, propuesta por Jesús Ortega del Partido de la Revolución Democrática (PRD), permitirá que los enfermos suspendan un tratamiento o que pidan la eutanasia.
Antes de la votación del pasado miércoles en la Asamblea Constituyente, otros diputados apoyaron la posibilidad de pedir la eutanasia, argumentando que la persona que quiera acabar con su vida por un deterioro de su salud debe contar con el apoyo del equipo médico hospitalario para tener una eutanasia digna, informó Reforma.
La nueva reforma complementa la Ley de Voluntad Anticipada aprobada en 2008, que permitía al enfermo al que se le hubiese diagnosticado una enfermedad terminal poder renunciar a cualquier tipo de tratamiento que alargara su vida.
No es lo mismo una muerte digna, que la eutanasia
El artículo aprobado en la Ciudad de México implica el derecho a una muerte digna, también llamado ortotanasia. El término implica el derecho al paciente a morir dignamente sin utilizar medidas extraordinarias para mantenerlo con vida.
Por el contrario, la eutanasia incluye una acción que acelera la muerte de la persona enferma con el objetivo de acabar con su dolor o sufrimiento.
En el caso de la eutanasia, existe la activa y la pasiva. La activa consiste en la utilización de fármacos que acaban con la vida de la persona de forma directa. La eutanasia pasiva se centra en la suspensión de un tratamiento que acabará con la muerte del enfermo, la llamada muerte por omisión.
En la Ciudad de México se contemplarán las dos maneras de interrumpir la vida de un enfermo como derechos constitucionales.
Desde que la capital mexicana se convirtió en una entidad federativa de la República y pasó de llamarse Distrito Federal a Ciudad de México, se está escribiendo una Constitución de cero para velar por los derechos y obligaciones de los capitalinos. La aprobación de todos los derechos está prevista para el próximo 31 de enero.