En noviembre de 2008, el progresismo mundial celebró la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca. Sus promesas entonces todavía eran solo promesas. Ocho años más tarde, muchas se han quedado en eso y la esperanza que adornaba los icónicos carteles electorales de su primera campaña (HOPE) se ha ido en buena parte con la llegada de Donald Trump. Pero era lo suficientemente reconfortante e ilusionante para el mundo que la nación más influyente y relevante cambiase a Bush por alguien con los planteamientos de Obama, amén del simbolismo implícito en el hecho de ser el primer presidente estadounidense de raza negra.
Ahora que Donald Trump accede a la presidencia (quién sabe qué legado dejará cuando salga de ella), es momento de hacer balance y repasar lo más destacado que deja en la Casa Blanca en relación a las promesas electorales que le llevaron al despacho oval.
Finalmente, Obamacare. Tras casi tres años en funcionamiento, se puede interpretar como, mayoritariamente, un éxito. Los diferentes estados del país subvencionan los seguros sanitarios a los ciudadanos con menos recursos, las aseguradoras ya no pueden negarse (con ciertos límites) a firmar pólizas a personas con un historial médico determinado, y la tasa de ciudadanos sin seguro alguno ha sido reducida a la mitad, en torno al 8.5%.
La tasa de desempleo, casi a la mitad. Del 7.8% con la que cerró 2009, y el pico del 9.8% que hubo en 2010 con la inercia de la administración anterior, se ha ido descendiendo hasta el 4.9% actual. Durante los primeros compases de la legislatura, y por tanto, de forma aproximada, de la crisis económica, casi nueve millones de empleos fueron destruidos. El balance total de los ocho años, algo más de once millones de empleos creados. Y la tasa, recortada a la mitad, rozando el pleno empleo virtual.
La población negra no ha prosperado. Al menos de forma significativa. Y en muchos indicadores, su calidad de vida ha descendido. The Telegraph recopiló algunos datos clave que muestran el agravio comparativo respecto a la población blanca, y la escasa o nula mejora durante los últimos tiempos. Para colmo, durante sus dos legislaturas se han sucedido diferentes muertos de afroamericanos a manos de agentes policiales. Solo en 2016, más de 250 personas negras fueron tiroteadas por la policía. Relacionado con esto último, y saliendo del ámbito policial, Obama también prometió medidas que limitaran y endurecieran el acceso a las armas, pero igual que ocurrió con Guantánamo, es difícil -o imposible- sacar medidas así adelante sin el apoyo del Congreso. Un Congreso, una vez más, con una mayoría republicana que se posiciona a favor de los derechos individuales por encima de todo, incluyendo armas.
Estados Unidos sigue combatiendo en Irak. Obama siempre se mostró cauto a la hora de hablar de la retirada de las tropas norteamericanas en la medida en que se finalizaba la guerra, pero en 2016 un marine fue asesinado por yihadistas, síntoma de que el ejército estadounidense continúa en operaciones de combate en suelo iraquí. Cierto es que las tropas de Oriente Medio fueron retiradas y regresaron a Estados Unidos, pero muchos efectivos permanecieron y permanecen allí para realizar de forma paulatina la "retirada responsable" a la que se refería Obama en sus primeros días en el despacho oval. En Afganistán, el número de tropas está en unas 9.000, muy por debajo de las 39.000 que encontró Obama en su llegada y aún más por debajo de las 100.000 que hubo en su momento cumbre, en 2011.
Ocho años después, Guantánamo sigue abierto. Fue una de las promesas estrella de Obama durante la campaña electoral de las primeras elecciones que ganó. Dos legislaturas más tarde, el número de reclusos sí ha sido reducido considerablemente, pasando de unos 250 a algo más de 50 en el momento en que Trump va a ser investido. Esta promesa fallida supone una buena noticia para la democracia en cierta forma, ya que la orden ejecutiva firmada por el propio Obama al poco de llegar a la Casa Blanca nunca fue respaldada por una mayoría del Congreso, quien ni siquiera firmó el acercamiento a suelo estadounidense de cuatro decenas de presas considerados "altamente peligrosos". Esta promesa se diluyó como un azucarillo en el agua en cuanto tuvo que hacer frente al Partido Republicano, quien ha gozado de mayoría en el Congreso.
Inversión en infraestructuras. ¿Recuerdan el Plan E del Gobierno de Zapatero en los primeros compases de la crisis? Fue un movimiento keynesianista de manual. Cuando llega una época de crisis, el Estado debe estimular la economía y aumentar el gasto. Algo similar hizo Obama al poco de llegar al cargo, centrándose en la renovación de infraestructuras (ferroviarias, carreteras, tendidos eléctricos, suministros hídricos...). El problema es que más allá de aquella actuación puntual (100.000 millones de dólares de inversión), la creación de una institución destinada a las infraestructuras a largo plazo nunca fue aprobada por el Congreso.