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Airbnb, Uber y otras compañías tecnológicas están irrumpiendo con fuerza en los mercados tradicionales por proponer al consumidor alternativas con mayor valor agregado a modelos de negocios asentados y maduros. Se suele presuponer que dicho valor añadido está estrechamente relacionado con la tecnología, con aportar una vuelta de tuerca que simplifique los proceso y optimice los costes, tanto para el consumidor como para la compañía.

Si bien es cierto que muchas de estas empresas han revolucionado sectores enteros gracias a que se han casado con un consumidor más joven y nativo de las nuevas tecnologías, también lo han hecho por llevar en su núcleo modelos de negocios más eficientes, menos rígidos y con unas estructuras de costes (sobre todo fijos) más flexibles. Lo que les ha permitido tirar los precios respecto a alternativas tradicionales.

La mayoría de los modelos de negocio de estas compañías, si quitamos su valor tecnológico y lo simplificamos a su mínima expresión, pone de relieve cómo han desplazado parte de sus procesos hacia el lado del consumidor (simplificando su estructura de costes) al mismo tiempo que se han liberado de cargar en sus balances ese activo característico de las tradicionales dejándolo a manos de terceros: Uber, que es un compañía de transporte, no tiene vehículos. Airbnb, que además de tecnológica es una compañía de alojamiento turístico, no tiene activos inmobiliarios en sus libros.

¿El resultado? Costes operativos mínimos frente a modelos de negocio tradicionales. La fórmula de rentabilidad financiera cuyo apalancamiento es casi nulo, con activos mínimos y márgenes más o menos ajustados. La antítesis para Airbnb, por ejemplo, si lo comparamos con el mismo indicador de compañías, son los tradicionales alojamientos turísticos.

Generar renta con activos mínimos es el nuevo dorado de las compañías tecnológicas y prestadoras de servicios de intermediación, que compiten contra las grandes compañías tradicionales. Poner en la misma balanza a BlaBlaCar, a las fintech o a cualquier otra que se te ocurra que esté rompiendo con los modelos de negocios asentados en los mercados.

Pero no es la única variable que participa de su éxito. Pasando desapercibidas entre los consumidores y, en ocasiones, de sus competidores, están las ventajas ocultas de su operativa en el mercado. Su novedad está poniendo de relieve cómo muchas de estas compañías están beneficiándose de una serie de ventajas fiscales veladas que, sobre el papel, están permitiendo ofrecer mejores precios a sus consumidores, aumentar sus ventas, y por ende, sus beneficios y su rentabilidad.

Tecnología sí, pero también ventajas regulatorias

Se puede usar de referencia Uber vs las licencias del taxi, pero es más interesante puesto en contexto las ventajas que tiene Airbnb sobre los hoteles tradicionales, puesto que la ventaja se da cada vez que la compañía pone en contacto a propietario/inquilino y se cierra el trato: en UK y en varios países de la UE, cuando un hotel tradicional ofrece sus servicios, tiene que pagar los costes asociados a su activo y el IVA del coste total de servicio prestado.

En cambio, Airbnb solo carga IVA para sus honorarios, es decir, por sus servicios de intermediación, no de la totalidad del precio/coste que se desplazada del inquilino al propietario por la estancia. Además, la mayoría de los países de la UE tiene un régimen fiscal que permite a los arrendadores ciertas ventajas fiscales para promover el alquiler, y en algunas circunstancias, solo se obliga a pagar el IVA por alquileres cuando se supera cierto umbral en el año fiscal.

Además, si comparamos los precios sobre los que se calculan los impuestos sobre los que incurre el inquilino en Airbnb frente al hotel, la diferencia es tan significativa que genera una ventaja competitiva en precio del servicio tecnológico frente a las cadenas hoteleras: la carga impositiva por habitación de hotel en un país con mucha cultura de sharing, como UK, es de $ 41,30 por noche frente a los $ 8,40 dólares de media en Airbnb.

Muchas veces, la explicación del éxito va más allá de la tecnología o de la facilidad de uso.