Ya hemos hablado sobre los estragos que hacen en tu salud las personas negativas que te rodean. Pero, ¿y si eres tú una persona negativa? Pues parece que entre otras cosas, tienes más posibilidades de morir.

Tener una visión optimista en la vida —una expectativa general de que ocurran cosas buenas— puede ayudar a la gente a vivir más tiempo, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Harvard, publicado en el American Journal of Epidemiology.

En este estudio se analizó a mujeres que tenían una perspectiva optimista. Al principio respondieron preguntas sobre su salud y estado mental, incluyendo su visión de la vida durante los tiempos de incertidumbre, y luego fueron monitorizadas por cerca de ocho años; descubriéndose que aquellas más positivas eran menos propensas a morir por varias causas. Concretamente un riesgo de un 29% menos*, de morir por cualquier causa durante el período de seguimiento, como enfermedades cardíacas, el cáncer o las infecciones. Específicamente, 52% menos de riesgos de infección, 39% menos de un accidente cerebrovascular, 38% por enfermedad cardiaca o respiratoria, y un 16% menos de riesgo de morir de cáncer.

Sin embargo, este no es el primer estudio en hacer una conexión entre el optimismo y la salud; otras investigaciones han vinculado este rasgo de la personalidad, con un menor riesgo de muerte por problemas como los cardiovasculares, niveles más bajos de la inflamación, un sistema inmunológico más fuerte y un ritmo más lento de envejecimiento celular, por ejemplo.

De todas formas, no hay que engañarse. Ser positivo no es verlo todo color de rosa siempre. Parece que incluso los optimistas tienden a esperar lo peor, cuando todo lo indica. Investigadores de la Universidad de California en Riverside, creen que ese instinto de prepararse esperando las malas noticias por adelantado, en realidad puede tener un efecto protector y servir como un amortiguador contra potenciales desilusiones. Sin embargo, los positivos lo sienten más tarde, lo cual, aminora los efectos negativos de, valga la redundancia, la negatividad. Los optimistas comienzan teniendo expectativas más positivas que los pesimistas, lo que reduce sus niveles de estrés y mejora su salud y posibilidades de supervivencia. Pero, a medida que se acerca la hora de la verdad, las expectativas bajan con el tiempo amortiguando el posible error.

o1pkm7-8ah4-cristian-newman

La otra buena noticia es que se ha demostrado en ensayos aleatorios que el optimismo se puede aprender. Los expertos creen que es una habilidad práctica como otras y que tanto el optimismo como el pesimismo pueden convertirse en profecías autocumplidas. Esto es porque los positivos, reforzados por la confianza, ven a sus problemas como algo temporal y no los toman tan personalmente, lo que influye en las decisiones que tomarán después.

”Los optimistas no atribuyen grandes explicaciones a los pequeños acontecimientos, por el contrario, cuando algo va mal, un niño con una mentalidad pesimista piensa que eso significa que todo va a salir mal, y que además debe haber hecho algo para que esto ocurra“, dice Tamar Chansky, psicólogo en Filadelfia, y autor de “Freeing Your Child From Negative Thinking”.

Un estudio realizado por la Unidad de Investigación de Gemelos del Kings College, en Londres, Inglaterra, comparó un gran número de gemelos idénticos (que comparten los mismos genes) con los mellizos (que no lo hacen). Los autores han encontrado que el optimismo es alrededor de 40% hereditario. Sin embargo, lo que queda, más de la mitad, es una combinación de lo que la vida depare y la actitud que uno tenga frente a ello. Las grandes piedras angulares según los expertos son:

  • Estar atento a evitar los absolutos: Nunca, siempre, lo peor, nada bien… Los absolutos normalmente son derrotistas y pecan de probablemente inciertos. Nadie sabe el futuro, cuando algo sale mal asumir que “siempre” va a ser de esa manera, es por defecto falso. Sólo ha salido mal ahora, lo demás no lo sabes.
  • Replantearse los contratiempos: Hay algo bueno en, casi, cualquier cosa mala. Claro está que intencionadamente hay que buscarla, pero casi siempre existe.
  • Valorar el propósito y el progreso: Uno logra el éxito un puñado de veces en la vida, lo otro es proceso, esfuerzo y pequeños fracasos. Si sólo eres feliz en esas pocas ocasiones a penas serás feliz. Uno tiene que aprender a disfrutar el proceso y los pequeños avances y premiarse por ellos.
  • Esto no se acaba hasta que se acaba: En la vida habrá golpes, algunos terribles, pero hay que recordar que la vida no se acaba hasta que se acaba, y que en algún momento dejará de llover y seguiremos aquí para ver el sol.