Valeria Ríos Ruiz

Algunos nombres han sido cambiados para proteger la identidad de los testigos.

El 11 de diciembre el entonces presidente Felipe Calderón envió 6.500 agentes federales a Michoacán, inaugurando así los diez años de combate al narcotráfico que han repercutido en cada rincón del país: Declaro la guerra en contra de mi peor enemigo que es...

Hasta el día de hoy, las cifras no son claras. Hasta 2012 el Gobierno reconocía 47.500 muertos, pero la Comisión Mexicana para la Defensa y Promoción de los Derechos Humanos asegura que desde 2006 hasta febrero del 2016 han muerto 150.000 personas y desde 2011, 280.000 han sido desplazadas por la violencia. Añadido a un daño incalculable en la salud de la sociedad mexicana.

En 2010, Luz María Dávila rompió los protocolos para reclamar una disculpa de Felipe Calderón, cuyo Gobierno aseguraba que las personas que habían muerto hasta el momento “andaban en malos pasos”, y que de alguna forma se merecían morir. “Discúlpeme, presidente, no le puedo dar la bienvenida” dijo Dávila quien perdió a sus dos hijos en una balacera en una fiesta en Ciudad Juárez. José Luis y Marco estudiaban y trabajaban, se dijo que eran "pandilleros", pero sólo estaban en el momento incorrecto en el lugar incorrecto.

Desde hace diez años -mucho antes que *Narcos fuera el éxito de Netflix y El Señor de los Cielos el hit de la televisión hispana- los noticieros mexicanos se fueron convertido en una sucesión de imágenes gore*. Nos acostumbramos a las narcomantas, a los descabezados, los desmembrados, los levantados, los halcones, los sicarios, los encajuelados, las balaceras, los jefes de jefes, los kilos, los retenes, los ejecutados. Es cuestión de resistencia recordar que así no es como debería fluir la vida: en medio de la muerte.

“Mucha gente que conocía se la tragó la tierra”, Lucía, Tampico

gabrielsaldana
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Tamaulipas siempre fue un lugar violento, yo me acuerdo que había noticias de violadores y el bullying en la primaria era muy pesado, pero el problema se empezó a poner feo por ahí del 2009 a 2010. Cuando yo me di cuenta que la cosa estaba fea, y que se iba a poner peor, fue cuando nos tocó una balacera afuera de la escuela y nadie sabía qué pasaba. Nunca nadie sabía qué pasaba, y cuando uno preguntaba a la gente del Gobierno, nadie sabía nada. Tengo entendido que en muchas escuelas, sobre todo en preescolar, les dieron cursos de qué hacer en caso de una balacera.

En mi preparatoria se empezó a decir que si se suscitaba un evento nos quedáramos en casa, que no se arriesgaran los papás a llevar a los niños a la escuela y que no había problema, que nos justificaban la falta, y eso que eran muy estrictos.

Empezaron a secuestrar mucha gente por mayo del 2010 y ahí sí mucha gente se empezó a ir. La gente que tenía dinero se fue a McAllen. Pero mucha gente que quería irse no podía, entonces buscó opciones más baratas. Ahora tienes muchos tamaulipecos en Querétaro, acá en el Distrito o en Puebla.

Los que no se pudieron ir empezaron a tomar ciertas medidas de seguridad: "contéstame el teléfono", "di siempre dónde estás", y poco a poco comenzó a desaparecer la vida social. Cerraron muchos bares, restaurantes, y los que no cerraron se lo pensaban para abrir. Si alguien te veía feo en esos lugares lo mejor era irse. Antes, después de clases íbamos a pistear a la playa y no pasaba nada pero después ya no se pudo, después de las siete u ocho no se podía salir a la calle.

Tamaulipas no es una sociedad muy tuitera. Nos informábamos en Facebook, surgieron cuentas como 'Valor por Tamaulipas' y ciertas páginas que servían para ponerse el dedo entre grupos y no eran 100% seguras. Casi todo era de voz por voz. Surgieron los grupitos familiares de Whatsapp y ahí nos cuidábamos por las advertencias que en tal lugar acaba de haber una balacera o que en otro secuestraban.

Nos empezamos a acostumbrar, suena feo pero es así. Lo que sí veo es que a mis hermanos menores, a ellos ya no les tocó ir al parque, eso como que los ha hecho muy digitales. No podían salir, ¿qué hacían? Nada. Eso también ha originado un baby boom en los adolescentes.

Afortunadamente yo ya iba de salida a la universidad, aunque volvía de vacaciones. A mi familia sí que le tocó ver muertos en la reja, a mí hermano lo encañonó un halcón mientras estaba grabando algo para una tarea. Yo nunca vi de manera directa cómo mataban a alguien, o alguien muerto, pero en la procuraduría me tocó ver expedientes y cosas que la gente contaba. Yo pensaba que no me iban a afectar, pero sí tienen un efecto psicológico.

También una vez entré a Facebook hace como cuatro o tres años y vi en el formato de “se busca” una foto y sentí muy feo de ver una compañera de la primaria con la que jugaba. La habían levantado afuera de su trabajo y no se sabía dónde estaba y creo que nunca la localizaron. Mucha gente que conozco o que conocía se le tragó la tierra.

Yo pensaba que en algún momento se les tenía que acabar el dinero o las armas, pero era como en un videojuego con balas y personas infinitas. En Tamaulipas, a diferencia de en otros estados muy azotados por el narco, no había información ni marchas por la paz. No había nada. Al tío de un amigo le robaron una camioneta, lo golpearon, a familia cercana y amigos les pidieron piso y se tuvieron que ir.

“Soñaba que caminaba sobre cadáveres”, Andrea, Torreón

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En la provincia creces muy rápido. A los 16 yo ya estaba en antros con mis amigas, no había pedo, era lo normal, íbamos a bailar. Hasta nuestros papás nos esperaban afuera por si no nos dejaban pasar, pero siempre nos dejaban pasar.

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