A menos que seas de China y celebres las navidades en una fecha diferente con un animal respectivo — ¿o eso era año nuevo? —, las fiestas ya terminaron para ti, y qué mejor forma de recordarlas que con la típica película navideña de todos los años. No estoy hablando del filme gore donde un niño masacra a dos ladrones mientras tratan de entrar en su casa, sino del clásico navideño por definición: ¡Qué bello es vivir!
Siendo una de las películas más aireadas en esta época, es difícil que no la hayas visto hoy en día, pero aunque resulte difícil de creer la película era prácticamente un fantasma en la época posterior a su estreno. Si bien no existía escasez de copias, pasó desapercibida por la audiencia desatando una serie de terribles consecuencias. Casi como en la misma película, su historia se relaciona con la de George Bailey: muchas esperanzas se encuentran con el rotundo fracaso y muestran un mundo que se hallaría desolado sin su existencia.
El terrible fracaso
La película debutó como una de los estrenos más exitosos del año 1946. Su director Frank Capra — un director legendario en su momento — realizó el filme con su nueva productora llamada Liberty Films que buscaba quitar la presión de los estudios Holywoodenses de una vez por todas. Al parecer la presión se fue para recaer totalmente sobre la película y condenarla a un fracaso poco usual.
Semanas después no existía casi ningún movimiento en taquilla, teniendo esperanzas de recobrar su presupuesto de 2,3 millones de dólares y encontrar por lo menos algún tipo de ganancia cuando llegaran las nominaciones a los Oscars. Apostando por una estrategia muy usada en la actualidad, consiguió hacerse con cinco de ellas estando en la carrera por Mejor película, pero seguía sin haber éxito con la venta de entradas. Finalmente ganó en la categoría de "Logros técnicos" por la inclusión de nieve artificial, y así de fácil, fue olvidada por una audiencia que todavía no estaba preparada.
El nuevo estudio se hallaba ahora en la quiebra, y produciendo sólo una película más que pasaría a ser finalizada por MGM, fue adquirido por Paramount Pictures y finalmente se disolvió en 1951. Llevando a Frank Capra a dirigir unos cuantos títulos más con un estreno reservado para la televisión hasta que llegara el momento de su doloroso retiro, siendo condenado al fracaso tanto de su estudio como de su carrera.
El error que lo cambiaría todo
Mientras nadie recordaba en lo más mínimo el relato estoico de Capra, el filme estaba a punto de pasar a dominio público sin que una sola persona lo notara. Según el Acto de copyright de 1909 las obras serían protegidas por 28 años hasta pasar a dominio público si nadie la renovaba, y en 1974 ¡Qué bello es vivir! pasó a ser una obra sin copyright. Un error ingenuo del estudio o simplemente el hecho de que no veían valor en la cinta.
Desde esa fecha en adelante, algunas cadenas de televisión se enteraron de la noticia y empezaron a ofrecerla como parte de la programación navideña, encontrando un éxito inimaginable con las audiencias. El hecho de que era virtualmente gratis su proyección significó que cualquiera tenía el derecho de mostrarla, estando prácticamente en todas partes para los años 90s.
Estando a la altura de clásico navideño rápidamente, la película se encontraba disponible en múltiples versiones, incluso llegando a ser remasterizada de todas las formas posibles. Pero poco después de la muerte de Capra en 1991 el estudio Republic iniciaba una batalla legal para recuperar los derechos, que ganó satisfactoriamente por poseer como propiedad la historia original.
Hoy en día puede seguir siendo aireada sin restricciones y permanece en el dominio público, aunque técnicamente sea propiedad de Viacom (quienes compraron Republic en 1998). Su legado es indiscutible en la cultura estadounidense y mundial, logrando cautivar a millones de personas sin importar cuantas veces se haya visto. La cualidad de contarnos un relato sencillo y a la vez universal sobre las penurias del hombre común la hace relacionarse con cada uno de nosotros, y el hecho de que estuvo a punto de perderse en la historia nos hace estar todavía más agradecidos de verla cada navidad.