Los conceptos más difíciles de definir son los que todo el mundo da por sentados. ¿Acaso alguno de nosotros se ha preguntado qué es la conciencia, el ser o la justicia? Probablemente no. Sin embargo, interactuamos con dichos entes a diario. Este es el caso de la ciencia en sí. Para tener éxito en las disciplinas que son consideradas ciencias, es conveniente saber en qué se diferencian de todos los demás modos de estudio.
En mil novecientos treinta y cuatro, Karl Popper publicó su obra más famosa "La lógica de la investigación científica". En ella responde al manifiesto del Círculo de Viena. Los científicos y filósofos que componían este grupo de intelectuales afirmaban que el método inductivo es el único modo de conocer, que cualquier conocimiento que no provenga de fuentes concretas, empíricas y medibles, no es considerado verídico. Así, tanto la metafísica como la gran mayoría de la filosofía quedaban descartadas.
Popper respondió a estas acusaciones con lo siguiente: el método inductivo no es efectivo a la hora de sostener conocimiento científico válido. Una ley universal no puede ser justificada por fenómenos particulares. No es lógico concluir, por ejemplo de, algunos X se comportan de manera Z, el enunciado, todos los X se comportan de manera Z. Es imposible verificar todos los casos correspondientes al comportamiento de un objeto.
Karl afirmó que no pueden haber enunciados científicos últimos, que no puedan ser contrastados o refutados a partir de la experiencia. Por ejemplo, es inútil afirmar que todos los planetas giran en una órbita elíptica, ya que nunca seremos capaces de verificar que este sea el caso con todos los planetas existentes y solo bastaría una instancia que contradijera el argumento para refutar la teoría.
De esta manera, los alegatos del Círculo de Viena quedan invalidados. Su visión reduccionista no les permitía juzgar con precisión tipos distintos de conocimiento, como el metafísico que Popper definía como: "el conjunto de enunciados que pueden tener sentido pero que no pueden someterse a pruebas experimentales". Tales como: las concepciones que existen de la libertad, la justicia, el origen del conocimiento, los problemas existenciales, etc.
Determinada la invalidez de la concepción de conocimiento científico más común, podemos dedicarnos a las nociones de ciencia que sostenía Popper. Su método científico consiste en refutar con tenacidad toda teoría científica. Las que no puedan ser refutadas, se mantendrán como verdad conjetural hasta que surja evidencia que indique que otro planteamiento es más provechoso. Los defensores de este modo de proceder dan prioridad a las teorías más falsables, como es el caso de las de Einstein. Dicho físico no perdía una oportunidad para poner sus postulados a prueba, exponiéndose constantemente a una posible refutación. Esta constante sucesión de refutaciones racionales es lo que constituye el progreso de las ciencias.
Las teorías científicas se apoyan en el método de ensayo y error. Los científicos no intentan ajustar los hechos a sus opiniones, sino que buscan incansablemente la refutación de sus postulados. Si esto no es posible por ahora, su conjetura se mantiene como verdad temporal, esperando ser reemplazada por otra aún más difícil de contradecir.
Las pseudocientíficas hacen lo opuesto. Su objetivo es justificar sus proposiciones de la manera que sea. Los pseudocientíficos le dan prioridad a sus propias opiniones sobre la búsqueda de la verdad. No les interesa saber si sus postulados son refutables, sino que los construyen para que sean flexibles y puedan adaptarse a cualquier situación.
El ejemplo clásico es el de la contraposición entre el psicoanálisis de Sigmund Freud y la teoría de la relatividad de Einstein.
Freud era capaz de hacer que cualquier resultado emocional fuera compatible con su teoría. Podía explicar los problemas de intimidad de una persona relacionándolos con no haber recibido suficiente cariño en la infancia, tanto como con haber recibido demasiado.
A diferencia de Freud, Einstein ponía a prueba sus teorías tratando de predecir hechos futuros, exponiendo sus ideas al fracaso si estos no sucedían de acuerdo a sus postulados. Sigmund utilizaba sus opiniones para explicar hechos pasados, así nunca existía la posibilidad de equivocación, sino que podía usar cualquier suceso para justificar su teoría del psicoanálisis.
Para Popper, el marxismo era una teoría totalmente pseudocientífica. Marx profetizaba el inevitable comienzo de una revolución proletaria mundial, solo para tratar de justificarse cuando esto no sucedía, refiriéndose a otro aspecto de su pensamiento que no había sido mencionado antes. De esta manera, el marxismo pretende ser irrefutable; lo que la convierte en un planteamiento propio de la pseudociencia, ya que no le interesa la persecución de la verdad, sino el mantenimiento de sus proposiciones propias.
Desde que Popper definió la ciencia de esta manera, sus nociones han tenido gran influencia en toda investigación científica que se vaya a realizar. Sus estudios proporcionaban los planos que mapeaban el procedimiento a seguir para que una teoría científica fuera considerada válida, al menos por el momento.
Para concluir con esta breve reflexión diremos: la ciencia refuta, la pseudociencia confirma.